Se me escapan los sueños y me puede la realidad cotidiana; el día a día se me queda vacío, o no me llena tanto como querría.
No encuentro a Dios, y tampoco a los otros.
La soledad muerde.
Miro a otras vidas, con añoranza, con nostalgia, ¿con envidia?
Y aunque sé que tengo mucho por lo que dar gracias, y que en nombre de quienes están más heridos no debería lamerme las heridas, me siento triste. Y quisiera gritar. Pero sospecho que es parte de la vida.
De Jesuitas de Cstilla
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