Sunday, January 20, 2008

Un 'Papa negro' español, abierto y que mira a Asia

Adolfo Nicolás, palentino de 71 años, lleva cuatro décadas en Japón y es de talante progresista en la línea de Pedro Arrupe Elegido en dos votaciones, el prepósito general debe dar un nuevo rumbo a la Compañía de Jesús, con riesgo de fricciones con el Papa

Se puede decir que los jesuitas no han hecho mucho caso a Benedicto XVI. El nuevo 'Papa negro', elegido ayer, no se ajusta exactamente al molde indicado por el Vaticano, que hasta el último momento ha pedido un nuevo superior totalmente pegado a la línea oficial, contiguo al pontífice.

En cambio, el elegido vive en Asia. Adolfo Nicolás, nuevo prepósito general de la Compañía de Jesús, sigue la estela de la histórica elección en 1965 del entonces viceprovincial de Japón, el vasco Pedro Arrupe, el general que se enfrentó con el Vaticano en los 70, con el giro social de la orden y la opción por los pobres.

En Japón ha pasado este palentino más de la mitad de sus 71 años. No es que sea especialmente heterodoxo en doctrina, pero sí de talante claramente progresista, abierto, y con la visión del mundo de quien lleva décadas fuera de Europa.

Los 217 electores llamados a votar en la Congregación General, el 'cónclave' de la Compañía, han optado por un hombre que escapa a las etiquetas de extremos que se manejaban, pero constituye una buena síntesis de todo lo que se buscaba.

En el dilema entre replegarse o lanzarse a la aventura, los jesuitas han dado con la vía intermedia. Adolfo Nicolás no es un indio, la opción más rompedora en el tablero, pero sí alguien totalmente curado de 'eurocentrismo' y que conoce un continente en eclosión y con vastas áreas de pobreza.

Por otro lado, quienes le conocen le ven como un hombre de ideas avanzadas, pero que no busca el conflicto y de una gran sensatez. Está, en definitiva, en la frontera, en el espíritu de la orden.

Satisfacción general

En resumen, es una opción de libertad en la relación con la Santa Sede y también un puente entre culturas. Además, su edad no vaticina un mandato largo, o al menos quizá no tanto como los 25 años de su predecesor, Hans Peter Kolvenbach.

Dada la influencia de la orden en la Iglesia, como vanguardia intelectual y de misión, es una noticia con repercusiones para la fe católica. ¿Cuáles? Habrá que esperar para verlo. Todos los jesuitas consultados ayer parecían muy contentos, pues Nicolás goza de prestigio, fama de intelectual sólido. De hecho hubo unanimidad: salió a la segunda votación. «Tiene una gran experiencia teológica, pues es profesor desde 1971, y una gran experiencia de gobierno. Es una persona dulce y sociable», resume José María de Vera, portavoz de la Curia jesuita en Roma.

«Es una opción excelente, que se sale de los tópicos manidos y marca una línea evangélica y de autonomía», opina Josep María Benítez, profesor de la Gregoriana, que además le recuerda con cariño porque hablaban en catalán, una de las seis lenguas que domina Nicolás.

En España. el viceprovincial de Castilla, Luis López-Yarto, amigo personal, resaltó su «inteligencia, sencillez y gran capacidad para las relaciones humanas».

«Supone la continuidad en la lucha por la justicia, en la línea de Arrupe», señaló Pedro Miguel Lamet, biógrafo de Arrupe.

La satisfacción general en la Compañía por haber salido del paso en este momento histórico tiene un sentido profundo. Los jesuitas vienen de 25 años de una larga transición de silencio, el pontificado de Juan Pablo II, en el que Kolvenbach, elegido en 1983 tras la renuncia de Arrupe por enfermedad y la intervención de la orden por parte de Wojtyla, ha tenido la difícil tarea de pilotar la orden en la sombra y con estoicismo.

Si se le suma el trauma por el choque con el Vaticano y el peso de la figura de Arrupe, la imagen que se obtiene es la de un colectivo que quería volver a recuperar las riendas de su identidad, pero no sabía cómo. Kolvenbach, con 80 años, ha renunciado por cansancio y edad -segunda vez en la historia de los jesuitas-, pero también para cerrar este paréntesis de 'libertad vigilada' que ha debido pasar la orden.

Benedicto XVI, consciente de ello, aceptó la renuncia para facilitar el proceso. Adolfo Nicolás es el general que pasa página y mete por fin a la orden en el siglo XXI. Retoma el hilo histórico.

A partir de ahora habrá que estar atento, y el Vaticano lo estará, a la impronta del nuevo general. Porque tiene potencial para imprimirla. Se puede intuir cuál es la percepción del futuro del nuevo superior en declaraciones suyas que ayer se rescataban de entrevistas recientes.

«¿No hay un factor importante en la percepción del pueblo, la 'vox populi', que nos debería llevar a alguna reflexión profunda sobre la vida religiosa de hoy? ¿Por qué suscitamos tanta admiración y son tan pocos los que nos siguen?», se preguntaba.

La respuesta que se daba era una propuesta, una «refundación» de la Compañía para ponerla al día, «no sólo en nuestros servicios, sino sobre todo en lo que se refiere a nuestro testimonio personal y comunitario».

En cuanto a la relación de la Iglesia con el mundo, otras palabras suyas también son reveladoras: «Asia tiene mucho que ofrecer a la Iglesia, a toda la Iglesia, pero todavía no lo hemos hecho. Quizá no hemos sido suficientemente valientes, o no hemos corrido los riesgos que debíamos».

El rumbo en el diálogo con otras culturas y religiones es por tanto muy abierto. Esta ruta, que será muy influyente en la Iglesia, quizá sea de colisión con Benedicto XVI.

Fuente: El diariomontanes.s

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