Friday, August 15, 2008

LA ASUNCIÓN DE SANTA MARÍA A LOS CIELOS por José Barros Guede


La Asunción de santa María a los Cielos, que los fieles cristianos celebran todos los años en el día 15 de agosto, es la fiesta mariana por excelencia, la más popular en España y en toda la Cristiandad. Es el “dies natalis” (día del nacimiento) de santa María, Madre de Jesucristo, a la vida eterna en el Reino de los Cielos.
El 1 de noviembre de 1950, el papa Pío XII, movido por el consentimiento unánime de todo el episcopado católico, proclamaba solemnemente a la Asunción de María en cuerpo y alma a los Cielos como dogma de fe católica, con las siguientes palabras: “Con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma revelado por Dios, que la Inmaculada Madre de Dios siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta a la gloria celeste en cuerpo y alma”.

Fundamentaba dicho dogma en textos bíblicos, en la tradición eclesiástica y en la maternidad divina de su hijo, Jesucristo. Dichos textos bíblicos son: “pondré enemistades entre ti (Eva) y la mujer (María) y entre tu linaje (nosotros, hijos de Eva) y el suyo (su hijo Jesucristo), este te quebrantará la cabeza y tu le morderás el calcañal” (Gén. 3, 15). “Una gran señal apareció en los cielos, una Mujer, (María), vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Apcl. 12,1). “Dios te salve, (María), llena de gracia, el Señor está contigo, bendita, Tu, entre todas las mujeres” (Lc. 1, 28), le saluda el arcángel Gabriel.

El libro apócrifo, “Tránsito de la Bienaventurada Virgen María”, refiere: María murió en Jerusalén, a los dos años de la Ascensión de su hijo, Jesucristo, a los Cielos, acompañada del apóstol y evangelista san Juan, y en presencia de todos los demás apóstolos. Su hijo recogió su alma y la llevó a la Gloria. Los apóstoles depositaron su cuerpo en una cuerva del huerto de Getsemaní, que cubrieron con una losa. Un poco más tarde, los ángeles, por mandato divino de su hijo, llevaron su cuerpo al Reino de los Cielos al que se unió su alma, rindiéndole los ángeles y santos celestiales un cálido y grande homenaje.

La tradición cristiana nos relata que, en el siglo IV, los fieles cristianos celebraban en Jerusalén, en el día 15 de agosto, la fiesta de la “Memoria de santa María, Madre de Dios”, en torno al santuario del huerto de Getsemaní, donde creían se hallaba su sepulcro. En el siglo V, en Siria, la celebran bajo la “Domición de santa María”. En el siglo VI, dicha fiesta es celebrada por todo el Oriente cristiano, aunque en días diferentes.

El emperador bizantino, Mauricio (582-602), fija y unifica fiesta de la Asunción de santa María en el día 15 de agosto, para toda la Iglesia de Oriente y Occidente. En el siglo VII, el calendario romano de la Iglesia Católica, siendo papa Sergio I (637-701), de origen sirio, establece las fiestas de la Anunciación, Natividad, Purificación y “Dormición de santa Maria, Madre de Dios”.
En el siglo VIII, el Papa cambia el término “Dormición” por el “Asunción de santa María a los Cielos”, según consta por el Sacramentario enviado por el papa Adriano I (7672-795) al rey de los Francos, Carlomagno, entre los años 784 al 791. En el siglo IX, la Asunción de santa María a los Cielos en cuerpo y alma era ya creencia general en la Iglesia Católica.

En España, a finales del siglo VIII o a principios del siglo IX, el Misal Mozárabe contenía una misa sobre la “Asunción de santa María”, en la que ya se expresaba, de una forma inequívoca, que María se hallaba en cuerpo y alma en los Cielos. En el siglo XVI, el Breviario del papa san Pío V recoge su oficio. A finales del siglo XVIII, la Asunción de María a los Cielos en cuerpo y alma era una creencia común en toda la Cristiandad.

El 3 de febrero de 1864, el papa Pío IX contestaba a la reina Isabel II de España, que le había suplicado definiese dogma de fe católica a la Asunción de santa María a los Cielos, diciéndole: “no hay duda de que la Asunción, de la manera que cree el común de los fieles, es una consecuencia del dogma de su Concepción Inmaculada; pero todas las cosas tienen su tiempo adecuado, y Yo no me creo digno instrumento para proclamar dogma este misterio. Tiempo vendrá en que los santos deseos de V. M. serán oídos, pero mientras tanto conviene seguir en la oración”. La reina Isabel II hizo esta petición al Papa, movida y asesorada por su confesor, san Antonio María Claret, fundador de los religiosos del Corazón de María.

La Asunción de santa María en cuerpo y alma a los Cielos es el triunfo y la exaltación de la vida humana sobre la muerte, porque, si santa María, persona mortal como nosotros, fue llevada a los Cielos gozando de una vida eterna bienaventurada y feliz; así, también, nosotros, por la fe y la misericordia de Jesucristo, nuestro Salvador, iremos, también, al Cielo viviendo bienaventurados y felices como ella.

Actualmente, la Asunción de santa María en cuerpo y alma a los Cielos, es Patrona de muchas parroquias, santuarios, monasterios y conventos en muchas ciudades, villas y pueblos de España y de toda la Cristiandad, celebrando sus fieles cristianos su fiesta, en el día 15 de agosto, con fe, alegría y amor en medio de este mundo laicista y materialista. Es admirable ver su fe y el amor que sienten hacia su amada Patrona participando en sus actos religiosos y festivos.

Concretamente, la Asunción de santa María a los Cielos es la Patrona de mi parroquia y de mi pueblo natal. Es un gozo y una alegría ver, todos los años, la cantidad devotos, vecinos y nativos venidos de la diáspora para celebrar su fiesta en dicho día, participando con fe y esperanza cristiana en los actos litúrgicos y cantando en su honor y honra: “viva la Virgen, nuestra Patrona, que en nuestro pecho tiene su altar, y reine siempre triunfando Cristo en nuestro pueblo noble y leal”.

Quiero terminar invocándola con esta oración: “Salve, santa María, Asunta a los Cielos, Reina y Madre de misericordia, esperanza nuestra. A ti, suspiramos y clamamos como hijos tuyos en este valle de lágrimas para que seamos dignos de alcanzar las promesas de tu hijo, nuestro señor Jesucristo, participando con vos, de la vida eterna feliz en el Reino de los Cielos”. Amén.

José Barros Guede.
A Coruña, agosto del 2008.

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