Saturday, August 16, 2008

Un presidente que fue obispo


Mis reservas ante el nuevo presidente de Paraguay el ex obispo Fernando Lugo, se disiparon el sábado que Informe Semanal nos acercó a su imagen, relatando su biografía desde su infancia hasta la actualidad. Hay algo que vengo observando desde entonces, la emoción con la que habla, con la que a veces se le quiebra la voz al recordar la épica de su país y lo inédito de su nombramiento.


No puedo olvidar las imágenes de “La Misión” recordando la historia de “las reducciones jesuíticas”, en lo que fue a su manera una verdadera teología de la liberación. A Lugo se le clasifica dentro de la misma corriente en un país convulso cuya historia está llena de golpes de Estado y largas dictaduras. Ese pueblo indígena y mestizo al que pertenece Lugo, se ha abierto a la esperanza de un gobierno honesto y sin corrupción. Como bien dice el actual presidente de Paraguay “no existen instituciones corruptas sino funcionarios que se corrompen”.


La solución impuesta por Roma, devolviéndole al estado laico, es un juego malabar propio de la sutileza Vaticana, que de momento hace posible lo imposible: que un obispo llegue a ser presidente de un país. La verdad es que Fernando Lugo se estrena en la historia clerical y civil de su país. Por el bien del mismo, le deseo mucha suerte. Ojalá sepa rodearse de un equipo con la misma generosa entrega que él ha llevado a cabo renunciando a su salario a favor de los más necesitados.


Lo cierto es que Juan Pablo II el Magno, no estuvo muy inspirado al elegirlo como obispo en 1994 y se vio obligado a retirarlo del cargo en el 2004, desde entonces las veleidades políticas de Lugo no dejaron de dar quebraderos de cabeza a la Santa Sede, especialmente cuando quiso presentar su candidatura como presidente. Desde entonces mantuvo un pulso con la Iglesia que llegó a suspenderlo “a divinis”. En la actualidad ha alcanzado la paradoja de dejar de ser obispo, sacerdote y religioso, para pasar a ser un presidente católico cuya primera dama al parecer será su hermana.


La verdad es que todo lo que rodea a Fernando Lugo tiene el rancio aroma de la Iglesia y aplicar la doctrina social desde las más altas instancias de una Nación, puede ser todo un acontecimiento en tiempos de crisis económica y despegue de economías del tercer mundo. La teología de la liberación adquiere un nuevo icono en Latinoamérica, en tiempos muy diferentes a los de la revolución sandinista en Nicaragua, donde el sacerdote Ernesto Cardenal, jugó un importante papel a principios de los años ochenta del siglo pasado. Tiempos convulsos en los que en El Salvador eran acribillados Ignacio Ellacurría y sus compañeros jesuitas, también partícipes de la teología de la liberación.


Es por tanto una nueva experiencia de esa “otra Iglesia” que algunos afirman defender y que está por la labor de cambiar las estructuras sociales a favor de los más necesitados. Ya no podemos hablar de influencias marxistas en una época donde todos los países comunistas han apostado por el mercado neoliberal, en mayor o menor medida. El despegue del gigante asiático que ahora vive su entrada en sociedad de mano de los Juegos Olímpicos, nos devuelve a un mundo donde los más pobres siguen siendo los grandes olvidados de la historia.


Si Paraguay es capaz de vivir una democracia con justicia social, podemos encontrarnos a las puertas de una nueva experiencia política y económica que debe su origen a la teología de la liberación. Ojalá el cambio valga la pena y se haya perdido un obispo para ganar un buen presidente. Aunque no debemos olvidar que Jesús dijo “mi Reino no es de este mundo”, también nos mostró el camino de las bienaventuranzas.


Carmen Bellver
Del blog "Diálogo sin fronteras"
El periodista Digital

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