Thursday, December 11, 2008

LLAMADAS EN ADVIENTO por Ángela C. Ionescu de Buenafuente


¡Ven, Señor Jesús! (Apc 22,20)

Venid a mí los que estáis cansados y agobiados (Mt, 11, 28)
Desde que ha empezado el Adviento cantamos y te llamamos pronunciando todos los días, incansablemente, la misma invocación: “Ven, Señor Jesús”. Tejemos nuestras oraciones implorando tu venida:

Ven, Señor, a mi vida, ven a todos mis momentos, a los claros para convertirlos en luminosos, a los oscuros para que yo vea.

Ven, Señor Jesús, al mundo que te anhela, que anda errante sin saber que está perdido.

Ven a mis caminos que no aciertan siempre a ir hacia ti, y se entrecruzan y mezclan, dan vueltas para terminar donde han empezado y a menudo arrancan de nuevo para cometer las mismas equivocaciones. Ven y enderézalos, ven y encáuzame.

Ven al corazón de todos los hombres, de todos, y haz que reconozcan la hermosura de la morada que nos has dejado en esta tierra que habitamos y martirizamos, que esquilmamos con ferocidad porque creemos que nos pertenece exclusivamente.

Ven dentro de mí y haz que amanezca. Marana tha, Señor Jesús.

No cesamos de llamarte. Y hoy tu Palabra me pone delante tu llamada, la que Tú nos diriges desde el comienzo de los tiempos: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, venid a mí”.

Tú también nos llamas. Nosotros te pedimos que vengas, Tú nos dices que vayamos.
Si Tú nos buscas y nosotros te buscamos,
si Tú nos llamas y nosotros te llamamos,
¿por qué, Señor, es tan difícil encontrarnos?

Si Tú nos dices que vayamos, y nos mostraste el Camino hace tanto tiempo, ¿qué nos pasa, Señor, que vagamos tanto por parajes inhóspitos y no damos contigo?

Tendrás que venir, Señor, venir a cada uno de nosotros nuevamente. De dura cerviz y pétreo corazón, estas criaturas tuyas te llamamos porque no somos capaces de ir hacia ti. ¡Ven, Señor Jesús! Tiéndenos otra vez la mano a los cansados y agobiados para que podamos llevar tu carga ligera y tu suave yugo, para que seamos mansos y humildes de corazón. Ven, Señor Jesús, sal Tú a nuestro encuentro, vístenos la túnica y cálzanos las sandalias, llévanos a tu Mesa, que nos hastían las algarrobas. ¡Ven, Señor Jesús!
Ecclesia

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