Friday, January 16, 2009

«La peor secularización es la que hay dentro de la Iglesia»


Juan José Asenjo, arzobispo-coadjutor electo de Sevilla
Juan José Asenjo, obispo coadjutor electo de Sevilla. Mañana tomará posesión de su cargo como obispo coadjutor de la Diócesis, en la que sucederá como pastor a Amigo Vallejo. Y llega en tiempos de crisis económica, de valores, de vocaciones... de compromiso.
Cuando se le comenta la expectación que hay en Sevilla ante su toma de posesión, suspira, mira al techo y dice «espero no defraudar». Estamos en su despacho del Obispado de Córdoba. Mañana lo dejará para llegar en tiempos de crisis a la que será en el futuro su Archidiócesis, Sevilla, de la que confiesa le queda casi todo por explorar, aunque siempre parece que sabe más de lo que, por la discreción propia de un ministro de la Iglesia, dice. Lo entrevistan Alvaro Ybarra y J.J. Borrero en Abc.


—Llega usted como obispo coadjutor a una Archidiócesis importante en una coyuntura de crisis. ¿Coincide con los que opinan que la crisis económica es producto de la crisis de valores?

—La crisis de valores es la génesis de esta pavorosa crisis económica que sufrimos. La ética, la solidaridad, la atención a los demás, el lucro razonable... se han olvidado. Dios quiera que esta crisis suponga una oportunidad para la recuperación de muchos valores que se estaban perdiendo.

—¿Y qué hacer desde la Iglesia?

—El primer pilar del Plan Pastoral es la Eucaristía, el segundo el servicio a los pobres. Ese es un criterio fundamental, como lo es la actividad de Cáritas, ante las necesidades cada vez mayores. Hay un alarmante aumento de las personas sin techo y hasta aquí llegan personas que piden que se les pague el recibo de la electricidad... Afortunadamente se ha incrementado extraordinariamente también la aportación de los fieles a Cáritas. La Iglesia es el último recurso de los pobres entre los pobres.

—¿Y la palabra, su efecto balsámico? ¿No son necesarias mejores homilías?

—En el último sínodo se reconoció la necesidad de mejorar la calidad de las homilías. Hay que reconocer que son manifiestamente mejorables. Hay que prestar más atención a la palabra de Dios, centrarnos no en nosotros sino en Jesucristo y, además, no prescindir de la realidad.

—Toda esta situación se produce, además, en un marco de claro avance de la secularización.

—La secularización envolvente es la causa fundamental de la desaparición de Dios del horizonte de la vida diaria de muchos conciudadanos nuestros. Esta realidad condiciona gravemente la vida y la acción de la Iglesia. Sin embargo, estoy convencido de que tan grave o más que la secularización que nos viene de fuera, es la secularización interna de la Iglesia, que los obispos españoles hemos denunciado en los dos últimos planes pastorales, y que se concreta en una especie de mimetismo con la cultura secular y en la propensión a bajar los listones de exigencia en el campo de la doctrina o de la moral para no hacer antipático el Evangelio. Es ésta una realidad fatal, que se traduce en falta de dinamismo y entusiasmo, y que todos tendríamos que superar viviendo el radicalismo evangélico y la alegría de ser cristianos. El problema es fundamentalmente doméstico y sólo se superará por los caminos de la santidad y del entusiasmo apostólico y misionero de los orígenes, y a través de comunidades vivas, fraternas y dinámicas, que hacen creíble y atractivo el Evangelio ante los no creyentes, los que se han marchado y los jóvenes.

—¿Por qué negar a Dios está de moda?

—Las causas son múltiples. El Concilio Vaticano II señaló entre otras la existencia del mal en el mundo, las falsas imágenes de Dios, la absolutización del método experimental, de tal modo que todo aquello que no puede experimentarse en el laboratorio, no existe; y sobre todo, la falta de testimonio de los creyentes de todas las religiones y, por lo que a nosotros respecta, de nosotros los cristianos, que muchas veces no vivimos nuestra fe y nuestro compromiso cristiano con autenticidad y coherencia, y en consecuencia, velamos el rostro de Dios y de la religión, en vez de revelarlo.

—Ideales tan enraizados en el pensamiento cristiano como la solidaridad, la ecología, la no violencia... han sido tomados como banderas por un concepto disperso pero eficaz como es el progresismo, el mismo que promueve el aborto. ¿Fallo técnico en el control de masas?

—A mí me alegra que las ideologías progresistas hayan adoptado como bandera los valores que señalan, que ciertamente están en la entraña del Evangelio. Me gustaría que dieran un paso más y que en su apuesta por los más desfavorecidos incluyeran también a los más débiles e indefensos, la vida humana concebida y no nacida, pues el derecho a la vida comienza desde el momento de la concepción. Por otra parte, el ser humano concebido no es un apéndice del cuerpo de la madre, del cual ella se puede desprender a su antojo. No pierdo la esperanza de que poco a poco se vaya afianzando en nuestra sociedad la cultura de la vida, como empieza ya a ocurrir en otras latitudes geográficas, lo cual no deja de ser un signo de esperanza.

—Usted ha participado recientemente en la Jornada por la Familia. Hay quienes consideran que hay un claro trasfondo político tras este tipo de movilizaciones multitudinarias. ¿Qué opina?

—Efecticamente, participé en la Eucaristía de Colón en el día de la Sagrada Familia. Yo fui a rezar, como todos los que allí nos congregamos, y a dar testimonio de la perenne vigencia de la institución familiar, primera célula de la sociedad y de la Iglesia. No tengo conciencia de haber sido manipulado políticamente por nadie.

—¿Tiene motivos la Iglesia para sentirse acosada políticamente?

—Sí. No estamos en el mejor de los mundos. Digamos que no vivimos en una situación confortable. La cultura ambiental nos crea dificultades para el anuncio del Evangelio.

—¿Está usted entre los Hombres de Rouco?

—Conozco la Conferencia Episcopal desde septiembre de 1993, en que llegué como vicesecretario general y siempre me ha admirado la unidad y cohesión interna de sus miembros. Nuestros diálogos son siempre serenos y respetuosos y las diferencias son sólo de matiz. Por lo demás, quiero decir que yo pretendo ser sólo de Jesucristo.

—¿Cómo ha sido la relación con al alcaldesa comunista de Córdoba, Rosa Aguilar, y cómo concibe las relaciones de la Iglesia con las Administraciones?

—La relación ha sido excelente. Se siente cristiana, y en una ciudad donde la Iglesia tiene tanto peso hemos colaborado en el servicio al bien común, lo cual en absoluto me ha restado libertad en mi servicio pastoral. Le estoy muy agradecido. Nunca me negaré a colaborar con las autoridades legítimas, sean del signo que sean, en todo aquello que pueda servir al bien general, manteniendo mi independencia, que no es incompatible con la colaboración. Ellos y yo servimos al mismo pueblo.

Si quiere ver la entrevista completa, ver aquí

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