Saturday, February 07, 2009

"¡Fuera Dios y toda autoridad!"

Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas


SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 7 febrero 2009 (ZENIT.org-El Observador).- Publicamos el artículo escrito por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título "¡Fuera Dios y toda autoridad!".


VER

Nuevamente apareció, en una calle de nuestra ciudad, este letrero: "Ni Dios ni amo". Alguien lo había borrado del lugar donde fue pintado hace dos años, en el antiguo templo de San Agustín, convertido en centro cultural, pero su autor insiste en su deseo y en su lucha: eliminar a Dios y rechazar todo tipo de autoridad, empezando por la paterna. La mayoría de los que grafitean así, son "hijos de papi" y poseen respaldo económico para andar de vagos, seducidos por cualquier líder o corriente contestataria.


En autobuses urbanos de ciudades europeas se han puesto carteles en que se afirma que es probable que Dios no exista; por tanto, hay que gozar la vida y no temer. Están muy activos los que se consideran ateos. Quieren desterrar todo signo que mencione a Dios o lo recuerde en espacios públicos. Es por donde van algunos de nuestros laicistas, quienes abogando por la libertad, la coartan a los creyentes, pues pretenden que la fe se quede encerrada en las conciencias, en los hogares y en los templos. ¡No saben lo que es la fe! Pronto van a pedir que se elimine el nombre de Dios en el himno nacional...




JUZGAR

El ser humano, por su sed insaciable de trascendencia y por su búsqueda permanente de lo divino, lleva en su corazón el anhelo de ser más. Es la tentación que describe el Génesis: la serpiente, símbolo del demonio, incita a Adán y Eva a ser como dioses, conocedores del bien y del mal. Es la pretensión de hoy y de siempre: afianzarse a sí mismos y prescindir de todo aquello que sea superior a nosotros. Es el orgullo de la ciencia y de la técnica: sentirse dueños de la vida y de la historia, como si depender de Dios nos quitara valía, nos esclavizara, nos impidiera crecer y avanzar.


El anhelo legítimo de independencia, de libertad y de autonomía, que llevamos inserto por Dios mismo en nuestro ser, nos hace crecer, desarrollar las capacidades que El nos dio, pues no tiene envidia de nosotros, ni teme que seamos más que El. Todo lo contrario. Quiere que crezcamos como personas, que seamos alguien, que disfrutemos de la vida, que nos desarrollemos integralmente. El nos creó no para ser marionetas o monigotes en sus manos, sino para que seamos nosotros mismos y lleguemos a la plenitud. Sin embargo, sabe que somos limitados; que con frecuencia calificamos como bueno lo que nos perjudica; que dañamos a otros para subir y salir adelante. Por ello, nos ofrece una ayuda; nos da señales en la naturaleza para que no nos destruyamos; contamos con su Palabra, que nos ha revelado a través de la historia; nos envió a su propio Hijo, Jesucristo, que es su Verbo, la expresión más plena de su Ser, la revelación de Sí mismo. Cristo nada nos quita, sino que nos enseña el camino para ser personas, y nos ayuda a lograr una felicidad tan profunda que si los anarquistas y rebeldes sociales lo conocieran, no lo sentirían contrario, sino amigo, hermano, salvador.




ACTUAR

Padres de familia: acérquense a Jesucristo; inviten a sus hijos que lo conozcan y pr ocuren vivir conforme a su Evangelio. Es la mejor manera de que aprendan a ser libres. Es el método educativo más eficaz para que crezcan como seres positivos, maduros, serviciales, generosos, atentos, agradecidos, respetuosos de sus padres, de toda autoridad legítimamente constituida y de la sociedad. De lo contrario, sin Dios en la vida de ustedes y de sus hijos, los exponen a ser violentos, agresivos, destructores y antisociales.


Jóvenes: ¡No teman conocer a Jesús y acercarse a El! Nada pierden y todo ganan. El es el único camino cierto y seguro de felicidad plena. No buscarán pandillas oscuras para afianzarse en su negatividad y en su inconformidad social, sino que se unirán a otros jóvenes para ser constructores de una nueva sociedad, de una nueva Iglesia, de nuevas familias. ¡Hagan la prueba y verán qué bueno es el Señor!


Intensifiquemos la evangelización y cate quesis, la pastoral juvenil, en vez de sólo quejarnos de cómo está la juventud. Letreros como el aparecido en nuestra ciudad nos invitan a un examen de conciencia, pues nos indican que debemos acercarnos más a los jóvenes y presentarles a Jesús, liberador y salvador.

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