Sunday, July 12, 2009

La homilía de Betania: PREGUNTAS EN LA ADUANA

Por Gustavo Vélez, mxy

“Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan ni alforja, ni dinero suelto en la faja”. San Marcos, cap. 6.


1.- Ante la aduana de la muerte nos van a preguntar quiénes somos. Pero también qué hemos hecho a favor de los demás. En otras palabras: ¿Hemos sido apóstoles de Cristo? “A la tarde de la vida nos examinarán del amor”, resumió san Juan de la Cruz.


El Maestro envía a los Doce a una misión de ensayo, luego de haberlos conformado como grupo. También el gran sacerdote de Jerusalén se comunicaba con los judíos de otras naciones, por medio de mensajeros oficiales. Para esa primera excursión Jesús les hace una serie de advertencias, que podemos entender como objetivas, o tal vez simbólicas: “Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más. Pero ni pan ni alforja, ni dinero suelto en la faja”.

En el texto de san Mateo se especifican tres metales, con los cuales se acuñaban entonces las monedas: Oro, plata y bronce para las más pequeñas. Un pliegue del ceñidor o del lienzo que cubría la cabeza, servía a los judíos de monedero. “Que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto”, añade san Marcos.



2.- Los pueblos orientales aseguran que el huésped trae consigo las bendiciones de Dios. Por lo cual la hospitalidad abre sus hogares a los peregrinos. Así aquellos apóstoles viajeros no necesitarían llevar muchas cosas para su tarea por pueblos y ciudades. Tendrían poder para expulsar demonios y sanar enfermos, ungiéndolos con aceite. Aunque en los textos evangélicos no consta que lo hayan hecho.


El saludo ritual de estos enviados, como lo apunta san Lucas, habría de ser la “shalom”, que hoy todavía se usa entre los judíos. Un deseo de paz que nace del corazón del visitante, y resuena en la familia que lo acoge. De lo contrario, el visitantes se irá sacudiendo vestidos y sandalias y ese don se volverá con él. Si creemos en Cristo, también recibimos un encargo: Atraer a muchos al Evangelio, mediante nuestro testimonio de vida. Y remediar las estructuras injustas que golpean a numerosos hermanos. Tareas que la mayoría de nosotros podemos realizar sobre nuestra propia geografía. Valdría entonces evaluar nuestra honradez y transparencia. Y preguntarnos: ¿Qué hacemos en favor de los demás?



3.- No es justo satanizar el progreso y las comodidades. Sin embargo, cuando poseemos demasiado, se nos asfixia el corazón y no pensamos en quienes nos necesitan. En tiempos de don Pedro Picapiedra, la gente fue quizás más austera y también más solidaria.


Conectado a un cilindro de oxígeno, un enfermo terminal contemplaba las cosas que había a su alrededor: Obras de arte, porcelanas, recuerdos de sus viajes por el mundo. Una colección de pipas ahora inútiles. La caja fuerte disimulada en la pared, libros de muchos temas, fotografías de los parientes. Preciosos muebles…y un retazo de cielo que se asomaba continuamente a su ventana.


De pronto muchas lágrimas le mojaron el rostro. Pero no lloraba de dolor. Era una paz serena y profunda que le envolvía el alma. Verificaba que había sido hombre de bien y había compartido, casi de forma compulsiva, con la gente más necesitada.

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