Tuesday, March 29, 2016

Padre Mariano Puga: “Es una hipocresía votar contra el aborto y por otro lado votar 250 mil pesos de salario mínimo”


Mariano Puga: "¿Por qué la sociedad condena a las mujeres que abortan sin autocondenarse de producir estructuras que excluyen a millones?"

"La Iglesia no puede hablar mucho en una sociedad machista sin revisarse a ella también"


El cura obrero que hoy vive en Villa Francia, fue torturado en el mismo lugar que cada Semana Santa visita en Vía Crucis.

“Vamos a saludar al Mariano” le dice un padre a su hijo. El joven accede con algo de vergüenza. Pero no hay temor en su cara, es más bien timidez, emoción. Ambos lo abordan y lo abrazan, de manera torpe y alegre. Ya son varios y varias los que se han colgado al cuello de Mariano Puga, el cura que no parece cura y que se ha llevado gran parte de la atención durante el Vía Crucis Popular, empinando por José Arrieta, caminando debajo de los aviones, desde Tobalaba hasta la mansa y herida Villa Grimaldi, en Peñalolén.

Y ahí está él, llevando a cada paso su metro ochenta y nueve de altura, silencioso, siguiendo con voz dura el canto mientras mira el suelo: “Nosotros venceremos / Nosotros venceremos / Sobre el odio, con amor / Algún día será / Cristo venció / Nosotros venceremos”. Puga recibe a todo el mundo, besa y abraza varias mejillas, se deja abrazar y besar en las propias y luego camina un poco hasta apartarse y concentrarse nuevamente en sí mismo, hacia adentro de todo lo suyo, donde parece permanecer mucho rato, hasta que vuelve a cantar: “Y seremos libres, y seremos libres / No tiene cadenas el amor / Viviremos en Paz”.

Puga estudiaba Arquitectura en la Universidad Católica cuando abandonó la carrera y a su novia por el sacerdocio, tras conocer las llamadas “poblaciones callampas” durante su paso estudiantil. Alcanzó a trabajar como párroco en Pudahuel y Villa Francia antes de ser detenido en 1974 y llevado a Villa Grimaldi.

Me acerco a Mariano aprovechando una pausa del recorrido, dentro de una plaza ceñida por la sombra de los árboles. Me sonríe no como si me conociera, sino como si me quisiera y me invita a que nos sentemos en unas escaleras, “No me gustan las entrevistas, ahora que se murieron todos los curas obreros, soy el único que queda, por eso no me gustan las entrevistas” me dice antes de pegar su cara a la mía para escucharme mejor. En su boca hay un suave aliento a pan fresco, a ternura. Un olor que pacifica.

Padre, usted trabajó en poblaciones que son muy emblemáticas por su lucha y su organización, ¿Considera que la izquierda de hoy abandonó el trabajo en poblaciones?

A mí me tocó trabajar en las poblaciones más puntudas durante la dictadura, donde había organizaciones políticas, organizaciones sociales, comunidades cristianas populares, donde todas esas organizaciones, sean de creyentes o sean de políticos tenían una causa común: la lucha por los derechos humanos, por los derechos del pueblo. Hoy día todo esto se ha diluido en una sociedad de mercado; y muchos y muchas de los conductores, líderes de esa comunidad cristiana, líderes de esos partidos, se han infiltrado en el sistema de mercado. Y esto ha permitido que los poderosos, que los grandes poderes económicos y políticos hacen hoy día lo que quieren con el pueblo, esa es la realidad.

¿Pero eso también pasó con la izquierda en las poblaciones?
Hoy día no hay izquierda. De izquierda son una serie de grupos que no tienen mucha orgánica entre ellos, que están divididos entre ellos, que tienen propuestas políticas distintas. Una de las cosas que ha logrado este sistema es precisamente dividir la izquierda histórica.
Es cierto eso. El año pasado, para las elecciones de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, fueron ocho las listas de izquierda que compitieron entre ellas.
¿Te das cuenta? Lo mismo que pasa entre las comunidades cristianas con las conducciones que hay hoy, una generación de pastores, de curas, que están en una línea muy distinta de la opción de la Iglesia por los pobres, de la opción de la Iglesia por los derechos humanos, la opción de la Iglesia por el protagonismo de los pobres y de la Teología de la Liberación. Lo que está haciendo nuestro querido Papa Francisco es tratar de recuperar esa Iglesia del evangelio, esa iglesia de los pobres, pero los conductores de la Iglesia no están en la parada del Papa Francisco. Lo admiran pero no lo imitan.
¿Se refiere a conductores de la Iglesia como Ricardo Ezzati o Francisco Javier Errázuriz, por ejemplo?
Yo creo que más allá de la persona, ellos también son el producto de una Iglesia que "involucionó", o sea que se metió en su problema interno y se olvidó del problema de los pobres, de los excluidos de nuestras sociedades. Hoy día estos pastores, y nosotros mismos, somos también herederos de una Iglesia que se olvidó de su origen, que se olvidó del Jesús histórico, del Jesús de los últimos, de los sin poder. Hoy día la Iglesia está mucho más comprometida con los poderosos de este mundo, aún la jerarquía. Yo creo que el fenómeno de la Iglesia de Osorno es uno más de los ejemplos dentro del conjunto: es una Iglesia que se genera a espaldas del pueblo, es una Iglesia que se genera a espaldas de a los que Jesús les dio el privilegio primero: felices ustedes los pobres, felices los limpios, felices los que tienen hambre y sed de justicia. Esos eran los primeros para Jesucristo. No son los primeros hoy día en la Iglesia.
Al cura Mariano se le cierra el ojo derecho. Apenas puede abrirlo y si lo hace no logra mantenerlo así por muchos segundos, se le vuelve a perder debajo de pliegues curtidos por el paso de sus ochenta y dos años. El ojo izquierdo no, se mantiene abierto, llevándose toda la atención que el otro no logra ostentar. Es un ojo profundamente claro, sereno y transparente. Y desde ahí me habla, desde el izquierdo claro, sereno y transparente.
En el último tiempo el tema del aborto ha estado muy presente, tanto en el Congreso como en la calle. ¿Qué opina usted de las intervenciones de algunos parlamentarios de la UDI y RN durante la discusión del proyecto de ley del aborto en tres causales?
Yo creo que aquí hay una exacerbación de toma de posiciones en que unos dicen "Estamos por la vida" y otros dicen "Estamos contra el aborto". Unos dicen "La persona tiene derechos propios, independiente de los derechos de su madre" y otros dicen "La madre puede hacer en su cuerpo lo que ella quiera". Yo creo que aquí estamos mostrando una sociedad pluricultural y de acuerdo con esa estructura, pluriética. Y los cristianos no estamos acostumbrados a eso, la Iglesia, por razón de ser, no sólo es anti-aborto, es también justicia del que ha nacido porque se preocupa de toda la vida de esas personas. El problema acá son las contradicciones que hay hoy día...
Paralelo a nuestra conversación, los fieles del Vía Crucis comienzan a gritar "¡Mar para Bolivia, Mar para Bolivia!". "Mira qué lindo lo que están diciendo" me dice el padre, y continúa:
Lo que me molesta a mí es que aquí hay una especie de hipocresía, hay un doble estándar, hay una esquizofrenia. Yo estoy en contra del aborto, pero pensemos por qué esa mamá quiso abortarlo y toquemos las causas que producen ese aborto. Como decimos en el evangelio: tener compasión de la situación de una madre porque por los motivos a veces más atroces -y nos toca verlos a los curas- quiere abortar; y muchas mamás son conscientes de eso: "Padre, tengo que abortarlo porque no me queda otra, porque no tengo posibilidad de vida que darle, porque no tengo posibilidad de amamantarlo".
Por eso hay que tocar esos sistemas. La ley del aborto debe tocarse en toda su extensión, no sólo para que nazcan. Hay que jugársela en esta sociedad de mercado que, como dice el Papa, es una sociedad que mata y que excluye. Yo soy yo antes de nacer y tú eres tú antes de nacer. Entonces, ¿qué es jugársela contra el aborto? Es jugársela por la vida entera de esa persona.
¿Y los parlamentarios anti-aborto se la juegan por la vida entera de una persona, o sólo por la vida cuando está en el vientre?
Ese es un grupo que se la juega contra el aborto; pero yo les dije "¿Por qué no vienen a manifestarse con nosotros?". Porque nosotros nos jugamos por esa persona hasta que muera, o sea nos jugamos por darle a esa persona los mismos derechos a la salud, a la vivienda, a la educación, a la dignidad. Y ahí es cuando se produce una esquizofrenia que encuentro hipócrita: que es jugársela contra el aborto y después no hacer nada proporcionado a la lucha que hacemos para que haya justicia en un país de muerte. Eso es lo que encuentro hipócrita en esto. Esos son los grandes poderes del capital, los poderes económicos y políticos que justifican este sistema chileno, que es el tercer país del mundo con mayor desigualdad de la distribución de los bienes. Evidente que hemos hecho muchos progresos, pero cuando se discuta el problema del salario mínimo en un país donde una minoría gana millones mientras una mayoría sigue excluida, ¿qué va a pasar?.
¿Realmente es tan importante la vida para esa persona cuando gana 200 millones de pesos y le paga a sus obreros 250 mil pesos? Él sabe que no se puede vivir con eso. Él votó en contra del aborto. Esa es la hipocresía delante de Jesús: Votar contra el aborto y por otro lado votar 250 mil pesos de salario mínimo.
Ese es nuestro problema. Si nos jugamos por la vida, juguémonos desde que hay vida hasta que muere ese pobre, ese excluido, ese cabro que cayó en la droga, esos que no tienen casa, esos que van a los hospitales y forman colas y esperan meses. Juguémonos con la misma fuerza por las distintas etapas de las vidas de las personas.
¿Usted penalizaría a una mujer que abortó?
Estamos en el año de la misericordia, de la compasión. Es tan fácil dictar leyes, es tan fácil hacer afirmaciones morales, universales, pero al mismo tiempo no tener compasión de situaciones límites. A los curas nos toca ver esas situaciones límites a cada rato; y les damos el perdón de Jesús. ¿Por qué la sociedad condena a las mujeres que abortan sin auto-condenarse de haber producido estructuras, sistemas económicos, políticos y culturales que excluyen a millones y que hace que muchos piensen en el aborto porque no tienen ninguna esperanza de que sus hijos puedan crecer en un Chile justo y fraterno?
Padre, ¿se considera feminista?
Yo creo que no considerarse feminista es considerarse inhumano, porque la raza humana somos mujeres y hombres. Vivimos en un mundo machista, para qué decir dentro de la Iglesia Católica, ahí ya llegamos a la exageración. Las mujeres en la Iglesia son 3/4 de ella. Son las que hacen la tarea de cada día. Pero cuando se trata de compartir con ella el servicio del poder a la comunidad, no tiene ningún espacio. Eso es machismo, y tendríamos que empezar por la Iglesia a repensar que Dios, nuestro creador, nos hizo iguales en derechos. Yo creo que la Iglesia no puede hablar mucho en una sociedad machista sin revisarse a ella también.
Y a esta sociedad, además de machista, como usted dice, ¿cómo la ve en cuanto a otros derechos humanos? Una sociedad en la que tenemos la Constitución de la dictadura, donde hay represión al pueblo Mapuche, donde hay sindicalistas y dirigentes asesinados como Juan Pablo Jiménez o inmolados como Marco Antonio Cuadra que se quemó a lo bonzo, con desaparecidos en democracia como José Huenante, o con estudiantes agredidos al borde de la muerte como Rodrigo Avilés.
Creo que estamos viviendo uno de los peores momentos en identidad chilena, en valores chilenos. Hemos hecho progresos materiales evidentes en comunicaciones, en vivienda, en salud, en educación, pero yo no sé si con los valores con los que vivimos hoy día los chilenos estamos progresando o vamos para atrás. Yo creo que desde el momento en que Chile aceptó entrar en el sistema de mercado, algo perdimos del alma chilena. Eso que uno ve entre los pobres de las poblaciones cuando se quema una casa, y antes de que la casa termine de quemarse, ya unos vecinos se llevaron a los niños, y otros llegaron a traerles cama, y otros los invitan a comer a su casa; O las mingas de Chiloé; o las formas de solidaridad que vivimos durante la dictadura. Lo que hoy día mueve el alma de Chile no es la fraternidad, no es la preocupación por los excluidos. Hoy lo que nos mueve a los chilenos -y esto lo digo con profundo dolor- es el mercado, es tener, es acumular, aún cerrando los ojos y el corazón a los que están excluidos. Y eso, a la luz del evangelio es una sociedad de malditos, como diría Jesús. Yo creo que Jesús maldice a una sociedad en que se excluye la fraternidad, en que se excluye la compasión con el débil y con el pobre. Y en ese sentido estamos viviendo tal vez una de las crisis morales más profundas de Chile.
El padre es interrumpido por dos niños que le entregan una carta manchada de colores y le piden una foto. Mariano Puga está cansado, pero aún así se pone de pie, me mira y me dice que debe regresar, que debería yo también no perderme los discursos que se están pronunciando, discursos que hablan del medio ambiente, de las comunidades indígenas, discursos como los de Alicia Lira, Presidenta de la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos, que exige "Justicia plena y no a medias" y todos aplauden y algunos se emocionan. Y entonces el padre Mariano se aleja con sus chalas de cuero y sus uñas roídas y sus dedos curvos y callosos debajo de jeans anchos y camisa a cuadros de color violeta o gris, no se sabe, depende del sol, del remanso de la copas de los árboles.
Todos vuelven a caminar. A la cabeza del Vía Crucis va la siempre sonriente madre Karoline Meyer, símbolo de las religiosas de la Teologíade la Liberación, con su carita pequeña repartiendo papeles con cánticos populares para acompañar las guitarras. Llegan a las puertas de Villa Grimaldi. Allí Mariano Puga fue detenido y torturado en 1974, después estuvo en Tres Álamos. Luego del exilio en Perú trabajó varios años como párroco de La Legua hasta que se fue a Chiloé, de donde regresó hace dos años para instalarse en Villa Francia. Apenas cruza el umbral y entra al parque Villa Grimaldi, el padre se recoge. Saluda, sí, con afecto, sí; pero no quiere más fotos. Se sienta en un rincón a escuchar en silencio, lejos del protagonismo de su presencia, pero no puede decir que no cuando le piden un sermón final. Erguido, serio, de pie, toma el micrófono y dice: "Los invito a repetir conmigo: Felices los pobres, porque de ellos es el reino. Felices los perseguidos por buscar el bien, porque serán llamados los hijos de Dios. Felices los hambrientos de justicia, porque serán saciados". Y cierra los ojos, ambos, el que siempre está cerrado y el que siempre permanecerá abierto.
RD/El Desconcierto

Frei Betto: "El cristianismo como proyecto civilizatorio"



"Jesús predicó que el ser supremo para el ser humano es el ser humano"


"El abrazo a paradigmas cartesianos no justifica que rompamos su flauta"


(Frei Betto).- El Brasil es un país de matriz cristiana. Pregúntenle a un hombre o mujer del pueblo cuál es su visión del mundo y de seguro que oirá una respuesta teñida decategorías religiosas.
El cristianismo, en su versión católica, llegó a nuestro país del brazo con el proyecto colonizador portugués. Integrarse a la civilización, tal como lo entendía la península, era hacerse cristiano. Ésta fue la obsesión misionera de Anchieta: anular las convicciones religiosas de los pueblos originarios de la tierra brasilis, consideradas idólatras, para introducir el cristianismo según la teología europea occidental, en clara agresión a la cultura indígena.
Los colonizadores trajeron a los africanos como esclavos. Éstos tenían que someterse al bautismo para entrar en el infierno aquí en la Tierra, con la promesa de que, si eran dóciles a la voluntad y a los perversos caprichos de los blancos, habrían de merecer el paraíso celestial como recompensa. En las barracas de los esclavos se predicaba a Jesús crucificado para que se resignaran a los sufrimientos atroces, y en las casas-hacienda al Sagrado Corazón para que abrieran sus cofres a las obras de la Iglesia.
La flauta y la hostia consagrada
A comienzos del siglo 20 un sacerdote destinado a catequizar una aldea del Xingu quedó indignado al constatar que el ritual religioso se centraba en una flauta tocada por el chamán y cuya música establecía la conexión con el Transcendente. Encerrados en sus cuartos, las mujeres y los niños tenían prohibido asistir a la ceremonia.
Escoltado por soldados, el misionero trajo la flauta al centro de la aldea, hizo venir a las mujeres y a los niños y, ante todos, rompió el instrumento musical, rechazado como idolátrico, y predicó sobre la presencia de Dios en la hostia consagrada. Ahora bien, ¿qué impide que un grupo indígena ingrese en el templo de Candelaria, abra el sagrario, rompa las hostias consagradas y las tire al suelo? Sólo la falta de una escuela suficientemente dotada.

Fe y política
Nosotros, los occidentales, desacralizamos el mundo o, como prefiere Max Weber, lodesencantamos. Hasta el punto de decretar "la muerte de Dios". Si abrazamos paradigmas tan cartesianos, felizmente en crisis, eso no es motivo para "romper la flauta" de los pueblos que toman en serio sus raíces religiosas.
Hoy se equivoca el Oriente por ignorar la conquista moderna de la laicidad de la política y de la autonomía recíproca entre religión y Estado. Y yerra el Occidente por "sacralizar" la economía capitalista, endiosar la "mano invisible" del mercado y desdeñar las tradiciones religiosas, pretendiendo confinarlas a los templos y a la vida privada.
Los orientales se equivocan por confesionalizar la política, como si las personas se dividiesen entre creyentes y no creyentes (o adeptos a mi fe y los demás). Cuando la línea divisoria de la población mundial es la injusticia que margina a 4 mil de los 7 mil millones de habitantes.
A su vez los occidentales caen en el grave error de pretender imponer a todos los pueblos, por la fuerza y por el dinero, su paradigma civilizatorio fundado en la acumulación de la riqueza, en el consumismo y en la propiedad privada por encima de los derechos humanos.
Un cristianismo a imagen y semejanza del capitalismo
Muchos de nosotros, presentes en esta sala de la Academia Brasileña de Letras, somos hijos e hijas del siglo 20 y nacimos en familias católicas. Fuimos bautizados y crismados, hicimos la primera comunión, aprendimos a rezar y a tenerles devoción a los santos y santas.
Ese cristianismo casaba perfectamente con la moral burguesa que divorciaba lo personal de lo social, lo privado de lo público. Era pecado el masturbarse pero no el pagar un salario injusto a la empleada doméstica recluida en la casa en un cuartucho irrespirable, desprovista de derechos laborales y obligada a desempeñar múltiples tareas. Era pecado faltar a misa los domingos, pero no el impedir a una niña negra el asistir al colegio religioso de los blancos. Era pecado tener malos pensamientos, pero no el gastar en licor en una noche lo que el mesero que servía no ganaba en tres meses de trabajo.
Como señaló Max Weber, el cristianismo dotó de espíritu al capitalismo. Hay que tener fe en la mano invisible del mercado, así como se cree en el Dios que no se ve. Hay que estar convencido de que todo depende de méritos personales, y que la pobreza es resultado de pecados capitales como la pereza y la lujuria. Hay que tener presente que son muchos los llamados pero pocos los elegidos para disfrutar, ya en la Tierra, las alegrías que el Señor promete a los escogidos en las mansiones celestiales...
No fue el cristianismo quien convirtió al imperio romano en la época de Constantino.Fueron los romanos quienes convirtieron a la Iglesia en potencia imperial. De igual modo, no fue el cristianismo quien evangelizó a Occidente sino que fue el capitalismo occidental quien lo impregnó del espíritu de usura, de individualismo, de competitividad. ¿Y qué es lo que la historia exhibe como resultado?
Todas las naciones esclavistas de la modernidad eran cristianas. Eran cristianas las naciones que promovieron el genocidio indígena en América Latina. Es cristiano el país que cometió el mayor atentado terrorista de la historia al calcinar a miles de personas con las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Eran cristianos los gobiernos que desencadenaron las dos grandes guerras del siglo 20. Ostentaban el título de cristianas las dictaduras que, en el siglo pasado, proliferaron en América Latina, patrocinadas por la CIA. Cristianos son los países que más devastaron el medioambiente. Como son cristianos los que producen más pornografía y abastecen el narcotráfico. Y son cristianas muchas naciones, como el Brasil, en las que se torna insultante la desigualdad social.
¿De qué diablos de cristianismo estamos hablando? Ciertamente no del que reflejaría en la práctica los valores proclamados por Jesucristo.
¿Jesús vino a fundar una religión?
Fuimos educados en la idea de que Jesús vino a fundar una religión o una Iglesia. Eso no concuerda con lo que dicen los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, principales fuentes sobre la persona de Jesús.
En todos esos evangelios la palabra Iglesia (ecclesia, en griego) sólo aparece dos veces, y sólo en el evangelista Mateo. Y esos evangelios constatan que Jesús fue crítico severo de la religión vigente en la Palestina de su tiempo, para lo cual basta con leer el capítulo 23 de Mateo.
La expresión Reino de Dios (o reino de los cielos en Mateo) aparece más de cien veces en boca de Jesús. El teólogo Alfred Loisy decía que Jesús predicó el Reino, pero lo que llegó fue la Iglesia...
Jesús vivió, murió y resucitó en el reino de César, título dado a los primeros once emperadores romanos. Desde el año 63 antes de nuestra era Palestina estaba sometida al dominio del imperio romano. Era una simple provincia fuertemente controlada política, económica y militarmente desde Roma. Toda la actuación de Jesús se dio bajo el reinado del emperador Tiberio Claudio Nero César, que permaneció en el poder desde el año 14 al 37. La Palestina en la que vivió Jesús estaba gobernada por autoridades nombradas por Tiberio, como el gobernador Poncio Pilatos (que, curiosamente, quedó inmortalizado en el Credo cristiano) y la familia del rey Herodes. Predominaba allí una sociedad tributaria dirigida por un poder central mantenido por los impuestos cobrados al pueblo, tanto el de las comunidades rurales como el de las ciudades.
Por tanto, hablar de otro reino, el de Dios, dentro del reino de César, equivaldría hoy ahablar de democracia en tiempo de dictadura. Lo cual explica el por qué todos nosotros, cristianos, somos discípulos de un prisionero político. Como tantos perseguidos por gobiernos autoritarios, que estuvieron encarcelados, torturados y asesinados, él también fue apresado, torturado, juzgado por dos poderes políticos y condenado a muerte en cruz. La pregunta que hay que hacer es: ¿qué tipo de fe tienen hoy los cristianos que ni reaccionan ante este desorden establecido, en el cual, según la Oxfam, 62 familias tienen en sus manos la fortuna equivalente a lo que poseen 3,600 millones de personas, o sea la mitad de la humanidad?
Al contrario de lo que muchos piensan, para Jesús el Reino de Dios no era algo de arriba, del cielo, sino que era algo que debía ser conquistado en esta vida y en esta Tierra. "Vine para que todos tengan vida, y vida en abundancia" (Juan 10,10). Y él mismo fue, por excelencia, el hombre nuevo, prototipo de lo que debieran ser todos los hombres y mujeres del ‘Reino' futuro, la civilización del amor, de la justicia y la solidaridad.
Las bases de ese proyecto civilizatorio y sus valores están reflejados en la práctica y en las palabras de Jesús. Si actuamos como él, ese nuevo mundo se hará realidad. Ésta es la esencia de la promesa de Jesús.
La centralidad de lo humano
Usted puede no tener fe cristiana e incluso aversión a la Iglesia. Pero usted va por el camino de Jesús si es una persona hambrienta de justicia, despojada de cualquier prejuicio respecto a los seres humanos, capaz de compartir sus bienes con los necesitados, de preservar el medioambiente, de tener compasión y saber perdonar, y de ser solidario con las causas que defienden los derechos de los pobres.
Jesús no vino a abrirnos las puertas de los cielos. Vino a rescatar la obra originaria de Dios, que nos creó para vivir en un paraíso, según el libro del Génesis. Si el paraíso no se realizó es porque abusamos de nuestra libertad por el ansia de hacer mío lo que, por derecho, es de todos.
Jesús no vino como un extraterrestre que trajera un catálogo de verdades extrañas a nuestro mundo. Vino a re-velar, a desvelar, a quitar el velo, o sea a hacernos ver lo que ya es parte de nuestro proceder, de nuestra práctica cotidiana, pero de cuyo valor trascendente no teníamos ni idea.
Vino a despertarnos: el mundo que Dios desea tiene ese perfil, esas características. Un mundo en el que no haya excluidos, hambrientos ni tratados injustamente. Un mundo en el que la solidaridad reine sobre la competitividad y la reconciliación sobre la venganza.
Ese proyecto de Dios, anunciado por Jesús, tiene su centralidad, no en Dios, sino en el ser humano, imagen y semejanza de Dios. Sólo en la relación con el prójimo se puedeamar, servir y dar culto a Dios.
Los misioneros que colonizaron América Latina quemaron indígenas, como el cacique Hatuey, en Cuba, por dar culto a otro dios distinto del de los cristianos. Ahora bien, Jesús no predicó a los fariseos y saduceos otro Dios, diferente de aquel a quien daban culto los judíos en el templo de Jerusalén. Predicó que el ser supremo para el ser humano es el ser humano. En Mateo 25, 31-46 Jesús se identifica con el hambriento, el sediento, el emigrante, el desnudo, el enfermo, el prisionero. Y recalca que sirve a Dios quien libera al prójimo de un mundo que produce esas formas de opresión y exclusión.
Por tanto lo que Jesús vino a introducir entre nosotros no fue una Iglesia o una nueva religión, sino un nuevo proyecto civilizatorio, basado en el amor al próximo y a la naturaleza, en el compartimiento de las bienes de la Tierra y de los frutos del trabajo humano. Una nueva civilización en la que todos quedarían incluidos: ciegos, cojos, leprosos, mendigos y prostitutas. Y en la cual la vida, don mayor de Dios, sería disfrutada por todos en plenitud.
¿Cómo lograr semejante proyecto civilizatorio? Jesús acentuó nítidamente que para eso es necesario renunciar, como valores o meta de la vida, al tener, al placer y al poder, simbolizados en los episodios de las tentaciones sufridas por él en el desierto (Lucas 4, 1-13). Y, al contrario de lo que se supone, quien lo hace encuentra lo que todo ser humano más ansía, la felicidad o, en términos del Evangelio, la bienaventuranza, explicitada por Jesús en ocho vías que imprimen sentido altruista a nuestras vidas (Mateo 5,3-12).
Hay que ser solidario con los excluidos, como hizo el buen samaritano; compasivo, como el padre del hijo pródigo; despojado, como la viuda que donó al templo el dinero que necesitaba. Hay que asegurar a todos condiciones dignas de vida, como se dice en el relato de la multiplicación de panes y peces. Hay que denunciar a los que ponen la ley por sobre los derechos humanos y hacen de la casa de Dios una cueva de ladrones. Hay que hacer de nuestra carne y sangre pan y vino para que todos, como hermanos y hermanas, en torno a la misma mesa, comulguen en el milagro de la vida unidos por un solo Espíritu.
Ahora bien, si estamos de acuerdo con el fundamento de toda la predicación de Jesús -de que el ser supremo para el ser humano es el mismo ser humano- entonces sólo nos falta preguntar por qué tantos seres humanos, en este mundo globocolonizado en que vivimos, están condenados, por estructuras injustas, a la miseria, a la exclusión, a la emigración forzosa, a la muerte precoz, en fin a una vida de sufrimiento y opresión.
Y tengan o no fe en Dios, todos los que se comprometen en combatir las causas de la injusticia hacen la voluntad de Dios según la palabra de Jesús. Y así demuestran que ese "reino de César" debe ser abolido para dar lugar a otro reino, en el cual todos tengan asegurados, por sus estructuras, la vida en plenitud. En eso se resume el proyecto de Dios para la historia humana y la utopía anunciada por Jesús.
RD

CVX: Conversando con Joanna Lecaros, CVX Puerto Montt



Joanna Lecaros, es la actual Presidenta Regional de la CVX de Puerto Montt y aprovechando mi paso por esta ciudad, nos juntamos a conversar sobre esta CVX regional, además, de llevarme a conocer la Torre Campanario de los Jesuitas.
Aparte de contarnos en que está la CVX de Puerto Montt y sus proyectos, nos habla de su experiencia en la Comunidad de Vida Cristiana
"...llegué como guía de las comunidades secundarias y ahí conocí a la CVX, conocí a la Iglesia, a la comunidad jesuita; conocí a Dios desde el 2000, desde que llegamos con mi marido y con mi familia. Fue una experiencia bien bonita de conversión y, también por eso, le tengo mucho cariño a la CVX..."

TIEMPO PARA LA ORACIÓN




Leemos Lc. 17,11-19. Es de agradecer que personas que no tienen compromiso alguno con otras terceras, se detengan en su camino para socorrer. Algo así ocurrió en aquel encuentro de Jesús con los leprosos: se detuvo, miró su estado físico, espiritual, corporal... y los curó. Tan solo uno de ellos tuvo la gentileza de, volviendo sobre sus pasos, darle gracias por aquella curación. Hoy podemos considerar como imprescindible tener fe. Una fe que nos hace confiar en Él, esperar en Él, apoyarnos en Él, curar nuestras dolencias en Él. Hay mucho desagradecido suelto. Mucho hijo de Dios que, teniéndose como tal, olvida rezar el padrenuestro. El mundo de las prisas, del individualismo y de la factura: pensamos que todo lo bueno viene de cualquier sitio... menos de Dios

QUE NO ME OLVIDE, SEÑOR, 
de darte las gracias por lo mucho que me das, 
y de esperar, cuando tardas en llegar. 
Darte las gracias por los detalles insignificantes, 
por los dones que, de tantas personas, recibo sin saberlo, 
por las sonrisas que, por la calle, se me regalan, 
por los rostros que no me son indiferentes. 

QUE NO ME OLVIDE, SEÑOR, 
de ver tu mano allá donde solo veo el mundo, 
de abrir mi corazón a tu presencia, 
de tener mis ojos despiertos a tu paso, 
de abrir mis manos a quien lo necesita. 

QUE NO ME OLVIDE, SEÑOR, 
de cultivar la gratitud cuando tanto se me da, 
de decir “gracias” por pequeñas o grandes cosas, 
de agradecer la fe como don y como tarea, 
de pedir cuanto necesite, 
aunque no sea a la hora que yo lo espere 

QUE NO ME OLVIDE, SEÑOR, 
de cuidar el corazón con la vitamina de la gratitud, 
de fortalecer mi fe con el arma de la oración, 
de robustecer mi alma con savia de la caridad, 
de curar mi espíritu con la confianza en ti. 
Amén. 

 Javier Leoz

Ana María Pedroza FMI
Vida Marianista

DIME UNA PALABRA por Luis Fernando Crespo SM. PASCUA II

03.29


Pascua II

29 de marzo
Martes de la octava de Pascua

Jn 20, 11-18 ¡María!
Di mi nombre, Señor, llena de alas mi corazón, envuelve mis entrañas con el vuelo de tu amor, derrama tu flor en mi pecho ardiente, lléname de tu dulzura pascual, enciende mi ser en el rojo de tu pasión, en el blanco limpio de tu resurrección, baila con el sol de esta mañana, rompe la tela de este dulce encuentro.

Luis Fernando Crespo SM
Dime una Palabra

Iniciando el contacto con RESURRECCIÓN ES... con el Hermano Cortés


Saturday, March 26, 2016

IMÁGENES DE LA VIGILIA PASCUAL EN ROMA


































Corriere della Sera

El Papa en la Vigilia pascual: "El Señor está vivo y quiere que lo busquemos entre los vivos". Viideo, homilía completa


"¡Cristo ha resucitado! Abrámonos a la esperanza y pongámonos en camino"



"Que el Señor nos libre de esta terrible trampa de ser cristianos sin esperanza"


 Olvidándonos de nosotros mismos, como siervos alegres de la esperanza, estamos llamados a anunciar al Resucitado con la vida y mediante el amor


(José M. Vidal).- Vigilia pascual presidida por el Papa en la Basílica de San Pedro. Con el paso de la oscuridad a la luz. Y tras la homilía de denuncia de ayer de los males dle mundo, Francisco hizo un canto a la alegría de la Resurrección y a la esperanza, al tiempo que invitaba a "ponernos en camino", para "anunciar al resucitado con la vida mediante el amor".
Primero el rito de la bendición del fuego y del cirio pascual: "Cristo, ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega". Tras el rito, el Papa enciende el cirio pascual y, despues, su propia vela y entran en la Basílica. Son las dos únicas luces que brillan en el templo: la del cirio pascual y la del Papa. Poco a poco, se van encendiendo más velas. Y al tercer canto del "Lumen Christi", se enciende la luz eléctrica.
La ceremonia transcurre en silencio y sin música, hasta que el diácono canta el largo y profundo pregón pascual o "Exultet", que comienza así:
Alégrense por fin los coros de los ángeles,
Alégrense las jerarquías del cielo,
y por la victoria de rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra, inundada de tanta claridad,
y que, radiante con el fulgor del rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla,
que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
revestida de luz tan brillante;
resuene este templo
con las aclamaciones del pueblo.
termina así:
¡Qué noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano con lo divino!
Te rogamos, Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre,
para destruir la oscuridad de esta noche,
arda sin apagarse
y, aceptado como perfume,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso
Jesucristo, tu Hijo,
que, volviendo del abismo,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina por los siglos de los siglos.
Amen.




Y tras el Exultet, diversas lecturas en diferentes lenguas. La lectura en inglés la hace una chica discapacitada. Y tras las lecturas, el gloria. Y suenan el organo, las campanillas y las campanas del Vaticano.
Una lectura más y el diácono entona por tres veces, cada vez más alto, el Aleluya.
Texto íntegro de la homilía del Papa
«Pedro fue corriendo al sepulcro» (Lc 24,12). ¿Qué pensamientos bullían en la mente y en el corazón de Pedro mientras corría? El Evangelio nos dice que los Once, y Pedro entre ellos, no creyeron el testimonio de las mujeres, su anuncio pascual. Es más, «lo tomaron por un delirio» (v.11). En el corazón de Pedro había por tanto duda, junto a muchos sentimientos negativos: la tristeza por la muerte del Maestro amado y la desilusión por haberlo negado tres veces durante la Pasión.
Hay en cambio un detalle que marca un cambio: Pedro, después de haber escuchado a las mujeres y de no haberlas creído, «sin embargo, se levantó» (v.12). No se quedó sentado a pensar, no se encerró en casa como los demás. No se dejó atrapar por la densa atmósfera de aquellos días, ni dominar por sus dudas; no se dejó hundir por los remordimientos, el miedo y las continuas habladurías que no llevan a nada. Buscó a Jesús, no a sí mismo. Prefirió la vía del encuentro y de la confianza y, tal como estaba, se levantó y corrió hacia el sepulcro, de dónde regresó «admirándose de lo sucedido» (v.12). Este fue el comienzo de la «resurrección» de Pedro, la resurrección de su corazón. Sin ceder a la tristeza o a la oscuridad, se abrió a la voz de la esperanza: dejó que la luz de Dios entrara en su corazón sin apagarla.
También las mujeres, que habían salido muy temprano por la mañana para realizar una obra de misericordia, para llevar los aromas a la tumba, tuvieron la misma experiencia. Estaban «despavoridas y mirando al suelo», pero se impresionaron cuando oyeron las palabras del ángel: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?» (v.5).
Al igual que Pedro y las mujeres, tampoco nosotros encontraremos la vida si permanecemos tristes y sin esperanza y encerrados en nosotros mismos. Abramos en cambio al Señor nuestros sepulcros sellados, para que Jesús entre y lo llene de vida; llevémosle las piedras del rencor y las losas del pasado, las rocas pesadas de las debilidades y de las caídas. Él desea venir y tomarnos de la mano, para sacarnos de la angustia. Pero la primera piedra que debemos remover esta noche es ésta: la falta de esperanza que nos encierra en nosotros mismos. Que el Señor nos libre de esta terrible trampa de ser cristianos sin esperanza, que viven como si el Señor no hubiera resucitado y nuestros problemas fueran el centro de la vida.
Continuamente vemos, y veremos, problemas cerca de nosotros y dentro de nosotros. Siempre los habrá, pero en esta noche hay que iluminar esos problemas con la luz del Resucitado, en cierto modo hay que «evangelizarlos». No permitamos que la oscuridad y los miedos atraigan la mirada del alma y se apoderen del corazón, sino escuchemos las palabras del Ángel: el Señor «no está aquí. Ha resucitado» (v.6); Él es nuestra mayor alegría, siempre está a nuestro lado y nunca nos defraudará.
Este es el fundamento de la esperanza, que no es simple optimismo, y ni siquiera una actitud psicológica o una hermosa invitación a tener ánimo. La esperanza cristiana es un don que Dios nos da si salimos de nosotros mismos y nos abrimos a él. Esta esperanza no defrauda porque el Espíritu Santo ha sido infundido en nuestros corazones (cf. Rm 5,5). El Paráclito no hace que todo parezca bonito, no elimina el mal con una varita mágica, sino que infunde la auténtica fuerza de la vida, que no consiste en la ausencia de problemas, sino en la seguridad de que Cristo, que por nosotros ha vencido el pecado, la muerte y el temor, siempre nos ama y nos perdona. Hoy es la fiesta de nuestra esperanza, la celebración de esta certeza: nada ni nadie nos podrá apartar nunca de su amor (cf. Rm 8,39).
El Señor está vivo y quiere que lo busquemos entre los vivos. Después de haberlo encontrado, invita a cada uno a llevar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en los corazones abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la luz de la vida. Hay tanta necesidad de ella hoy. Olvidándonos de nosotros mismos, como siervos alegres de la esperanza, estamos llamados a anunciar al Resucitado con la vida y mediante el amor; si no es así seremos un organismo internacional con un gran número de seguidores y buenas normas, pero incapaz de apagar la sed de esperanza que tiene el mundo.
¿Cómo podemos alimentar nuestra esperanza? La liturgia de esta noche nos propone un buen consejo. Nos enseña a hacer memoria de las obras de Dios. Las lecturas, en efecto, nos han narrado su fidelidad, la historia de su amor por nosotros. La Palabra viva de Dios es capaz de implicarnos en esta historia de amor, alimentando la esperanza y reavivando la alegría. Nos lo recuerda también el Evangelio que hemos escuchado: los ángeles, para infundir la esperanza en las mujeres, dicen: «Recordad cómo [Jesús] os habló» (v.6). No olvidemos su Palabra y sus acciones, de lo contrario perderemos la esperanza; hagamos en cambio memoria del Señor, de su bondad y de sus palabras de vida que nos han conmovido; recordémoslas y hagámoslas nuestras, para ser centinelas del alba que saben descubrir los signos del Resucitado.
Queridos hermanos y hermanas, ¡Cristo ha resucitado! Abrámonos a la esperanza y pongámonos en camino; que el recuerdo de sus obras y de sus palabras sea la luz resplandeciente que oriente nuestros pasos confiadamente hacia la Pascua que no conocerá ocaso.