Tuesday, May 13, 2025

Carta abierta al Papa León XIV: “Ha llegado nuevamente el tiempo de romper muros” por Martha Zechmeister


Querido hermano Papa León: Me alegra profundamente tu elección. Me llena de inmensa alegría que haya sido elegido Papa un hombre de Iglesia misionera, un hombre de verdadera interculturalidad, un “pastor con olor a oveja”. Y agradezco que tu elección prometa continuidad con la labor del Papa Francisco.

Él volvió a colocar en el centro de la Iglesia lo que debe estar en el centro: el compromiso incondicional con las personas vulnerables, marginadas, con los “descartados”. Eso es la praxis de Jesús, y a eso debemos dedicar todas nuestras fuerzas. Tu elección y el nombre de León que has escogido me llenan con la esperanza de que seguirás guiando a la Iglesia por este camino ya iniciado.

Soy religiosa, profesora de teología. El pasado jueves 8 de mayo de 2025, junto con mis estudiantes —todos jóvenes religiosos—, seguimos con atención, desde un pequeño salón de clase en El Salvador, a través de celulares y computadoras, el momento en que se alzó la fumata blanca. Nos dejamos contagiar por el entusiasmo de la multitud que llenaba la Plaza de San Pedro. Escuchamos tu primer “la paz esté con ustedes” —¡y nos llenó de alegría esa palabra tan potente, lanzada a un mundo desgarrado por las guerras! Y cuando te dirigiste a nosotros en español, expresando tu profundo respeto por la fe del pueblo latinoamericano, ya no hubo contención posible: el peruano que estaba presente en la sala entró en éxtasis.

Hermano León, me siento profundamente unida a ti en tu compromiso por una Iglesia pobre, una Iglesia de los pobres. Somos de la misma edad y compartimos trayectorias similares: la vocación a la vida religiosa, la formación teológica en la estela del Concilio Vaticano II, el dejar atrás lo que constituía nuestra identidad cultural para encontrar en América Latina un nuevo hogar; un lugar donde nos confrontamos con lo que la política imperialista del “Norte desarrollado” causa en otras partes del mundo.

Comparto contigo la dicha de haber sido acogida como hermana, como una más, en un lugar donde el Evangelio tiene una relevancia inmediata, en una Iglesia en la que no hace falta forzar la búsqueda de sentido de la fe, porque la fe es, para muchos, el pan cotidiano de supervivencia.

Hermano Papa, hace 50 años comencé mi camino consciente en la Iglesia con la confianza, quizá ingenua, de que solo sería cuestión de algunos años para llegar a una verdadera fraternidad: una Iglesia sin jerarquías basadas en el género. Aposté por una Iglesia que se inspire en Jesús y en su forma de tratar a mujeres y hombres, una Iglesia que, sin rodeos, ponga en práctica una verdad simple: “solo uno es su Padre, el del cielo; todos ustedes son hermanos y hermanas” Mt 23,8s.

León, eres un hombre sensato y sensible. Al escuchar tu primer mensaje breve y claro, me sentí muy agradecida, porque tu sobriedad y racionalidad contrastan con el populismo irracional de los machos que hoy dominan el mundo. Y eres canonista. Sabes cuánto del “aparato” de la Iglesia no se debe al derecho divino, sino que ha surgido históricamente y está marcado por el contexto y la cultura; y cuánto de eso, por tanto, puede cambiar. Lo único que debe ser “canon”, regla firme de cómo organizamos la Iglesia, es el modo en que Jesús formó comunidad, y cómo sus discípulas y discípulos se reunieron tras el encuentro con el Resucitado y la irrupción del Espíritu en Pentecostés. Todo lo demás es obra humana, y por tanto modificable.

Querido hermano Papa, al igual que tú, yo también estoy profundamente marcada por el carisma de mi congregación. Camino en la huella de Mary Ward, quien hace más de 400 años rompió los límites de lo que en aquel entonces era canónicamente posible. Ella salió de los muros de la clausura y abrió así un camino decisivo para que las mujeres pudieran participar activamente en la misión apostólica de la Iglesia. Creo que ha llegado nuevamente el tiempo de romper muros y de dejar espacio al Espíritu vivo de Dios.

León, se dice que sabes escuchar. Por eso me atrevo a dirigirme a ti con parresía bíblica, con franqueza, sin miedo y sin rodeos: ya es hora de que las mujeres sean incluidas sin restricciones en todos los ministerios y niveles de la Iglesia. No como gesto, no como excepción, no como señal simbólica. Sino en total igualdad. No se trata de poder. Se trata de dignidad. De verdad. Del Evangelio.

Para que quede claro: ciertamente no deseo ese ministerio. Nunca lo he querido —y a mis casi 70 años sería ridículo. Pero quiero contribuir a que el ministerio en la Iglesia se transforme desde su raíz: que lo rehagamos, más jesuánico, más fraterno. No como privilegio exclusivo de un género, sino como un servicio compartido de hombres y mujeres. Y sí, este ministerio tendrá que cambiar radicalmente, en sus símbolos, en sus formas, en todo.

A menudo se oye el argumento: “Ahora no es el momento, un paso así provocaría un cisma”. Puede parecer inapropiado molestarte con esto tan pronto después de tu elección. Pero nunca habrá “el momento ideal”, y este tema ya no puede esperar. Porque el cisma ya ocurre. Es el éxodo lento e imparable de mujeres (y hombres) que ya no se reconocen en una Iglesia simbólica y estructuralmente masculina. A veces este éxodo ocurre con protesta, pero la mayoría de las veces en silencio, con frustración. El verdadero escándalo no es un poco de humo rosa sobre el Vaticano, sino que la representación de Jesús siga siendo escenificada como un privilegio masculino.

La Iglesia católica es una verdadera maestra en escenificación. Y ese poder simbólico bien usado —como gesto profético— es valioso: el primer viaje del Papa Francisco a Lampedusa, su beso a los pies de una solicitante de asilo musulmana, etc. Entiendo que quisiste enviar una señal a algunos de tus hermanos cardenales cuando usaste la muceta roja y la estola dorada que Francisco había dejado de lado hace 13 años, y cuando permitiste que besaran tu anillo.

Pero justamente porque sabes leer los símbolos, espero que comprendas cuán fatal es el que en cada celebración eucarística —corazón de la comunidad cristiana— a las mujeres se les “conceda” leer las lecturas, cantar en el coro, ser acólitas. Ya no se nos excluye como “impuras” del espacio sagrado del altar. Pero quien preside, quien tiene la autoridad la autoridad para proclamar el Evangelio, para interpretar la Palabra de Dios en la homilía, quien invoca la presencia real de Cristo sobre pan y vino, sigue siendo —inevitablemente— varón. No es un detalle menor. Es una herida en el corazón de la Iglesia.

A mí no me criaron para ser feminista. Tampoco corro el riesgo de dejarme seducir por modas del momento ni de aceptar sin cuestionamientos los criterios de una sociedad secular. Fui formada como religiosa conservadora. Pero nosotras, las “buenas”, las adaptadas, las que siempre hemos callado “por el bien mayor”, nos volvemos cómplices, distorsionando el rostro de Jesús en la Iglesia.

Ya no podemos seguir haciéndolo. El Evangelio nos obliga a levantarnos de nuestra postración. A mirarles a ustedes, los hombres, de frente y con claridad, y a no seguir tolerando sus círculos cerrados de poder masculino. No para que nosotras tengamos más poder. No. Sino para que nuestro servicio al mundo sea más creíble, juntas y en igualdad.

Ser mujer no es una virtud moral, así como no lo es ser varón. Todos somos pecadores. Pero, así como somos, mujeres y hombres, estamos llamados a hacer presente a Cristo en un mundo que clama por redención. Nosotros mujeres, no podemos seguir permitiendo que nos dividan entre las feministas “malas” y agresivas, y las “mujeres buenas” y sumisas, que ayudan a mantener el sistema tal como está. Y mucho menos entre las “mujeres privilegiadas del Norte con problemas de lujo”, frente a las católicas del Sur, a quienes —según se dice— su lucha por sobrevivir les habría enseñado lo que realmente importa. De lo que se trata es de encontrarnos como mujeres en una verdadera solidaridad entre hermanas, más allá de nuestras diferencias culturales, para luchar juntas por un mundo más justo y humano, y para que nuestra Iglesia tenga un rostro más parecido al de Jesús.

Muchas de mis amigas, compañeras de camino, ya se han ido de esta Iglesia. Algunas se hicieron evangélicas porque allí pueden ejercer el ministerio en igualdad; otras se metieron en la política porque desde ahí pueden transformar más. Entiendo a unas y a otras. Y hay quienes, lamentablemente, se quedaron varadas en la desilusión. Eso me duele profundamente.

Ninguno de esos caminos está abierto para mí. Soy católica hasta los tuétanos, incurable y apasionadamente. No puedo ni quiero estar en otro lugar que no sea esta Iglesia. Y justamente por eso, le exijo con terquedad y esperanza lo que parece humanamente imposible: que se abra de verdad, profunda y sinceramente, al Espíritu transformador de Pentecostés.

A muchos clérigos una quisiera gritarles: ¡No tengan tanto miedo! ¿Por qué se aferran con tanta terquedad, encerrados en esquemas, viejos al ministerio exclusivamente masculino? ¡Tengan el valor de soltar! No hablen tanto de evangelización, ¡más bien déjense evangelizar! No van a perder nada, salvo su rigidez y sus miedos; más bien se van a reencontrar con una humanidad más rica y plena, capaz de un servicio desinteresado a los demás, a este mundo herido que clama por sanación.

Querido hermano Papa, todavía tenemos que conocerte. Pero te considero un hombre valiente, un hombre capaz de quitarles el miedo a sus hermanos y de tener el coraje para cambiar lo que parece estar escrito en piedra. Te estaré profundamente agradecida si continúas por donde comenzaste tu pontificado: con la paz. Habla con valentía y autoridad frente a los machos autoritarios de este mundo y sus estrategias de muerte. Levanta la voz contra la política excluyente del Norte hacia las y los migrantes. Pero también ten el valor de derribar los muros que siguen excluyendo e hiriendo a tus hermanas en la fe, esas que sostienen gran parte de esta Iglesia. Las mujeres somos tan capaces como los hombres de ejercer liderazgo y asumir responsabilidad. Y tal vez, en algunas cosas, incluso más —así como también hay aspectos en los que, con toda certeza, los hombres tienen sus propias fortalezas.

No quiero que esta Iglesia quede como un vestigio arcaico, reflejo de un orden social insostenible. Quiero que hombro a hombro —mujeres y hombres— transformemos este mundo. Y para eso, debemos empezar ya: con la plena integración de las mujeres en todos los ministerios de liderazgo en la Iglesia. No más tarde. Ya.

Con determinación, amor a la Iglesia y una esperanza ardiente, Tu hermana, Martha

ATRIO

Cardenal japonés explica por qué el papa León XIV fue elegido en el cónclave



Cardenal Isao Kikuchi, de Tokio

MUMBAI, India (AP) — El cardenal japonés Isao Kikuchi, de Tokio, dijo que el trabajo previo del papa León XIV como misionero y como funcionario del Vaticano fueron razones importantes por las que será un buen pontífice.

En declaraciones a Crux, el cardenal hizo reflexiones sobre la elección del cardenal estadounidense Robert Francis Prevost, miembro de la orden agustiniana, a la Cátedra de Pedro el 8 de mayo.

"El Papa León XIV tiene una rica experiencia en el trabajo misionero, especialmente en Perú, donde sirvió como misionero y luego como obispo. También dirigió la Orden Agustiniana como su Superior General y más recientemente se desempeñó como Prefecto del Dicasterio para los Obispos del Vaticano, lo que le dio una profunda experiencia tanto en la pastoral como en la administración de la Iglesia y también como un líder eficaz y confiable", dijo Kikuchi.

"En los días previos al cónclave, cerca de 180 cardenales se reunían casi todos los días en la congregación general para discutir el futuro de la Iglesia, presentar problemas y expectativas al nuevo pastor de la Iglesia universal. Todos, incluyéndome a mí y al cardenal [Thomas Aquino Manyo] Maeda de Japón, tuvimos la oportunidad de hablar y compartir nuestros pensamientos", dijo el cardenal.

Dijo que sus comentarios se centraron especialmente en nombre de Caritas Internationalis, de la que es presidente.

"Inspirada en los valores del Evangelio y en la Doctrina Social Católica, Caritas responde a los desastres, promueve el desarrollo humano integral y aboga por las causas de la pobreza y los conflictos. Se dice que Caritas Internationalis es la segunda ONG internacional más grande, pero en realidad no es una agencia de servicios de socorro operativo ni una gran agencia de financiación", dijo el cardenal antes de que tuviera lugar el cónclave.

"Es una confederación de más de 160 organizaciones miembros y se supone que cada una de ellas está bajo obispos propios y, por lo tanto, independientes. Caritas Internationalis coordina los proyectos y acciones de socorro o desarrollo entre las organizaciones miembros y promueve la identidad católica entre todas las organizaciones miembros", dijo Kikuchi a los otros cardenales en ese momento.

Le dijo a Crux que su punto era la importancia de seguir las Enseñanzas Sociales Católicas y mantener la identidad católica y desarrollar la sinodalidad entre las organizaciones miembros, lo que haría que esta enorme organización caritativa internacional fuera verdaderamente para el ministerio de caridad del Papa.

"Durante la congregación general, muchos cardenales reflexionaron sobre la importancia del liderazgo del Papa Francisco, especialmente su coraje y sabiduría para guiar al Pueblo de Dios", dijo el cardenal japonés.

"Sin embargo, todos comprendimos que no buscábamos un segundo Papa Francisco, fotocopia del Papa Francisco, sino un verdadero sucesor de San Pedro, que guiara fielmente a la Iglesia según la voluntad de Dios y respondiera a la confianza dada por Jesús", dijo.

"Muchos expresaron que necesitamos un Papa que tenga una profunda experiencia y conocimiento tanto en la pastoral como en la administración de la Iglesia con una profunda espiritualidad. Muchos expresaron la necesidad de tener un Papa con mentalidad pastoral para continuar el camino del Papa Francisco y profundizar el camino de la sinodalidad", continuó Kikuchi.

"Muchos expresaron que necesitamos que el Papa administre bien la Curia con la mente de la reestructuración iniciada por el Papa Francisco. También muchos expresaron que necesitamos un Papa con una profunda espiritualidad y una sólida comprensión de la fe para unir a todos en la Iglesia. No había tantos cardenales entre nosotros que pudieran encajar en esta categoría y el cardenal Prevost era el hombre adecuado para cumplir con todos estos requisitos", explicó.

Kikuchi le dijo a Crux que después de algunas votaciones, quedó claro para todos los cardenales en el cónclave que Prevost "es el que ya había elegido por el mismo Jesús: finalmente lo encontramos".

"Todavía no sabemos exactamente qué camino tomará el Papa León XIV. Puede que lidere de manera diferente al Papa Francisco, pero eso es parte del camino de la Iglesia. Lo más importante es que recemos todos los días por nuestro nuevo Santo Padre, pidiéndole al Espíritu Santo que lo bendiga, lo proteja y lo guíe", dijo.

"En sus primeras palabras desde la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV habló de la importancia de la paz, del diálogo y de caminar juntos como Iglesia", añadió.

"Al elegir el nombre 'León', también se conectó con el Papa León XIII, quien publicó Rerum Novarum en 1891, un documento importante considerado como la base de la enseñanza social actual de la Iglesia", dijo Kikuchi a Crux.

"Dar importancia a las enseñanzas sociales de la Iglesia tiene una importancia significativa en la buena ejecución de las actividades de la Iglesia de Caridad o de Caritas. Esto puede mostrar su fuerte preocupación por la misión de la Iglesia en el mundo de hoy", dijo.

"Caminemos juntos, escuchando la voz del Papa León", dijo el cardenal.

 Nirvana Carvalho

CRUX

Iniciando el contacto con música: Al amor más sincero con Javi Sánchez


Esta canción es hermosa en sí misma. Breve, clara y capaz de resumir en pocas palabras la vida cristiana. Y cobra un valor especial cuando recuerdo a su autor: el padre Javier Sánchez, el cura rockero y sensible, que falleció mientras se preparaba para celebrar la Eucaristía junto a unas religiosas. Un ejemplo de vida, y un ejemplo de canción.

Al amor más sincero

Al amor más sincero,
al amor sin fronteras,
al amor que dio su vida por amor,
encontré un día cualquiera.
Y a ese amor sin fronteras,
a ese amor más sincero,
a ese amor que dio su vida por amor,
le entregué mi vida entera

Javier Sánchez

pastoralsj




 

Saturday, May 10, 2025

Las dos almas del nuevo papa por Pedro Miguel Lamet sj



En las formas, León XIV no va a ser rompedor como Francisco, pero no renunciará a su espíritu

Miraba el balcón de la logia con cierto temblor. Los cardenales dentro se estaban enfrentando con el impulso inevitable de llevar a la Iglesia al otro lado del péndulo, dado el rechazo insólito de un grupo de cardenales a un papa; y, por otro lado, el clamor agradecido de un pueblo ante la entrañable autenticidad del papa Francisco. Los más expertos vaticanistas apuntaban al cardenal Pietro Parolin como solución para armonizar estas dos almas. Pero, aunque amigo y secretario de Estado del Papa, elegirlo era poner a la Iglesia en manos de un curial, de un diplomático. ¿Dónde iba a quedar el soplo gratuito y evangélico de Francisco?

Pero respiré. Aparecía una figura fisonómicamente a medio camino entre Pío XII y Pablo VI, un papa que vestía con los paramentos tradicionales, de los que se despojó en su primera aparición el papa argentino. En mis elucubraciones sobre quién sería elegido, distinguí muy claramente del contenido y las formas del fallecido papa. La Iglesia no podía renunciar a los avances de este, a su sinodalidad, su apertura a la periferia, su Iglesia en salida y predilección por los pobres, la ecología, la gente del descarte y su descentralización. Pero tenía que afrontar un problema no querido por Bergoglio al confundir la autenticidad del Evangelio con la libertad en las formas, sencillez y facundia argentinas.

Un perfil podría encarnar esa distinción, el de Robert Francis Prevost. Y finalmente apareció ante el estallido de júbilo de la multitud con el nombre de León XIV. ¿Qué había elegido la Iglesia para este tramo caótico del siglo XXI, el de la guerra de Ucrania, el exterminio de Gaza, los aranceles de Trump y la insania de Putin?

¿Un americano? No en la acepción yanqui del término (como el ex golfo de México), sino la de toda su extensión, la de toda América, la de los poderosos del norte y los excluidos del sur, la iglesia conservadora USA y la de los peruanos de Chiclayo. Un agustino, religioso como Francisco, bien formado en matemáticas, filosofía, teología y doctor en Derecho Canónico. De Chicago, pero con sangre latina; misionero de pueblo, con experiencia universal como superior: con barro en los zapatos y papeles curiales entre las manos, especialmente expertas en la delicada tarea de nombrar obispos.

Sintetizaba en poco más de un folio su primer mensaje, que enlaza con la última y temblorosa bendición pascual del moribundo Francisco, “débil” y “valiente”, del resucitado y el buen pastor; su alegría y “olor oveja”, para repetir dos urgencias claves al mundo de ahora mismo: “paz” y “puentes”; la primera “desarmada —dice— y desarmante”; los segundos “de apertura” y “de diálogo”, como los brazos de la plaza que le vitoreaba. Todo, como “una Iglesia sinodal” que camina junta en busca de paz, caridad y, otro guiño bergogliano, para “estar siempre cercana, sobre todo a los que sufren”.

De esta primera salida al balcón de San Pedro se deduce el doble rumbo que León XIV quiere imprimir a su pontificado. En las formas no va a ser rompedor como Francisco, ya que se ha demostrado que la facción más ultra, respondiendo a la obsesión formalista de toda derecha, no lo soporta. ¡Qué más da revestirse de una estola menos, si los tranquiliza! O ser más sobrio en expresiones o número de declaraciones. En eso Prevost va a regresar a la tradición.

Pero no renunciará al espíritu evangélico de Francisco: llevará a la Iglesia hacia un plus de ternura, abrirá puertas y puentes, progresando en el mayor logro teológico y pastoral de su predecesor: el camino sinodal. Sin renunciar a la defensa de los derechos y la justicia social (claro homenaje en su nombre a León XIII) de inmigrantes, pobres y marginados de todo el mundo, una Iglesia inclusiva, cercana, madre y enfermera. Para ello, en su última homilía, el nuevo papa recalca un concepto substancial para Francisco: quitarse de en medio para que aparezca Jesús: “Desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado”. Continuidad, pero mano izquierda.


Pedro Miguel Lamet
es escritor y periodista. Es autor de La pluma encarcelada: Fray Luis de León (2025).

El País


 

Friday, May 09, 2025

¿Santa Marta o el Palacio Apostólico? La primera decisión del nuevo papa que hablará sobre su estilo por José Lorenzo


Palacio Apostólico Vaticano


Francisco rompió una tradición que comenzaron los papas en 1870

Cuando, recién elegido papa, Francisco decidió instalarse en la Casa Santa Marta estaba rompiendo una tradición que se remontaba al año 1870, año en que los pontífices se instalaron en el Palacio Apostólico

Esa decisión del Papa argentino, toda una declaración de intenciones de cómo iba a ser su papado, se quiera o no pero de alguna manera va a ser tomada como baremo por el papa que salga del cónclave. ¿Volverá el sucesor número 267 de Pedro a habitar el imponente Palacio Apostólico?

Cuando, recién elegido papa, Francisco decidió instalarse en la Casa Santa Marta estaba rompiendo una tradición que se remontaba al año 1870, año en que los pontífices se instalaron en el Palacio Apostólico, hogar que fue de los sumos pontífices desde Pío IX hasta Benedicto XVI, aunque este último, como papa emérito, también vivió en el monasterio Mater Ecclesiae tras su renuncia.

Esa decisión del Papa argentino, toda una declaración de intenciones de cómo iba a ser su papado, se quiera o no pero de alguna manera va a ser tomada como baremo por el papa que salga del cónclave. ¿Volverá León XIV a habitar el imponente Palacio Apostólico? ¿Seguirá la señal de Jorge Mario Bergoglio y se retirará a los modestos aposentos de la Casa Santa Marta que mandó construir Juan Pablo II para acoger a los cardenales cuando venían a Roma para un consistorio o cónclave?

Francisco tomó la decisión de no habitar el imponente palacio (parte del cual puede ser visitado por el público) tras ingresar en él y sentir una sensación extraña que relataría más tarde en una de sus famosas entrevistas.


Sellado de las puertas de acceso al Palacio Apostólico tras la muerte de Francisco

“(Al pasar por allí) la sensación que tuve fue como la de un embudo al revés. Psicológicamente no puedo tolerarlo”, explicó en conversación con la Radio Televisión Suiza. Luego, relató, al pasar por Santa Marta, vio una habitación disponible y decidió quedarse allí.

En ningún momento parece que Francisco se hubiese arrepentido de aquella decisión. Ser uno más de los huéspedes de Casa Santa Marta le permitía estar en contacto con la gente, algo que demostró que era lo quería, como quedó patente en su última vuelta a la plaza de San Pedro horas antes de su fallecimiento el 21 de abril.


Casa Santa Marta, la que fue residencia de Francisco Vatican Media

“Estoy a la vista de la gente y hago la vida normal: misa pública a la mañana, como en el comedor con todos, etc. Esto me hace bien y evita que quede aislado”, le contaría luego por carta a una sacerdote argentino.

"Comer en el comedor, donde está toda la gente, tener la misa esa donde cuatro días a la semana viene gente de afuera, de las parroquias, me da un poquitito de holgura espiritual. Me gusta mucho eso”, dijo el papa también en entrevista en Televisa.

Vacaciones en Castel Gandolfo?

Así pues, la elección de dónde residirá el nuevo papa será un primer indicativo de su talante, aunque no cabe juzgarlo apriorísticamente por este detalle, obviamente. La austeridad de Bergoglio, que era natural, no impostada, sin embargo contrastaba con lo que era tradicional hasta entonces.


Palacio apostólico de Castel Gandolfo


Como también será indicativo si el sucesor decide finalmente ir a pasar el ferragosto romano al otro palacio apostólico que tiene los pontífices a 25 kilómetros de Roma, en Castel Gandolfo, junto al lago Albano, donde gustaba de pasar algunos días de descanso y tocando el piano Benedicto XVI.

Francisco era poco amigo de las vacaciones y pasaba sus días de descanso en Casa Santa Marta, aprovechando para trabajar en documentos o encíclicas, y sin parar de recibir a gente en audiencias privadas. Por eso, en 2016, Bergoglio permitió que el público ingresara a 20 habitaciones nunca antes mostradas, incluyendo una biblioteca privada, un estudio, una capilla y un dormitorio de Castel Gandolfo.

RD

18 de mayo, fecha de inicio del pontificado de León XIV


Prevost renueva, hasta nueva orden, a todos los cargos de la Santa Sede

La prefectura de la Casa Pontificia ha publicado los compromisos del nuevo pontífice para las próximas semanas

El domingo saldrá por primera vez al balcón de la Biblioteca Vaticana y el miércoles 21 celebrará su primera audiencia general

La misa de inicio del pontificado del papa León XIV se celebrará el domingo 18 de mayo a las 10:00 horas, en la Plaza de San Pedro, según ha anunciado la Prefectura de la Casa Pontificia.

Según informa 'Vatican News', entre los compromisos del nuevo Pontífice, este sábado 10 de mayo, el Papa se reunirá con los cardenales, y el domingo 11 de mayo recitará la oración mariana Regina Caeli desde la Logia Central de la Basílica.

El lunes 12 de mayo, León XIV concederá una audiencia a los periodistas y operadores de medios acreditados reunidos en Roma en las últimas semanas para cubrir los acontecimientos desde la muerte del Papa Francisco hasta el Cónclave.

Además, el 16 de mayo, está previsto un encuentro con el Cuerpo Diplomático y el 20 de mayo, el Papa León XIV tomará posesión de la Basílica Papal de San Pablo Extramuros. Al día siguiente, tendrá lugar la primera audiencia general del miércoles.

Mientras, el sábado 24 de mayo, se encontrará con la Curia Romana y los empleados del Estado de la Ciudad del Vaticano, y el domingo 25 de mayo recitará el Regina Caeli y después tomará posesión de las basílicas papales de San Juan de Letrán y Santa María la Mayor.

Por otro lado, la maquinaria vaticana no se detiene y por ello León XIV ha dispuesto que los jefes y miembros de las instituciones curiales, así como los secretarios y el presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano, continúen provisionalmente en sus funciones donec aliter provideatur, es decir, hasta nueva disposición.

RD/Ep
 

Santa Misa de Su Santidad León XIV con el Colegio Cardenalicio, 09.05.2025. Video, homilía y fotos

 

Es tradición que al día siguiente del cónclave el nuevo papa celebre una misa junto al colegio cardenalicio en el lugar donde fue elegido; la Capilla Sixtina.

Allí León XIV pronunció sus primeras palabras en inglés como papa. Fueron improvisadas y muy sentidas. Y las dirigió a un público particular: a los cardenales. A quienes habían pasado de ser sus iguales a ser sus colaboradores.

LEÓN XIV
Empezaré con una palabra en inglés y el resto en italiano, pero quiero repetir las palabras del salmo responsorial: «Cantaré un cántico nuevo al Señor porque ha hecho maravillas». Y en efecto, no sólo conmigo, sino con todos nosotros, mis hermanos cardenales… que celebramos esta mañana, os invito a reconocer las maravillas que el Señor ha hecho y las bendiciones que el Señor sigue derramando sobre sobre todos nosotros. A través del ministerio de Pedro, me has llamado a llevar la cruz y a ser bendecido con esa misión. Y sé que puedo confiar en todos y cada uno de ustedes para caminar conmigo, mientras continuamos como una Iglesia, como comunidad de amigos de Jesús, como creyentes, para anunciar la Buena Nueva. Anunciar el Evangelio.

El pasaje del Evangelio que se escoge para esta ocasión es muy elocuente: se narra la escena en la que Jesús declara que Pedro será el punto de apoyo de su Iglesia.

La homilía, que comenzó hablando sobre el sentido del papado, terminó siendo una reflexión sobre la naturaleza misionera de la Iglesia.

LEÓN XIV
Este es el mundo que nos ha sido confiado en el cual, como muchas veces nos ha enseñado el papa Francisco, estamos llamados a dar testimonio de la fe alegre en Jesús Salvador. Es esencial hacerlo antes de nada en nuestra relación personal con Él, en el compromiso de un cotidiano camino de conversión. Pero después, también, como Iglesia, viviendo juntos nuestra pertenencia al Señor y llevando a todos la Buena Noticia.


Estas últimas palabras vienen de uno de los documentos más importantes del Concilio Vaticano II, la Lumen Gentium, donde se habla de la naturaleza y misión de la Iglesia católica.

El momento más emotivo de la celebración litúrgica fue al final. Cuando los cardenales estallaron en un fuerte aplauso mientras León XIV pasaba entre ellos impartiendo bendiciones.

JRB
Rome Reports

Santa Misa de Su Santidad León XIV con el Colegio Cardenalicio, 09.05.2025






A las 11.00 de esta mañana, en la Capilla Sixtina, el Santo Padre León XIV presidió como Pontífice su primera Celebración Eucarística con el Colegio Cardenalicio. Publicamos a continuación la homilía que el Papa pronunció tras la proclamación del Evangelio:

Homilía del Santo Padre

Comienzo con unas palabras en inglés, y el resto será en italiano. Quisiera repetir la frase del salmo responsorial: «Canten al Señor un canto nuevo, porque Él hizo maravillas» (Sal 98,1). Y en efecto, no sólo conmigo, hermanos míos cardenales, sino con todos nosotros, como lo celebramos esta mañana.

Los invito a reconocer las maravillas que el Señor ha hecho, las bendiciones que el Señor sigue derramando sobre todos nosotros, a través del ministerio de Pedro.

Ustedes me han llamado a cargar esa cruz y a ser bendecido con esa misión. Y sé que puedo contar con todos y cada uno de ustedes para caminar conmigo, mientras continuamos, como Iglesia, como comunidad de amigos de Jesús, como creyentes, anunciando la Buena Nueva y proclamando el Evangelio.

«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Con estas palabras Pedro, interrogado por el Maestro junto con los otros discípulos sobre su fe en Él, expresa en síntesis el patrimonio que desde hace dos mil años la Iglesia, a través de la sucesión apostólica, custodia, profundiza y trasmite.

Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, es decir, el único Salvador y el que nos revela el rostro del Padre.

En Él Dios, para hacerse cercano a los hombres, se ha revelado a nosotros en los ojos confiados de un niño, en la mente inquieta de un joven, en los rasgos maduros de un hombre (cf. Concilio Vaticano II, Const. pastoral Gaudium et spes, 22), hasta aparecerse a los suyos, después de la resurrección, con su cuerpo glorioso. Nos ha mostrado así un modelo de humanidad santa que todos podemos imitar, junto con la promesa de un destino eterno que, sin embargo, supera todos nuestros límites y capacidades.

Pedro, en su respuesta, asume ambas cosas: el don de Dios y el camino que se debe recorrer para dejarse transformar, dimensiones inseparables de la salvación, confiadas a la Iglesia para que las anuncie por el bien de la humanidad. Nos las confía a nosotros, elegidos por Él antes de que nos formásemos en el vientre materno (cf. Jr 1,5), regenerados en el agua del Bautismo y, más allá de nuestros límites y sin ningún mérito propio, conducidos aquí y desde aquí enviados, para que el Evangelio se anuncie a todas las criaturas (cf. Mc 16,15).

Dios, de forma particular, al llamarme a través del voto de ustedes a suceder al primero de los Apóstoles, me confía este tesoro a mí, para que, con su ayuda, sea su fiel administrador (cf. 1 Co 4,2) en favor de todo el Cuerpo místico de la Iglesia; de modo que esta sea cada vez más la ciudad puesta sobre el monte (cf. Ap 21,10), arca de salvación que navega a través de las mareas de la historia, faro que ilumina las noches del mundo. Y esto no tanto gracias a la magnificencia de sus estructuras y a la grandiosidad de sus construcciones —como los monumentos en los que nos encontramos—, sino por la santidad de sus miembros, de ese «pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz» (1 P 2,9).

Con todo, por encima de la conversación en la que Pedro hace su profesión de fe, hay otra pregunta: «¿Qué dice la gente —pregunta Jesús—sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?» (Mt 16,13). No es una cuestión banal, al contrario, concierne a un aspecto importante de nuestro ministerio: la realidad en la que vivimos, con sus límites y sus potencialidades, sus cuestionamientos y sus convicciones.

«¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?» (Mt 16,13). Pensando en la escena sobre la que estamos reflexionando, podremos encontrar dos posibles respuestas a esta pregunta, que delinean otras tantas actitudes.

En primer lugar, está la respuesta del mundo. Mateo señala que la conversación entre Jesús y los suyos acerca de su identidad sucede en la hermosa ciudad de Cesarea de Filipo, rica de palacios lujosos, engarzada en un paraje natural encantador, a las faldas del Hermón, pero también sede de círculos crueles de poder y teatro de traiciones y de infidelidades. Esta imagen nos habla de un mundo que considera a Jesús una persona que carece totalmente de importancia, al máximo un personaje curioso, que puede suscitar asombro con su modo insólito de hablar y de actuar. Y así, cuando su presencia se vuelva molesta por las instancias de honestidad y las exigencias morales que solicita, este mundo no dudará en rechazarlo y eliminarlo.

Hay también otra posible respuesta a la pregunta de Jesús, la de la gente común. Para ellos el Nazareno no es un charlatán, es un hombre recto, un hombre valiente, que habla bien y que dice cosas justas, como otros grandes profetas de la historia de Israel. Por eso lo siguen, al menos hasta donde pueden hacerlo sin demasiados riesgos e inconvenientes. Pero lo consideran sólo un hombre y, por eso, en el momento del peligro, durante la Pasión, también ellos lo abandonan y se van, desilusionados.

Llama la atención la actualidad de estas dos actitudes. Ambas encarnan ideas que podemos encontrar fácilmente —tal vez expresadas con un lenguaje distinto, pero idénticas en la sustancia— en la boca de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Hoy también son muchos los contextos en los que la fe cristiana se retiene un absurdo, algo para personas débiles y poco inteligentes, contextos en los que se prefieren otras seguridades distintas a la que ella propone, como la tecnología, el dinero, el éxito, el poder o el placer.

Hablamos de ambientes en los que no es fácil testimoniar y anunciar el Evangelio y donde se ridiculiza a quien cree, se le obstaculiza y desprecia, o, a lo sumo, se le soporta y compadece. Y, sin embargo, precisamente por esto, son lugares en los que la misión es más urgente, porque la falta de fe lleva a menudo consigo dramas como la pérdida del sentido de la vida, el olvido de la misericordia, la violación de la dignidad de la persona en sus formas más dramáticas, la crisis de la familia y tantas heridas más que acarrean no poco sufrimiento a nuestra sociedad.

No faltan tampoco los contextos en los que Jesús, aunque apreciado como hombre, es reducido solamente a una especie de líder carismático o a un superhombre, y esto no sólo entre los no creyentes, sino incluso entre muchos bautizados, que de ese modo terminan viviendo, en este ámbito, un ateísmo de hecho.

Este es el mundo que nos ha sido confiado, y en el que, como enseñó muchas veces el Papa Francisco, estamos llamados a dar testimonio de la fe gozosa en Jesús Salvador. Por esto, también para nosotros, es esencial repetir: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16).

Es fundamental hacerlo antes de nada en nuestra relación personal con Él, en el compromiso con un camino de conversión cotidiano. Pero también, como Iglesia, viviendo juntos nuestra pertenencia al Señor y llevando a todos la Buena Noticia (cf. Concilio Vaticano II, Const. dogmática, Lumen gentium, 1).

Lo digo ante todo por mí, como Sucesor de Pedro, mientras inicio mi misión de Obispo de la Iglesia que está en Roma, llamada a presidir en la caridad la Iglesia universal, según la célebre expresión de S. Ignacio de Antioquía (cf. Carta a los Romanos, Proemio). Él, conducido en cadenas a esta ciudad, lugar de su inminente sacrificio, escribía a los cristianos que allí se encontraban: «en ese momento seré verdaderamente discípulo de Cristo, cuando el mundo ya no verá más mi cuerpo» (Carta a los Romanos, IV, 1). Hacía referencia a ser devorado por las fieras del circo —y así ocurrió—, pero sus palabras evocan en un sentido más general un compromiso irrenunciable para cualquiera que en la Iglesia ejercite un ministerio de autoridad, desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado (cf. Jn 3,30), gastándose hasta el final para que a nadie falte la oportunidad de conocerlo y amarlo.

Que Dios me conceda esta gracia, hoy y siempre, con la ayuda de la tierna intercesión de María, Madre de la Iglesia.