Tuesday, May 30, 2017

CVX: ASAMBLEA LATINOAMERICANA. Conversando con Miguel Collado




Entre el 2 y 6 de junio se desarrollará, en Lima, Perú, una Asamblea Latinoamericana, cuyo lema es "Un cuerpo en camino... Pereginando con los ojos puestos en el horizonte del Reino" y que reunirá a los Presidentes y Asistentes Eclesiásticos Nacionales de las Comunidades de Vida Cristiana (CVX) de Latinoamérica.
Para conocer más detalles de lo que ocurrirá en este importante encuentro, conversamos con Miguel Collado, de la comisión organizadora.



Proyecto Hakumana, una posada siempre abierta por P. Jaume Calvera


Taller de costura

Más del 10 por ciento de la población de Mozambique con edades comprendidas entre los 15 y los 49 años tiene sida. Las mujeres, junto a los problemas asociados a la enfermedad, acumulan otros problemas como la estigmatización, la violencia en el hogar, la soledad o la pobreza. Para dar respuesta a este reto, en 2008 nació Hakumana, un proyecto intercongregacional en el que, ante todo, pretenden levantar a las personas caídas en el camino. La parábola del Buen Samaritano es su ejemplo.

Matola es una ciudad de la periferia de Maputo, la capital de Mozambique. Cruzamos con cierta dificultad un bullicioso mercado, donde las personas, los tenderetes, las bicicletas y las cajas de frutas hacen difícil la circulación. Finalmente conseguimos llegar a unas construcciones bastante nuevas, con unos jardines limpios y unos edificios simples pero bien cuidados, que contrastan con el aparente caos del mercado que hemos dejado atrás. Llegamos al Instituto María Madre de África, que entre otras actividades alberga el Centro Interreligioso de Mozambique (CIRMO), que agrupa a todas las congregaciones de religiosos y religiosas del país.
Mujeres de Hakumana

Un grupo de mujeres en uno de los comedores de Hakumana / Fotografía: Javier Fariñas Martín

El CIRMO alberga un montón de esperanzas y actividades. En la parte posterior, en estos últimos años, han ido surgiendo pequeñas estructuras que dan una respuesta más efectiva a las necesidades sanitarias de jóvenes madres con sida. El proyecto se llama Hakumana, que en la lengua ronga significa “Nos encontramos”, y hace concreta la dimensión ­pastoral y de acción social del CIRMO. Aquí trabajan juntas hermanas de cinco congregaciones: Mercedarias de la Caridad, Misioneras Combonianas, Misioneras del Inmaculado Corazón de María, Franciscanas de María y una congregación de religiosas diocesanas de Maputo de carisma franciscano.

Una historia más
Cristina es una joven de 26 años. Tiene tres hijos y fue abandonada por su marido en Gaza, a unos 200 kilómetros de la capital, cuando estaba embarazada de su última hija, que ahora tiene casi un año. En estas circunstancias se volvió a Maputo a casa de su madre. Al llegar a la capital comenzó a luchar contra el sida, pero abandonó el tratamiento. Apenas había nacido la niña, Cristina perdió el carné sanitario del bebé, por lo que la niña pasó varios meses sin cuidados, sin vacunas, sin tratamiento médico. Al estar infectada la madre con el VIH la pequeña quedó expuesta a la enfermedad. Su madre, solo la podía alimentar con harina y agua. Sin nada más.
Cristina decidió solicitar la renovación de la documentación sanitaria para su hija. Al ser originaria de otra provincia, tuvo que acreditar que residía en Maputo. Ahí comenzó un tinglado burocrático que duró varios meses en los que la niña siguió sin alimentarse adecuadamente. Durante este tiempo, Cristina enfermó de tuberculosis y fue internada en un centro de salud de Mavalane y, poste­riormente en el hospital de tuberculosos de Machava. Fue un proceso muy duro y doloroso. Días y días, esperando en filas eternas, en los que no conseguía nada más que la esperanza de volver al día siguiente.
Al final, Cristina llegó a Hakumana a través de una vecina y ahora está siendo acompañada tanto en sus visitas al hospital de Machava como en sus rutinarios análisis y tratamientos. La niña está con la abuela, pero todavía sigue sin estar bien alimentada. El drama aumentó cuando fallecieron los dos hijos mayores de Cristina porque la abuela no tenía alimentos para todos; cuidaba de otros tres nietos, hijos de dos hermanos de Cristina. La niña continuó sin tratamiento preventivo del VIH por falta del carnet sanitario. Al principio, Cristina se opuso a ingresar a su hija en el hospital, ya que muchas mujeres le decían que todos los niños que ingresaban en el centro sanitario se morían. Pero eso cambió al llegar a Hakumana. Ahora, tanto la madre como la hija están recibiendo atención sanitaria bajo la guía de las religiosas del centro.
Proyecto Hakumana
En la puerta de entrada, bajo el rótulo que anuncia que has llegado a Hakumana, aparece el dibujo del Buen Samaritano del Evangelio de Jesús, así como las palabras que le dijo al posadero cuando le llevó al hombre que encontró herido en el camino hacia Jericó y que había sido víctima del vandalismo: “Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.”
Hakumana nació con vocación integradora y para dar una respuesta concreta a los problemas de las mujeres en tratamiento contra el VIH. Se trataba de enfrentar el problema desde una doble perspectiva: material y solidaria, de forma que quedase salvaguardada la dignidad de las personas enfermas de sida. Como recuerda a Mundo Negro la hermana Manuela de Sousa, mercedaria de la Caridad, de nacionalidad portuguesa, y responsable del centro, “lo que intentamos hacer es integrar. Fuera de aquí son personas entre las más pobres y abandonadas. Esto es muy estresante para nosotras, porque somos pocas, pero si queremos que el enfermo sea tratado, tenemos que hacer todo: buscarlo, acompañarlo, controlarlo, asistirlo… No es solo tratarlo aquí y se acabó, es un acompañamiento intensivo e integral que se hace al enfermo. Fuera de aquí no tienen otra oportunidad”.
Proyecto Hakumana sida 01
Cuando en 2008 un grupo de religiosos y religiosas se plantearon la necesidad de dar respuestas más concretas al creciente problema del sida, focalizaron su objetivo en las madres embarazadas o con hijos pequeños que, al sufrir esta enfermedad, eran rechazadas por sus familias. Corrían el riesgo de infectar a sus hijos y sufrían un aislamiento social que les llevaba en muchas ocasiones a una muerte prematura.
Madres como Cristina, encuentran ahora en Hakumana una posada, como la del Buen Samaritano del Evangelio de Jesús. Aquí, aunque no tengan el carné sanitario, pueden ser tratadas, respetadas como personas, tanto ellas como sus hijos.
Hakumana es un centro de día que atiende a unas 280 mujeres con sus hijos, unas 70 ancianas y unos 50 hombres, que vienen a buscar lo que no encuentran fuera, en la calle: atención sanitaria, comida, apoyo psicológico y compañía. En el caso de los niños, el centro aporta otro aliciente como son otros niños con los que jugar. Se trata de ofrecer un proyecto integral, tal y como nos dice Manuela de Sousa: “La mayoría de las mujeres están solas, sin marido. Y las que están con el esposo viven situaciones problemáticas como violencia, despreocupación de la familia por parte del marido… Aquellos que tienen sida, en muchas ocasiones no quieren seguir el tratamiento porque no asumen que están enfermos, y se excusan diciendo que son ellas las que padecen la enfermedad”.
Manuela de Sousa y Angelina Zentis
Las religiosas Manuela de Sousa (derecha) y Angelina Zentis, en el patio de Hakumana / Fotografía: Javier Fariñas Martín


Desde que el centro abrió sus puertas el 25 de marzo de 2008, no ha parado de crecer, multiplicar sus edificios y estructuras, o aumentar el personal y los voluntarios, pero siempre manteniendo claras las tres áreas de trabajo: primero información y formación; en segundo lugar, orientación y asesoramiento –incluso con orientación psicológica, espiritual y legal– y, por último, un tercer área social, que incluye apoyo sanitario y alimentación.
En la parábola del Buen Samaritano, la persona –en este caso el herido que cayó en manos de los bandoleros–, es más importante que el pago del dinero. Algo que se cumple también en Hakumana.
Entramos en un espacio circular con el techo de hierba seca y los laterales abiertos. Un pequeño muro sirve para salvaguardar un poco la intimidad. La hermana Angelina Zentis, misionera comboniana, nos presenta a una joven madre ciega que ha tenido mellizos y ha sido abandonada por su marido. Llama la atención la destreza con que la madre cambia los pañales de los niños a pesar de no ver. Es la historia de otra madre que ha encontrado una posada para ella y para sus mellizos en Hakumana, porque debido a su ceguera no puede llevar una vida normal. Otras mujeres están ocupadas en los talleres de costura, de trabajos manuales, de fabricación de cestos o se dedican a limpiar el centro para que sea un lugar acogedor, limpio y práctico.
Niños jugando al fútbol en la calle
Varios chavales juegan un partido de fútbol / Fotografía: Javier Fariñas Martín

Indocumentados y votantes
La alimentación es un factor importante. Muchos de los que llegan a Hakumana, arrastran una alimentación insuficiente o, sencillamente, pasan hambre. El centro necesita en la actualidad para cubrir las necesidades de cada mes cerca de 200 kilos de judías, otros 200 de cacahuetes, 1.800 de arroz, seis sacos de harina de maíz, 120 litros de aceite, 150 kilos de azúcar… También es necesario tener en la despensa galletas, pan, lo necesario para hacer las papillas de los niños, pollo, pescado y lo que llegue: todo un arsenal para hacer que Hakumana sea un hogar.
Cuando llegan, las familias o las madres son atendidas por los encargados de acción social. Se les ayuda a rellenar una ficha de inscripción con los datos familiares y sanitarios, situación social, profesión –aunque la mayoría no tiene oficio ni trabaja–, y alguna otra información relevante. De allí pasan a la enfermería, donde una religiosa evalúa su caso con el objetivo de mejorar su estado de salud. Después se les ofrece ayuda psicológica y se tiene también en cuenta la cuestión espiritual, aunque la mayoría no son católicos. A pesar de la diversidad de procedencias, contextos y confesiones, todos tienen cabida en Hakumana, todos son atendidos. Con toda esta información se define el tipo de ayuda o apoyo que precisa cada persona, ya sea alimentario, sanitario o educativo, para que los hijos puedan matricularse en algún colegio.
Junto a esa ayuda más evidente, una de las tareas de Hakumana es conseguir que tengan documento de identidad, ya que muchos llegan totalmente indocumentados. La hermana Manuela de Sousa pone de manifiesto la paradoja de que “los que vienen aquí no saben escribir, no tienen documentación, no tienen tarjeta sanitaria, es como si no existieran. Pero, en cambio, tienen carné de elector para votar y ¡tienen teléfono móvil! Si eso lo promueve el Gobierno, ¿por qué no lo otro? ¡Es curioso!”.
El proyecto Hakumana sigue creciendo. La gente que llama a sus puertas se multiplica porque existe la convicción de que en esta posada se les ofrece algo que no encuentran en la calle. El trato que se dispensa a cada uno de los que llegan hace que se respire mucha serenidad. Madres como Cristina han encontrado refugio. Su hija pequeña podrá crecer sana y bien alimentada. Cristina podrá ser dueña de su destino y, algún día, rehacer su vida en Maputo o volver a Gaza. Mientras tanto, la hermana Angelina, atenderá la enfermería; la hermana Olivia, con ayuda de un grupo de mujeres, limpiará las ollas y los platos; y la hermana Manuela de Sousa, hará posible que en la posada del Buen Samaritano de Matola las personas sean lo más importante. Por la noche, cada religiosa regresa a su comunidad, cansada pero con la satisfacción de haber hecho posible que Hakumana sea el lugar donde “nos encontramos”.
Texto P. Jaume Calvera
Fotografías Javier Fariñas Martín
Mundo Negro

Por los cristianos de África por Cova Orejas



“Por los cristianos de África, para que den un testimonio profético de reconciliación, de justicia y paz, imitando a Jesús Misericordioso” (Intención del Papa Francisco para el mes de Mayo de 2017)
Por Cova Orejas, Vedruna
Al leer esta petición me atraviesan, como un rayo desde los pies a la cabeza, los recuerdos de lo vivido en Gabón, tras la proclamación de los resultados de las elecciones presidenciales el 31 de agosto de 2016. Aún están abiertas las heridas profundas,que rezuman desde aquel triste septiembre,que sufren los jóvenes y sus familias. Aún,sí, lloran a sus seres queridos, asesinados y desaparecidos. Aún en nuestros oídos duelen, el estruendo de las armas y el frío silencio, que cayeron sobre Libreville como una pesadilla en el atardecer.
Mientras en los medios de comunicación en Europa se acalla esta realidad como otras muchas, los cristianos en Africa se debaten entre la supervivencia, la lucha por la justicia y esa petición a la no violencia que les llega desde el Evangelio y que ha sido subrayada por el Papa en el mensaje por la Paz de Enero de este año.
Desde este lado del estrecho, en España, una petición así casi puede sonar rutinaria y sin embargo, vivido en primera linea, lanza en tierras africanas, desafíos enormes a una población cansada de sufrir y que busca en el Evangelio y en sus pastores, respuestas a lo que viven cada día.
Más de la mitad de la población de África es menor de 18 años: imaginen cuánto está en juego. Ellos han visto cómo los mayores han tenido que callar bajo las dictaduras o se les ha silenciado sin que nadie levantara la voz por ellos. Han  participado en numerosos procesos electorales en los que no se ha respetado su voluntad.
“Y ahora qué “,se preguntan estos jóvenes . Esta vez, con acceso a las redes  sociales, han podido documentar mejor que nunca la falta de verdad en la proclamación de los resultados y la injusticia que a fuego continúa aplastando como una losa sus esperanzas.
Recemos por nuestros obispos en África, pues sus palabras son leídas en todas las parroquias y su eco lleva a cada hogar un gramo más de fortaleza o de desesperanza, de paz o de violencia, de fe o de increencia. “Es que el Dios de Libreville es otro diferente al Dios de Kinshasa”, se preguntaban los cristianos a la puerta de las iglesias en Gabón, añorando la valentía del cardenal Mosengwo,arzobispo de la capital de la R.D.C.
Recemos por cada familia, herida por la violencia y la injusticia, por el dolor de no haber podido honrar a sus muertos.
Sí, es necesario rezar por ellos, porque sepan acoger de nuevo el mensaje de la no violencia y por que se mantengan con la esperanza suficiente para que las heridas del desengaño y el dolor de sus muertos, no les impidan dejar de creer. A ritmo de rap, comprometidos, grabando videos y subiéndolos a las redes, astutos como serpientes y mansos como palomas ,para no devolver ojo por ojo, piden ayuda para digerir lo que han vivido, buscar estrategias no violentas de participación ciudadana y vivir con la esperanza de una fraternidad real entre los pueblos, que acabe con la injerencia interesada de resabios coloniales y de egoísmo insolidario.
A ellos les toca lo mas difícil: vivir el conflicto en primera linea, y a nosotros, desde el otro lado de muros y fronteras, preguntarnos si con nuestra actitud les estamos cavando la tumba o les abrimos una puerta a la esperanza. Si nos unimos a las intenciones del Papa no podemos dispararles en el mar o cerrarles las puertas de nuestra hospitalidad. Que Dios nos ayude a mirar de frente las costas de África para tener una buena respuesta cuando nos pregunten “Dónde está tu hermano”.
entreParéntesis

La teología latinoamericana y el giro descolonizador por Pablo Mella sj



Como todo proceso de creación intelectual, el llamado “giro descolonizador” del pensamiento latinoamericano (cf. MALDONADO-TORRES, 2008, p. 61-72) es susceptible de muchas interpretaciones, tanto desde dentro (por parte de quienes se consideran sus representantes y promotores) como desde fuera (por parte, no solo de quienes lo critican, sino también de quienes se declaran sus admiradores). La escritura de estas líneas acoge oportunamente esa diversidad de voces para discernir en qué sentido la producción teológica latinoamericana, marcada bajo el signo de la liberación, se puede apropiar de estas discusiones epistémicas que se han desarrollado más bien en el ámbito filosófico y científico social que en el propiamente teológico.
En estas páginas queremos hacer un trabajo de reflexión que, por las condiciones particulares en que se escribe, no puede ser otra cosa que un ensayo preliminar. El trasfondo de este texto es el seminario que facilitamos en el XII Simpósio Internacional Filosófico-Teológico de la FAJE – Faculdade Jesuíta de Filosofía e Teología, celebrado en Belo Horizonte, los días 5 y 6 de octubre de 2016. Las ideas compartidas en ese seminario se formularon relativamente en poco tiempo, por lo que muchas aserciones centrales del presente trabajo expresan, sencillamente, inquietudes. Reconocemos de entrada que haría falta una lectura más pausada, exhaustiva y metódica de la amplia literatura ya existente sobre el tema que nos ocupa.
Por otro lado, es importante advertir que la producción de una “teología decolonial” apenas está en ciernes en América Latina. Existen más bien escritos de “teología intercultural” (cf. TAMAYO, 2011; CASTILLO, 2016; ESTERMANN, 2014, p.347-368) que comparten más de un rasgo con la germinal teología decolonial1 , pero los mismos no han asumido de manera sistemática el giro descolonizador2 del pensamiento latinoamericano. Por lo tanto, la producción teológica decolonial stricto sensu en América Latina cuenta con estudios que apenas señalan lo que puede aprender la teología de la liberación del giro descolonizador3 y con textos de prácticas teológicas que explícitamente se llaman a sí mismas “teología decolonial” procedentes del mundo anglosajón, especialmente de Estados Unidos y de los países angloparlantes de África (cf. KAUNDA, 2015, p. 73-92).
Nuestra reflexión se desarrollará en cuatro partes. En primer lugar, se expondrá el surgimiento complejo de los llamados estudios decoloniales, destacando el campo de investigación que el proceso abre. En segundo lugar, se explicará brevemente el origen de giro colonial, asociado especialmente al denominado grupo modernidad/colonialidad, y explicando sus categorías centrales, entre las cuales destacan dos: colonialidad, y su proyecto práctico, a saber, la decolonialidad. En tercer lugar, se pone un ejemplo de teología poscolonial como teología decolonial en germen, para apuntar los desafíos que el giro decolonial plantea a la primera teología de la liberación, hasta el punto de verse sentada en un auténtico banquillo de los acusados. Este ejemplo sirve de base para, en cuarto y último lugar, señalar los aspectos constructivos de una recepción del giro decolonial en la teología latinoamericana. Al mismo tiempo, se concluirá señalando algunos escollos a evitar para que esta recepción del pensamiento decolonial pueda dar lo mejor de sí en un discurso teológico que no renuncia a la centralidad de Cristo y a integrar su misión condada a las Iglesias cristianas, a pesar de las ambigüedades con las que ambas se han expresado a través de la historia.
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CPAL

BOLIVIA – Avanza la nueva normativa sobre el aborto por Roberto Monarca



Parece que la presión que trataron de ejercer las diferentes instituciones y grupos de la Iglesia católica en Bolivia no alcanzó. El pasado 19 de mayo, en medio del debate generado por quienes lo defienden y quienes lo rechazan, la Comisión de Constitución de la Cámara de Diputados aprobó un artículo sobre el aborto con sus nueve causales. Ahora, dicha normativa, pasará a consideración del total de los Diputados.
Según dieron a conocer los legisladores, el proyecto de ley establece que las mujeres podrán interrumpir su estado de gestación durante las primeras ocho semanas si se encuentra en situación de calle o pobreza extrema, que no cuente con recursos para su mantención o la de su familia, sea madre de dos o más hijos y no pueda mantenerlos económicamente o bien cuando la embarazada sea menor de edad. La iniciativa también contempla que habría cinco casos en los que la madre podría acabar con su embarazo en cualquier momento: el riesgo de la vida de la mujer, la prevención de su salud integral, inviabilidad del feto, si el embarazo es producto de una violación o incesto y cuando la embarazada sea niña o adolescente. El único requisito que se exige dentro de esta nueva normativa, es que la madre llene un formulario donde deje constancia de su consentimiento y las razones de su decisión, sin la necesidad de ningún otro trámite o procedimiento.
De aprobarse, con esta normativa los médicos no podrán negarse a practicar un aborto y estarán obligado a mantener el secreto profesional.
“Seguimos trabajando en el proyecto del Código del Sistema Penal, vamos por la cuarta parte y toda esta semana continuaremos con la labor de aprobar más artículos. Si todo sale bien, dependiendo del debate, el fin de semana [el viernes 26 de mayo] estaríamos entregando el informe al pleno de la Cámara de Diputados”, afirmó a la prensa la presidenta de la Comisión de Constitución, Legislación y Sistema Electoral de la Cámara de Diputados, Susana Rivero.
 Cultura de muerte
En seguida, y a pocos días que se trabaje este Código en la totalidad de la Cámara de Diputados, la oficina de prensa de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB) denunció ante la opinión pública la aprobación del artículo 157 de la propuesta de ley del nuevo Código Penal referido a la ampliación de las causales del aborto. Frente a esta situación, lamenta “profundamente que con esta aprobación se desoiga las voces de cientos de miles de ciudadanos que en los últimos meses han hecho conocer su rechazo a través de marchas y cartas”.
“Fieles a la misión profética de la Iglesia –indica el comunicado de prensa de la CEB–, insistimos que una eventual aprobación de este Proyecto de Ley implica una derrota del conjunto de la sociedad boliviana y el avance de una cultura de muerte”.
“Apoyados en las enseñanzas de la Iglesia Católica aseguramos que la conciencia está por encima de leyes injustas, porque el mal seguirá siendo mal aunque una ley lo permita. En esta línea, la última palabra reside en cada persona y es nuestra obligación moral cuidar y hacer prevalecer el derecho a la objeción de conciencia”, asegura el escrito.
“Animamos a los fieles y personas de buena voluntad a perseverar en oración personal y comunitaria al Dios de la Vida, para que la aprobación de esta ley no se consume y para que los ciudadanos sigamos viviendo de acuerdo con nuestra propia conciencia y con los valores que sustentan nuestras culturas ancestrales”, concluye el mensaje.
Roberto Monarca
Vida Nueva

HUMOR ECLESIÁSTICO: SOBREMESA CELESTIAL (II) por AGUSTÍN DE LA TORRE

RD

"Sueño con una Iglesia en la que mujeres y hombres podamos participar desde la vocación que tengamos"



Silvia Martínez Cano, presidenta de la Asociación de Teólogas Españolas


"La Iglesia española necesita una reconversión, hacia una flexibilidad mayor"


(Jesús Bastante).- Este fin de semana, la Asociación de Teólogas Españolas celebra las jornadas "Mujeres y diaconado. Sobre los ministerios en la Iglesia". La presidenta de la Asociación, Silvia Martínez Cano, compartió con RD su convicción de que la Iglesia "necesita una reconversión, hacia una flexibilidad mayor", y no solo en cuanto a la visibilidad de las mujeres. "Desde esa perspectiva de entender que la unidad no significa uniformidad", matiza, "sino la unidad de la diversidad".

Nos encontramos con Silvia Martínez Cano. Es la presidenta de la Asociación de Teólogas Españolas (ATE).  Bienvenida. Teólogas, con "a".


Sí, con "a".

Vamos a eliminar esos prejuicios antes de comenzar la entrevista, ¿te parece? Teólogas suena un poco raro porque nos parece que teólogo tiene que ser un varón. Muchas cosas en la Iglesia parece que son solo propiedad de los hombres. ¿Por qué surge esta asociación de teólogas y cuándo? 

Llevamos mucho tiempo caminando. A raíz del Concilio Vaticano II, en España empiezan a haber grupos de mujeres creyentes que quieren poner en práctica lo que se invita en el concilio. Surgen estos grupos, que son madres de familia que hablan de temas teológicos. 

En el año 92, en un grupo de mujeres que están en distintos lugares del estado, surge la necesidad de hablar desde un punto de vista teológico. De modo que la presencia en la reflexión teológica también esté visibilizada: las mujeres, su pensamiento y su forma de vivir la fe.

Se constituye entonces una asociación civil, que sería la Asociación de Teólogas Españolas, a las que hoy estoy aquí representando. Es una asociación (que como he dicho cumplió este año cinco de trayectoria), donde hay doctoras en teología, licenciadas, y donde nuestro objetivo es visibilizar el trabajo que hacemos: la forma de entender la fe, de entender la práctica creyente y comunitaria y animar a otras a que lo vayan haciendo

A veces es mayor la presencia de mujeres en la Escuela de teología y en ese tipo de estudios.

Bueno, empieza a crecer.


Antes era como el coto reservado para aquellos que luego quieren llevar una vida religiosa.


Empieza a haber laicas, yo lo soy. Y muchas religiosas, que sus congregaciones han tomado la decisión de que se tienen que formar como un elemento fundamental también del carisma. Con lo que comienza a haber una presencia pequeña pero constante, en las distintas instituciones, facultades de teología, institutos, etc.


Y no solo estamos hablando de teología de la mujer, sino de mujeres que hacen teología. De teólogas. No acortemos el debate a que las mujeres teólogas solo pueden hablar del papel de la mujer en la Iglesia.


No, normalmente somos especialistas en muy diversos campos; en Biblia, en Fundamental, algunas en Mística... Abarcamos la gran mayoría de las especialidades que hay de la teología y hablamos de otras cosas que no tienen nada que ver con las mujeres; también hablamos de Iglesia, de Dios, y de otras muchas cosas.


Y, sin embargo, aunque parezca una incongruencia mi siguiente pregunta, desde la institución sí que parece que estáis un poquito constreñidas o que el papel de la mujer, a la hora de tomar decisiones o de opinar sobre cuestiones teológicas, es muy minoritario.


Normalmente no nos tienen en cuenta. No es una asociación que esté vinculada a ninguna diócesis ni nada porque no cuentan con nosotras en muchas ocasiones y tenemos una presencia muy pequeña. Sabes que la forma de organización de la Iglesia no permite en estos momentos que nosotras participemos en lugares de
responsabilidades.

Otro tipo de responsabilidades sí tenemos. Y muchas. Pero no son lugares en los que se tenga en cuenta el trabajo que hacemos.


¿Cuál es el camino ideal que habría que recorrer para asumir la realidad, que es que en la Iglesia hombres y mujeres somos igualmente seguidores de Jesús y copartícipes y corresponsables de la religión del Reino?


A veces se dice, en estos últimos años de cambio de pontificado, de que hay que hablar de la participación de las mujeres en la Iglesia. Y ya no hay que hablar de ella porque ya se participa. La cuestión es el modo y el dónde. Desde ahí, hacer un diálogo de cómo son nuestras relaciones eclesiales, cómo son nuestros modelos comunitarios, y cómo se reparten las tareas. Y cómo ejercitamos el poder, entendido como servicio, en nuestras comunidades. 

Si quieres, también como un ministerio ordenado. Cómo entender eso para una comunidad que necesita de todos sus miembros para crecer, para florecer, para vivir una espiritualidad que esté viva, etc.

Porque la respuesta bienintencionada de la institución, por lo menos en España, era que la mayoría de las personas que participa en la vida de la Iglesia son mujeres y como ejemplo el de la Virgen María, de co-redentora y muy importante en la historia de la vida de la Iglesia, pero ahí nos quedamos. 


El papel de la Virgen es fundamental, pero no es el de un discípulo, ni el de un pastor; de una persona que puede, como seguidor de Jesús, tener idénticas responsabilidades o las funciones que toquen en cada momento.


Pero fíjate que no nos comparan con Febe o con Prisca; mujeres que estuvieron los primeros tiempos de las que tenemos documentación y que están estudiadas porque aparecen en los Hechos de los apóstoles. 

Hubo mujeres que fueron líderes de sus comunidades y no nos comparan con ellas ni con María, sino que nos comparan con "el rol de María" de maternidad. Esta es una concepción que hay que ir trabajando y transformando, porque María no es solo madre, también es la primera discípula, y personalmente hace una conversión de madre a discípula que es lo que nos sirve como modelo. 

Hay una teóloga norteamericana, Elisabeth Schüssler Fiorenza, que dice que esta cuestión del discipulado tiene que ser un discipulado de iguales porque en el contexto de Jesús, Jesús pide y desea un discipulado igual y hay mujeres y hombres en su grupo liderante. Esto existe, está en los Evangelios. No tenemos todos sus nombres, porque tampoco le importaba mucho este detalle al escritor de los Evangelios.


Y probablemente para que el Evangelio pasara por unos determinados filtros, tenían que tener en cuenta las circunstancias de la época: si la igualdad hoy, por desgracia no es una realidad, en la Palestina del siglo I, probablemente tampoco. Para ese contexto, Jesús fue revolucionario también. 


Desde el seguimiento de Jesús, al menos desde el Vaticano II, se nos pide una revisión de nuestro tiempo: ver los signos. 

Y los signos son esta contraculturalidad que tiene la comunidad cristiana en la que todos somos iguales, hijos e hijas de Dios. Y esto nos lleva a una forma de vivir diferente.

Lo lógico es, por tanto, que fuéramos signo. Ser signo significa que todos participemos de igual manera.


Y dar pasos adelante que no se han dado. ¿Lo ves posible?


Yo creo que sí es posible. De hecho, no esperábamos que hubiera estos cambios tan rápidos en la actualidad. Pienso que hay una voluntad de cambio en la que muchas de nosotras estamos dispuestas a participar y a dialogar, pero el camino no es fácil porque tenemos una herencia que nos habla de otras cosas que, a lo mejor, ahora no necesitamos.

El fin de semana del 3 y 4 de junio celebráis unas jornadas académicas de la Asociación de Teólogas sobre un tema muy de actualidad en nuestro ámbito: "Mujeres y diaconado. Sobre los ministerios en la Iglesia". 


Como sabes, el Papa ha articulado una comisión para debatir y profundizar un poco sobre el papel de las mujeres diaconisas en los primeros siglos de la Iglesia primitiva. No sé si ése es el primer paso para otra cosa. ¿Cómo lo habéis percibido?


Para nosotras es una buena noticia. El hecho de que esté presente y que se haya formado una comisión, nos parce un paso adelante. Pero creemos que para dar ese paso tienen que ser escuchadas muchas voces. La jornadas de junio tienen que ver con esto. Con el objetivo de que se visibilice también la reflexión que hay en otros lugares sobre el diaconado y sobre los ministerios. 

Nosotras estamos colaborando con la Asociación de Teólogas Italiana. Ellas tienen un objetivo muy claro de influir y presentar su opinión sobre este tema. En estas jornadas vamos a hacer una colaboración entre las dos asociaciones y con expertos: hemos invitado a expertos en eclesiología, en ministerios, historia de la Iglesia, viene una canonista...

Hemos intentado contar con distintas perspectivas, de tal manera que podamos hacer una reflexión profunda sobre la importancia de este tema en nuestro mundo eclesial. Entender qué tipo de Iglesia queremos ser y qué supone eso para los servicios dentro de la Iglesia, que son los ministerios y los carismas. Y en esos ministerios, cuál es la forma de entendernos hombres y mujeres. Por lo tanto, el tema del diaconado de mujeres es fundamental, también.


Fundamental, pero dentro de un debate en el que se hable de cuál es el papel real del servicio en la Iglesia y el servicio ministerial.


Claro. Lo que nos interesa no es solo la reivindicación de las mujeres de poder participar en ese ministerio, sino hacer una reflexión sobre cómo hombres y mujeres nos situamos como creyentes en esa comunidad y en esos servicios.

¿Cuál es tu visión de estos dos temas? En concreto, el del diaconado de la mujer y el de esa revisión de los ministerios.

Yo creo que el diaconado de mujeres es ya un hecho aunque no está reconocido jurídicamente.

El otro día, una alumna me decía: "No voy a poder estar en la jornadas, pero llevo quince años haciendo de diaconisa en seis parroquias de seis pueblos diferentes porque el sacerdote no llega". 

Creo que es un testimonio, como hay muchos otros, que nos indica que esto ya está sucediendo. Y que aquí hay un problema de reconocimiento. 

Es mi opinión, creo que hay que dar un paso de reconocimiento de trabajos que ya hay personas que los están haciendo porque creen que es su vocación y un servicio a la comunidad. Me parece fundamental. 

Por ejemplo, todo el tema de la liturgia de la palabra: hay muchos lugares donde lo están haciendo las mujeres. Esto es un reconocimiento que a nivel canónico se entiende como una excepcionalidad pero que en la práctica se ha convertido en normalidad. Entonces, ¿por qué no reconocer esa normalidad?

En cuanto al tema de la eclesialidad por el que me preguntabas, creo que hay que mirarse en el Evangelio. Los estudios de los orígenes del Cristianismo nos dicen que las primeras generaciones, con sus conflictos y con sus dificultades, sí que tendieron a esa igualdad en los servicios y en las funciones. Quizá eso nos ayude para revisar también nuestra época; ver qué barreras tenemos, qué dificultades a la hora de reconocer que las mujeres participan de igual manera y que eso tiene que estar reconocido. Y desde ahí construir una comunidad nueva.


La tesis base para impedir el sacerdocio o cualquier otra función de la mujer en la Iglesia es la de que Jesús solo eligió a doce varones.


El signo de los doce es un símbolo que utiliza Jesús para hacer referencia a las doce tribus y a la nueva humanidad. Si Jesús hubiera escogido a doce mujeres, con doce nombres de mujer, probablemente las que tenía alrededor, en su contexto, nunca entenderían lo que quería decir. 

Los signos tienen esa potencia de referirse a otra cosa con el mismo lenguaje. Pero eso no suprime el hecho de que en la comunidad itinerante de Jesús hubo mujeres. En efecto, tenemos algunos de sus nombres. 


Son conocidas. Esto lo decía yo en catequesis con los chavales: eran bastante más conocidas que al menos la mitad de los discípulos. Hay poca gente que sepa el nombre real de los doce apóstoles.


Claro, y si nos fijamos, tampoco tenemos la misma lista en los distintos evangelistas. No se trata tanto conocer los nombres, sino de saber que fue una comunidad de iguales. Y el signo de los doce es una cosa, y otra es la comunidad que gesta Jesús a su alrededor. 

Mirarnos ahí supone mirar nuestra época y decir "nosotros, como lo que nos pide Jesús: una comunidad de iguales".

La Iglesia ¿está preparada para ser una comunidad de iguales, realmente? La institución, ese entramado que lleva veintiún siglos funcionando de muy distintas maneras y que no tiene comparación con otra, porque no hay ninguna que haya durado tanto ni que haya ofrecido, tanto para bien o para mal, a la historia de la humanidad. 


Puede sorprendernos, pero también es muy complicado cambiar las dinámicas, los cargos, las institucionalidades...


Creo que actualmente tiene una base que puede permitir ese cambio: tenemos unos documentos riquísimos, no solo del Vaticano II sino desarrollos posteriores que nos hablan de esto. También tenemos otros que limitan, pero aquí lo importante es el cambio de actitud, sobre todo en las instancias en las que se deciden las cosas. 

En la mayoría de las comunidades la gente ve este tipo de prácticas con mucha normalidad. No es tan resistente al cambio.

Hay una cantidad de requerimientos, digamos jurídicos, que se podrían flexibilizar con mucha facilidad y ahí tiene que haber voluntad del que ahora mismo tiene que tomar esas decisiones. 

Lo que se pide a estas personas, y que normalmente son parte de la curia y otras instancias, ya sean episcopales, etc., es que tenga en cuenta también la opinión de las comunidades y que cuenten con personas que están dispuestas a dar su visión y a soñar una Iglesia diferente.


El encuentro del día 3 lo abre Carlos Osoro, el cardenal de Madrid. Todos conocemos a don Carlos, un hombre abierto que sabe escuchar y al que le gusta que la gente participe y, sin embargo, ni siquiera sabía de vuestra existencia, la primera vez. 

Eso es bueno y es malo: malo, que no supiera de vuestra existencia. Bueno, esa sensación de que estamos en un momento en el que se puede entrar a opinar con más libertad, probablemente.


Nosotras nos hemos acogido a esa máxima que está utilizando don Carlos, últimamente, de que todo el mundo cuenta. Que esté presente ahí no es tanto una iniciativa nuestra, sino que él se ha ofrecido y lo entendemos como un signo también de disponibilidad o de diálogo.

Nosotras tenemos un discurso que tiene que ver con esta presencia de las mujeres como un miembro más de la Iglesia, entendemos que si los obispos están dispuestos a escucharnos, estamos encantadas de hacerlo.


Esto, hace cuatro o cinco años no era muy factible...


No era fácil. No todos están dispuestos.


¿Cómo ves a la Iglesia española en ese sentido? A la Iglesia-institución? Porque estamos viendo que en Roma está habiendo cambios. Que la cabeza es muy visible. Con un personaje muy abierto, con mucha capacidad de escuchar y repartir juego. Pero claro, luego eso hay que bajarlo a cada Iglesia nacional, a cada diócesis... y ahí, ya es más complicado el trabajo.


Pienso que la Iglesia española necesita una reconversión, hacia una flexibilidad mayor. Desde esa perspectiva de entender que no somos uniformes, que la unidad no significa uniformidad sino la unidad de la diversidad. Y creo que es necesaria una reconversión hacia esa uniformidad de posturas y de prácticas. De un trabajo de entendimiento entre distintas partes de la Iglesia. Ahí, hay un trabajo muy importante que es intraeclesial. 

Y luego, el contexto de España es muy complicado porque venimos de una herencia y una historia, y en algunos momentos se está usando esa historia para ideologizar determinadas posturas en contra de la Iglesia también, con lo cual no es nada fácil. La mirada de sospecha, en concreto hacia nosotras, es siempre uno de los grandes obstáculos para el diálogo.


¿Cuál es la Iglesia que sueña Silvia Martínez Cano?

Una Iglesia desde la que pudiéramos participar cada uno desde la vocación que tenemos. Yo tengo compañeras que tienen vocación de sacerdotes y que nunca han podido ejercerla. Para mí, eso es una pobreza. Me gustaría una Iglesia donde estas mujeres, o estos hombres que están casados, pudieran ejercer ese ministerio. Pudieran servir a su comunidad. 

Una Iglesia donde las parroquias tuvieran vida porque se genera una familia y no porque es una simple expendedora de sacramentos, que es otro de los problemas, donde no vamos a entrar porque sería larguísimo. 


El otro día estuvimos entrevistando al presidente de Acción Católica, que tiene un proyecto muy interesante precisamente de eso, de revitalizar las parroquias sin etiqueta de: "yo pertenezco a esto" o "yo solo vengo a recibir los sacramentos y luego no existo en la parroquia". Como fue en nuestra época, un elemento más en la construcción del barrio y de la sociedad.


Ahí hay una reconversión de las parroquias, muy importante, que tiene que ver con la parroquia como un centro de referencia de familia. Y de cultura también, de cómo en nuestra cultura y en nuestra sociedad, que están mutando y cambiando sus códigos, también la parroquia participe de eso y tenga la capacidad de humanizar a las familias y a las personas que quieren tener un vínculo. Una raíz a través de la fe.

Y una vez conseguido eso, aunque fuera pequeñito, creo que nuestra Iglesia cambiaría mucho.


Porque el tema de los valores todavía no es una batalla que hayamos perdido: se esté más o menos de acuerdo con la Iglesia, con lo que significa la institución o las cuotas de poder etc., sobre todo en este país, el mensaje de Jesús indica que lo que debería movernos en el Evangelio sigue siendo muy actual entre grupos que supuestamente no tendrían nada que ver con la Iglesia. 

El tema del valor no está perdido y sin embargo, la Iglesia parece representar, en muchas ocasiones por culpa nuestra, una institución seria, rocosa y preocupada más en establecer límites que en cruzar fronteras.


Pero yo creo que ahí hay, por un lado, una mala visibilización también de los medios de la Iglesia. Porque solo sale la Iglesia institucional, y existe una gran masa de creyentes que no sale nunca y que está implicada en la política, en el ámbito de los media y en ámbitos de la empresa, entre otros.

Y por otro, hay un miedo de la institución de perder el control. Y este miedo de dejarse interpelar también por sus hermanos y hermanas genera una resistencia muy fuerte hacia todo lo que viene de fuera. 

Aquí hay, quizá, otro tema a trabajar como Iglesia española que sería interesante.


¿Cómo ves la Iglesia en quince años?


Pues no lo sé, porque tal como vamos estos dos últimos años no sé qué decirte.


Hace cinco años no podíamos, ni siquiera, plantearnos estas preguntas. Hay muchos que acusan a este Papa de decir muchas cosas y de no hacer nada. De hacer mucho juego floral. Pero lo cierto es que, yo lo estoy viendo así y mucha otra gente de Iglesia, se percibe esa sensación de poder hablar, discutir y poder participar. 


Luego, la realidad en las instituciones es distinta, pero en la vida diaria, incluso con amigos que no tienen nada que ver con lo tuyo, te puedes permitir el lujo de hablar de tu fe, de cómo crees tú que debería ser como cristiano y como ciudadano también, pero con esos valores del Evangelio que tal vez habíamos perdido porque estábamos demasiado escondidos detrás de una Iglesia cerrada sobre sí misma. Eso sí que parece que ha llegado, no sé si para quedarse.

Yo creo que el Papa está haciendo cambios, lo que pasa es también nosotros somos impacientes y nos parece que va lento. Quisiéramos que ya estuviera todo solucionado, pero esa es la impaciencia del creyente que quiere transformar la realidad para que, en este momento, el Reino ya esté aquí.

La realidad no es esa. La realidad es que hay un camino largo y una herencia de veinte siglos que también tenemos que aceptar y transformar; hay una riqueza también en esa tradición que nos apunta hacia determinadas cosas y eso, hay que escrutarlo. Saber realmente qué signos de nuestra tradición nos están indicando qué necesitamos transformar. 

Pienso que los cambios que se están haciendo son pocos y van lentos, pero nos hablan de una disponibilidad de la Iglesia diferente.

Y que hay un camino, que es muy importante: que exista y que se pueda recorrer.

Hay una cosa que me gusta especialmente de Francisco, muy interesante: entiende que las personas desde su contexto concreto pueden aportar algo. Que de alguna manera, él invita a la creatividad.


Este es un momento para mí, propositivo, en el que la gente se pueda sentir segura de que puede proponer. Que no tenga miedo de proponer y de que arriesgue.

Es el momento del talento. De descubrir y desarrollar el talento.

Porque es el momento de proponer y no quejarse tanto; ya lo hemos hecho durante mucho tiempo. Eso está bien porque es un signo profético de denuncia, pero la profecía también tiene una parte de anuncio, o al menos es mi opinión. Estamos en esa segunda parte de anuncio y eso no se puede hacer de forma individual, tiene que ser de forma colectiva.

Me parece muy interesante lo que dijo el Papa en la JMJ de Brasil con los jóvenes argentinos, aquello de: "Las bienaventuranzas y Mateo 25".

En Mateo 25, además del Juicio final, parece que está escondida también la "Parábola de los talentos", que es muy interesante para el momento actual. Un momento de descubrir nuestras potencialidades y de atrevernos a ponerlas en acción sin que nadie nos lo mande. Cada uno, desde su ámbito, trabajar para construir ese Reino.

Los días 3 y 4 de junio en la Sede del Instituto Superior de Pastoral de la UPSA: Paseo de Juan XXIII, número 3. 

"Mujeres y diaconado. Sobre los ministerios en la Iglesia". Jornadas Académicas de la Asociación de Teólogas Españolas (ATE). 

Todavía hay plazas. Existe una página donde se puede hacer la inscripción.

Sí, e invitamos a todos aquellos que seáis expertos, a los que tengáis interés en el tema y que sepáis y queráis dar vuestro testimonio, que os acerquéis. Van a ser unas jornadas, más bien un seminario, donde hay unos ponentes que van a hacer el marco pero luego va a haber tiempos largos de diálogo para que la gente no sea simplemente público, sino que participe.

La base de las jornadas, aparte de las ponencias, están trufadas de diálogos que no son los típicos de "tenemos 20 min. para las preguntas"... Después de la primera ponencia, que dura 45 minutos, el primer diálogo dura otros 45 minutos. Y así.

Esa es la idea, y la de generar un material riguroso, que sea coherente y que luego se pueda publicar.

Silvia, muchísima suerte. Esperemos que sea un éxito y que podamos contarlo después.

Por supuesto os invitamos a que estéis por allí.

Estaremos allí y lo contaremos.

Muchas gracias.

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RD