Wednesday, August 23, 2017

La equidistancia por José María Rodríguez Olaizola sj



Hace unos días el mundo andaba revuelto –y con razón– porque al condenar los incidentes de Charlottesville el presidente Trump había expresado equidistancia en su condena a los radicales “de ambos lados”. Como si mantener idéntica distancia respecto a supremacistas blancos y activistas de izquierda fuera la aristotélica virtud del término medio. Se le echaron encima propios y ajenos, condenando esa declaración, y señalando que no es lo mismo ser racista que no serlo. Y punto. En este caso, parece evidente que el planteamiento del presidente norteamericano fue inadecuado, peligroso por su ambigüedad, y reprobable. Después, ocurrió el atentado de Barcelona, y como nuestro mundo vive a base de inmediatez, lo de Trump y Charlottesville parece que pasó a la hemeroteca o al olvido. Así es este mundo contemporáneo.
Sin embargo, a base de estos acontecimientos fugaces, y aun sin darnos cuenta, se va creando una manera de pensar y una manera de funcionar. Ya tenemos una nueva palabra que se puede utilizar para condenar: equidistancia. A partir de ahora los portadores de certezas de todo cuño tienen otro concepto que añadir a la retahíla de descalificaciones con las que consiguen nunca darse por aludidos. La polarización, el extremismo, los enfrentamientos radicales y las descalificaciones totales están a la orden del día. Y con ellos, los maximalismos que niegan a una diputada del PP el derecho a citar a Lorca, a un periodista decir que no hay que condenar a todo el Islam por el terrorismo de algunos islamistas radicales, o a un miembro de la Iglesia señalar que algo debe cambiar. “Eres de los míos o eres enemigo”, parece proclamar ese extremismo. Y va extendiéndose la violencia verbal, derramada en redes y medios de comunicación. A partir de ahora, cuando algún convencido vea que alguien se sale de la ortodoxia de su grupo para tender algún tipo de puentes, siempre podrá añadir a la habitual retahíla “Eso es demagogia”, “buenismo”, “tibieza”, “corrección política”, un nuevo término: “equidistancia”. Y así, no necesitará entrar a argumentar.
Probablemente la equidistancia casi nunca sea posible. Y en ocasiones, como esta de Charlottesville, la condena de una mentalidad, una ideología o una forma de ver a las personas, deba ser tajante y sin ambigüedades. Pero, en la mayoría de las ocasiones, allí donde hay diferencia es posible encontrarse en puntos intermedios de un camino y huir de generalizaciones que casi siempre son injustas.Y solo desde allí tratar de comprender los argumentos, motivos, y también equivocaciones de quienes ven las cosas de manera distinta. Creo que es el único camino para una cultura del encuentro y no de la confrontación violenta y excluyente. Por más que abunden, en nuestro mundo, los defensores de las distancias insalvables.
José María Rodríguez Olaizola sj
pastoralsj

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