Friday, April 27, 2018

LA NOCHE QUE EMPEZÓ A CAMBIAR LA CONCIENCIA DE LOS CHILENOS. por Luis Badilla. Lo dicho por New York Times en 2010 e Informe especial de al época

James Hamilton en la foto que acompañó sus declaraciones en The New York Times el 22 de abril de 2010
James Hamilton en la foto que acompañó sus declaraciones en The New York Times el 22 de abril de 2010
Dr. James Hamilton, above, is one of four men who have accused the Rev. Fernando Karadima of sexually abusing them for years in Santiago, Chile. CreditTomas Munita for The New York Times

Hace ocho años se conocieron las primeras tímidas verdades mientras la máquina de encubrimiento trabajaba a todo vapor

Hoy, 26 de abril, se cumplen ocho años desde que la inmensa mayoría del pueblo chileno, en particular la opinión pública más prudente y bien informada, descubrió realmente la verdad sobre la Fraternidad del párroco de El Bosque, Fernando Karadima, llamada Pía Unión Sacerdotal, y los abusos sexuales que cometió contra numerosas personas – sobre todo tres jóvenes cuyos nombres hoy se conocen: Juan Carlos Cruz, Andrés Murillo e James Hamilton – el poderoso e intocable padre Fernando Karadima, “niño mimado” de la alta burguesía de Santiago y de los católicos más conservadores y con nostalgias golpistas. Pocos imaginaban que esa noche se estaba abriendo un verdadero abismo para muchos, personas e instituciones. Nadie supuso que esta historia, que inmediatamente trataron de sofocar incluso con dinero, cambiaría el rostro cultural del país y la conciencia de millones de chilenos.
Las tres personas que hemos nombrado, Cruz, Murillo y Hamilton – están en Roma desde hace pocos días para encontrarse con el Papa Francisco el próximo 28 y 29, en la Casa Santa Marta. Pocos días antes de aquel 26 de abril de ocho años atrás, por primera vez en absoluto The New York Times había publicado – el 22 de abril de 2010 – dos testimonios detallados y escalofriantes sobre los abusos de Karadima. (“Chilean Abuse Case Tests Loyalty of a Parish”). Los testigos eran Juan Carlos Cruz y James Hamilton.
En Chile, sobre todo en la capital y en ambientes eclesiales, circulaban desde hace años rumores sobre lo que estaba ocurriendo en El Bosque y sobre quién era realmente Fernando Karadima, definido como “un santo” por el cardenal F.J. Errázuriz. Se sabía que había denuncias ante las autoridades del arzobispado, entre ellas una muy detallada y firmada, sobre abusos que se remontaban a 1955.
Estaba en el aire que iba a estallar un enorme escándalo que salpicaría a los responsables de la arquidiócesis capitalina. El 20 de abril de 2010, al terminar la 99ª Asamblea Plenaria del Episcopado, monseñor Alejandro Goic, Presidente del Episcopado en aquel momento, hizo una declaración que decía textualmente: “Pedimos a todos aquellos que tengan datos objetivos (NdR: sobre abusos) que nos  comuniquen lo que saben para proceder de acuerdo con las normas y con lo que el Papa dice sobre este tema (…) No hay lugar en el sacerdocio para quienes abusan de menores, y no hay pretexto alguno que pueda justificar este delito”.
Ese año la Asamblea Plenaria del Episcopado chileno había sido inaugurada por el entonces Secretario de Estado del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone, quien estaba visitando algunas ciudades del país. Como se recordará, fue un momento muy polémico en la prensa internacional, porque el purpurado hizo declaraciones que luego obligaron al vocero del Vaticano, padre Federico Lombardi, a hacer urgentes correcciones y aclaraciones. Bertone dijo: “Numerosos psiquiatras y psicólogos han demostrado que no existe relación entre celibato y pedofilia, pero muchos otros, y me lo han confirmado recientemente, han demostrado que existe una relación entre la homosexualidad y la pedofilia. Esa es la verdad y allí radica el problema”.
Esta circunstancia demuestra que el purpurado volvió al Vaticano con una considerable cantidad de información sobre el caso Karadima, sobre el cual el Episcopado estaba al corriente y discutía desde hacía tiempo. Tan es así que en esa Asamblea Plenaria se abrió por primera vez una investigación sobre Karadima. La prensa chilena afirmó incluso que Bertone se entrevistó con un abogado de los denunciantes, cuyos nombres nadie conocía en aquel momento.
Aquella noche horrible… cuánto dolor. En Chile, la noche del 26 de abril de 2010, cinco profesionales – entre ellos los tres más conocidos – hicieron declaraciones en el programa “Informe especial” del canal de televisión nacional, TVN, y una gran parte del país, pendiente de la pantalla, quedó al final petrificada y horrorizada. Las crónicas recuerdan que uno de los testimonios más fuertes y desgarradores fue del médico gastroenterólogo James Hamilton, “objeto” de numerosos abusos de parte de Karadima, algunos de ellos brutales y espeluznantes. También produjo una fuerte impresión el relato del periodista Juan Carlos Cruz. Otros dos escalofriantes testimonios fueron los de Luis Luira y Fernando Batlle.
Desde Francia, una persona que mucho después se supo que era el escritor y filósofo Andrés Murillo, envió al programa su testimonio sobre los abusos en forma de carta-confesión. El impacto que produjo el contenido del programa de TVN fue de tal envergadura que el arzobispo de Santiago de aquel momento, cardenal Francisco Javier Errázuriz, debió pedir audiencia al Presidente de la República, Sebastián Piñeira, para tratar la cuestión. A partir de ese momento, aunque las denuncias contra Karadima se conocían desde hacía años (fueron presentadas en 2004) y se le había pedido la renuncia como párroco para protegerlo mejor, el cardenal Errázuriz trató siempre de minimizar, de minar la credibilidad y la seriedad de las denuncias y, sobre todo, en varias oportunidades intentó desacreditar a los denunciantes con palabras e insinuaciones duras, sobre todo en el caso de Juan Carlos Cruz, quien tiempo antes había declarado ser homosexual.
El escándalo nacional obligó a la justicia a nombrar un Procurador especial para ese asunto en la persona de Xavier Armendáriz.
El 28 de mayo de 2010, Andrés Ferrada, prefecto para la educación del Seminario Mayor de Santiago, declaró al Procurador: “A mi entender, los denunciantes no mienten”. Al día siguiente reconoció que había entregado a una persona entre 8 y 10 millones de pesos a cambio de silencio. Entre tanto, Hans Kast, canciller del arzobispado, a su regreso de un viaje a Alemania se presentó ante el Procurador (27 de julio) para confirmar el contenido de su carta del 10 de mayo de 2010, en la cual reconocía que había sido testigo de las graves molestias sexuales de Karadima “a jóvenes adultos”. Posteriormente Kast volvió a confirmar su testimonio ante el nuevo Procurador del caso, Leonardo Valdivieso, llamando en causa a propósito del entorno de Karadima a otros dos sacerdotes: Diego Ossa y Juan Esteban Morales.
Así comenzó a salir gradualmente a la superficie toda la verdad. Pero solo era el comienzo de una batalla donde las fuerzas enfrentadas tenían poderes y recursos no equilibrados. Un nuevo ícono metafórico de David y Goliat.
La historia de los abusos de Karadima, en estos ocho años, atravesó altos y bajos y recién en enero de 2018, con la visita del Papa a Chile, desbordó los límites que le habían impuesto “para siempre”. Seguramente recién estamos al comienzo de una nueva etapa.
Tierras de América

Chilean Abuse Case Tests Loyalty of a Parish

SANTIAGO, Chile — The Rev. Fernando Karadima is one of Chile’s most respected and influential priests. Some go so far as to call him a “living saint,” who for half a century trained dozens of priests and helped mold thousands of young Catholics from Santiago’s elite.

Now four men who were once devoted followers have filed a criminal complaint alleging that Father Karadima, now 80, sexually abused them in secret for years.

One man said he had reported the abuse to Father Karadima’s superiors in the archdiocese of Santiago as many as seven years ago, but they took no action. All four men filed formal complaints last year with the archdiocesan tribunal and, receiving no response, spoke publicly for the first time this week.

But the allegations have been largely met not with anger at Father Karadima but with outrage at the accusers by many of his parishioners, a prominent conservative politician and church officials. They say a man so respected over so much time could not possibly have abused his followers, though as the news broke this week, a cardinal here confirmed that the church has been secretly investigating claims of sexual abuse leveled against the priest.

The case, in one of Latin America’s most staunchly Catholic countries, comes at a time when the Roman Catholic Church worldwide is under increasing scrutiny over how it handles accusations of sexual abuse of minors by the clergy. It also underscores the church’s continuing vulnerability as new instances of abuses are alleged around the Catholic world — some, as in Chile, against well-known and trusted figures.

Chile’s Catholic Church officially asked for forgiveness earlier this week for priests involved in some 20 cases of sexual abuse against minors.

In this new case, Chilean bishops are confronted with the prospect of weighing their loyalty to a revered, elderly priest against expectations — coming now from the Vatican as well — that they handle abuse cases with greater transparency. Last week the Vatican’s secretary of state and second in command, Cardinal Tarcisio Bertone, spent six days in Chile. The accusers said that church officials told them that Cardinal Bertone held discussions about how the church should respond to the accusations against Father Karadima. Church officials deny that the cardinal had any formal talks with the accuser’s lawyers or Chilean bishops during his trip.

Like many pulled into Father Karadima’s orbit, James Hamilton said he worshiped him almost from the moment he was chosen at the age of 17 to be part of his Catholic Action youth movement. The priest became his confessor, his spiritual adviser, his father figure.

“He was God’s representative over me,” said Dr. Hamilton, now 44 years old and a gastric surgeon.

For weeks after joining the movement, he shrugged off kisses on the mouth and pats on his genitals from the priest, he said. Then one day, while on a retreat at a seaside town west of Santiago, Dr. Hamilton said, Father Karadima took his intimate play much further.

“I was paralyzed, frozen,” Dr. Hamilton said. “I was destroyed.”

What ensued, according to Dr. Hamilton, was 20 years of sexual abuse at the hands of Father Karadima.

A criminal complaint filed in court here on Wednesday alleges that the priest molested at least four young men — three while they were minors — over at least two decades.

Parish officials and Father Karadima’s lawyer denied the charges this week.

As news broke Wednesday about the allegations, El Bosque, the parish where Father Karadima is based, rallied around the priest. At a packed mass, Bishop Andrés Arteaga briefly expressed solidarity for Father Karadima in a sermon. Outside the modest-looking church with the red-colored walls, most parishioners expressed unwavering support.

“This is the devil’s work,” said María Eugenia Trenova, 65, who said she attended Mass every night. “I have known Father Fernando for 30 years. He has never done anything wrong.”

Alejandro García-Huidobro, a conservative congressman and a former member of Catholic Action, dismissed the claims out of hand, saying the priest was “absolutely innocent,” to rousing applause outside the church.


El Dr. James Hamilton, arriba, es uno de los cuatro hombres que acusaron al reverendo Fernando Karadima de abusar sexualmente de ellos durante años en Santiago de Chile. Crédito Tomas Munita para The New York Times

SANTIAGO, Chile - El reverendo Fernando Karadima es uno de los sacerdotes más respetados e influyentes de Chile. Algunos llegan incluso a llamarlo un "santo viviente", que durante medio siglo entrenó a docenas de sacerdotes y ayudó a moldear a miles de jóvenes católicos de la élite de Santiago.

Ahora cuatro hombres que alguna vez fueron devotos seguidores han presentado una denuncia penal alegando que el padre Karadima, ahora de 80 años, abusó sexualmente de ellos en secreto durante años.

Un hombre dijo que había denunciado el abuso a los superiores del padre Karadima en la arquidiócesis de Santiago hasta hace siete años, pero no tomaron ninguna medida. Los cuatro hombres presentaron quejas formales el año pasado ante el tribunal arquidiocesano y, al no recibir respuesta, hablaron públicamente por primera vez esta semana.

Pero las acusaciones se han cumplido en gran parte no con ira hacia el padre Karadima, sino con indignación hacia los acusadores por parte de muchos de sus feligreses, un prominente político conservador y funcionarios de la iglesia. Dicen que un hombre tan respetado durante tanto tiempo no pudo haber abusado de sus seguidores, aunque cuando se conoció la noticia esta semana, un cardenal confirmó que la iglesia ha estado investigando en secreto las denuncias de abuso sexual contra el sacerdote.
El caso, en uno de los países más incondicionalmente católicos de América Latina, llega en un momento en que la Iglesia Católica Romana en todo el mundo está bajo un escrutinio creciente sobre cómo maneja las acusaciones de abuso sexual de menores por parte del clero. También subraya la continua vulnerabilidad de la iglesia a medida que se alegan nuevos casos de abusos en todo el mundo católico, algunos, como en Chile, contra figuras conocidas y de confianza.

La Iglesia Católica de Chile solicitó oficialmente el perdón a principios de esta semana para los sacerdotes involucrados en unos 20 casos de abuso sexual contra menores.

En este nuevo caso, los obispos chilenos se enfrentan con la perspectiva de ponderar su lealtad a un venerado sacerdote anciano en contra de las expectativas, que ahora provienen también del Vaticano, de que manejan los casos de abusos con mayor transparencia. La semana pasada, el secretario de Estado del Vaticano y segundo al mando, el cardenal Tarcisio Bertone, pasó seis días en Chile. Los acusadores dijeron que los oficiales de la iglesia les dijeron que el Cardenal Bertone sostuvo discusiones sobre cómo la iglesia debería responder a las acusaciones contra el Padre Karadima. Los funcionarios de la iglesia niegan que el cardenal haya mantenido conversaciones formales con los abogados del acusador o los obispos chilenos durante su viaje
Como muchos entraron en la órbita del Padre Karadima, James Hamilton dijo que lo veneraba casi desde el momento en que fue elegido a la edad de 17 años para ser parte de su movimiento juvenil de Acción Católica. El sacerdote se convirtió en su confesor, su consejero espiritual, su figura paterna.

"Él fue el representante de Dios sobre mí", dijo el Dr. Hamilton, ahora de 44 años y cirujano gástrico.

Durante semanas después de unirse al movimiento, se encogió de hombros con besos en la boca y le palmeó los genitales al sacerdote, dijo. Entonces, un día, mientras se encontraba en un retiro en una ciudad costera al oeste de Santiago, el Dr. Hamilton dijo que el padre Karadima llevó su juego íntimo mucho más allá.
"Estaba paralizado, congelado", dijo el Dr. Hamilton. "Fui destruido".

Lo que siguió, según el Dr. Hamilton, fueron 20 años de abuso sexual a manos del padre Karadima.

Una querella criminal archivada aquí el miércoles alega que el sacerdote abusó sexualmente de al menos cuatro jóvenes, tres cuando eran menores de edad, durante al menos dos décadas.

Funcionarios de la parroquia y el abogado del padre Karadima negaron los cargos esta semana.

Mientras salían las noticias el miércoles sobre las acusaciones, El Bosque, la parroquia en donde se encuentra el padre Karadima, se unió al sacerdote. En una misa abarrotada, el obispo Andrés Arteaga expresó brevemente su solidaridad con el padre Karadima en un sermón. Fuera de la iglesia de aspecto modesto con paredes de color rojo, la mayoría de los feligreses expresaron un apoyo inquebrantable.



El reverendo Juan Esteban Morales, quien dirige la parroquia una vez dirigido por el padre Karadima, recientemente ofreció su apoyo a su predecesor antes de una misa. Crédito Tomas Munita para The New York Times
Discípulo de Juanita Fernández Solar, sacerdote jesuita y primer santo de Chile, el padre Karadima formó a unos 50 sacerdotes activos y cinco obispos durante su larga carrera, dijo el reverendo Juan Esteban Morales, quien dirige la parroquia de El Bosque, que sirve a algunos de los las familias más influyentes.

El padre Karadima reinventó Acción Católica, fundada por el Padre Alberto Hurtado como una especie de movimiento juvenil para ayudar a los pobres, y lo instaló en El Bosque.

El Dr. Hamilton fue uno de ellos. Su bisabuelo fundó St. George, una de las escuelas de varones inglesas más prestigiosas de Santiago. Su madre asistió a la Academia Villa María, una escuela católica exclusiva para niñas.

El padre del Dr. Hamilton desapareció de su vida por una década. Encontró consuelo y dirección en El Bosque durante la dictadura del general Augusto Pinochet.

"Fue el lugar donde se disiparon todas las dudas y angustias sobre la dictadura, donde hablaron del poder de Pinochet como procedente de Dios", dijo.

Impecablemente vestido y con las uñas perfectamente arregladas y el pelo peinado hacia atrás, el padre Karadima esculpió una figura aristocrática, atrayendo tanto a jóvenes como a mayores en la élite de Chile.
En 1983, el Dr. Hamilton fue invitado a unirse a Acción Católica, lo que él consideró un gran honor. Unos 300 jóvenes se reunirían una vez a la semana antes de la misa para escuchar al padre Karadima hablar de "santidad", lo que él vio como "basado en la obediencia absoluta y la humildad de reconocer nuestras debilidades y pecados".

El sacerdote ofreció ser su confesor y guía espiritual. "Sentí que Dios me había elegido", dijo el Dr. Hamilton.

El sacerdote dijo que para guiar a alguien, tenía que conocer a la persona por completo. Al principio, la mayoría de sus confesiones se centraron en la sexualidad del Dr. Hamilton.

Juan Carlos Cruz, un chileno que ahora es ejecutivo corporativo en los Estados Unidos, dijo que cuando era un estudiante de seminario de 17 años que acababa de perder a su padre, el padre Karadima también usó la confesión como forma de maltratarlo, tocando su genitales y besándolo en la boca. Dijo que en confesión le había dicho al padre Karadima que estaba confundido acerca de su sexualidad. Dijo que el sacerdote aprovechó ese conocimiento para intimidarlo y que permaneciera en silencio.

"Este hombre tenía un poder total sobre mí", dijo Cruz. "Solo quería suicidarme pero no fui lo suficientemente valiente como para hacerlo y no quería hacerle eso a mi madre".
Ahora de 46 años, el Sr. Cruz dijo que eventualmente se recuperó con el apoyo de psicólogos, su familia y amigos. Pero dijo que en Santiago, las transgresiones sexuales del padre Karadima con sus jóvenes seguidores eran un secreto a voces, y que no era difícil para sus víctimas encontrarse el uno al otro.

El Dr. Hamilton caracterizó el trauma del abuso como tan grande que continuó hasta que tuvo 38 años, incluso después de casarse, con una mujer que confesó regularmente al padre Karadima. La pareja iba a misa todas las noches y a menudo lo invitaban a cenar con el sacerdote. El padre Karadima a veces le pedía al Dr. Hamilton que lo acompañara escaleras arriba a su habitación para atender una enfermedad persistente. El contacto sexual continuaría, incluso cuando su esposa e hijos estaban abajo, dijo el Dr. Hamilton.

En 2004, el Dr. Hamilton presentó un reclamo oficial de abuso sexual a un funcionario de la iglesia fuera de la parroquia. Nadie respondió, dijo.

Poco después, comenzó una psicoterapia intensiva. Luego, en agosto pasado, el Dr. Hamilton y el Sr. Cruz y otro ex alumno del seminario hicieron una cita con el tribunal en la arquidiócesis de Santiago, reunieron su coraje y presentaron quejas formales sobre el padre Karadima. Tres de los cuatro demandantes hablaron con The New York Times.

Dicen que no piden dinero, solo que finalmente se revela la verdad sobre el poderoso sacerdote.

Corrección: 30 de abril de 2010

Un artículo del viernes pasado sobre las acusaciones de abuso sexual contra el reverendo Fernando Karadima, un sacerdote en Chile, erróneamente atribuyó una distinción a un sacerdote jesuita del que se consideraba discípulo, el reverendo Alberto Hurtado. Fue Juanita Fernández Solar, no el padre Hurtado, el primer santo de Chile.

Alexei Barrionuevo informó desde Santiago, y Laurie Goodstein desde Nueva York. Pascale Bonnefoy y Tomás Munita contribuyeron con informes desde Santiago.

Una versión de este artículo aparece impresa el 23 de abril de 2010, en la página A4 de la edición de Nueva York con el titular: Acusadores de sacerdotes chilenos piden consuelo pero encuentran enojo. 

Caso Karadima | Informe Especial


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