Thursday, September 29, 2011

Cuando contemplo el mar, me pregunto



Cuando contemplo el mar me pregunto: ¿Quién soy yo, el que contempla o lo contemplado?

También en vacaciones la mente corre que se las pela. Está y no está. Se angustia con las noticias, se recrea en el pasado, se inquieta por lo que le espera en el regreso y las preocupaciones futuras.

La mente sólo se calla cuando descubro que no soy ella, que no soy tan siquiera este personajillo que creo ser, con nombre, apellidos, obras, imagen.

Soy otro, una corriente de energía y luz que se oculta en ese yo temporal y aparente. Mi cuerpo puede envejecer, deteriorarse. Mi personaje desaparecer. ¿No acaban desapareciendo los grandes políticos, escritores, actores, deportistas e incluso sus obras quedan sumidas en el olvido?

“El que no se niega a sí mismo” de Jesús no es una anulación masoquista, sino todo lo contrario. Es sustituir mi “yo pequeño” por un “Yo soy” identificado con la plenitud.

Puedo estar perdiéndolo todo y ser feliz. Puedo estar incluso muriéndome y sentirme flotar en la vida, precisamente porque el yo pequeño de la mente ya no puede dar la tabarra y gritar: “Me falta eso, me falta lo otro”. Vuelve al mar que es.

Jesús, cuando enseña a morir en vida no está cercenándonos su disfrute, sino lo que de “mundo” (como él lo llama, no en el sentido cósmico, sino en el de sus criterios): poder, posesión, dinero, competencia, envidia, celos…,ella puede contagiarnos.

Contemplo el mar y soy el mar.

No me separo del mar cuando vuelvo a casa después de vacaciones, porque el mar va conmigo doquiera yo voy.

¿Qué cómo se percibe esto? Con el silencio interior. Basta un minuto para entrar en ese espacio del que vine, al que voy y en el que, aunque no lo perciba, estoy.

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Una observación: Hoy hay personas que al captar algo o mucho de lo que expreso en este post se creen iluminados y que pueden tener respuesta para todo, y a veces llegan a ser tan dogmáticos e intransigentes como los dogmáticos institucionales.

Jesús no dijo “por sus iluminaciones o despertares los conoceréis”, sino “por sus obras las conoceréis”. Si en ellos hay amor, más que condena a los que no son como ellos o están en camino (todo el mundo tiene algo de verdad aunque sea en calderilla) y complejo de superioridad; si hay humildad y aceptación de la parcelita del verdad del otro, brilla el “yo soy”.

Si no, el ego, el pequeño yo acaba de asomar la cabeza como en tantas organizaciones, movimientos y falsas seguridades religiosas. Absolutizar un camino, incluso una verdad (sólo Dios es la plena verdad) se llama fanatismo. Como algunos progres que se la dan de abiertos y no salen de su “mente” progresista, en defintiva ideas graníticas o dogmas, aunque distintos.

Pedro Miguel lamet
El alegre cansancio
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