Friday, December 30, 2016

UNA TARDE CON JON SOBRINO por Josep Cobo

Una tarde con Jon Sobrino

22 de septiembre de 2016.

Ayer, unos cuantos miembros de Cristianisme i Justícia tuvimos la oportunidad de charlar distendidamente con Jon Sobrino, el Anticristo para algunos, un hombre de Dios para muchos hombres y mujeres de buena voluntad. Aunque de hecho, más que charlar, nos dedicamos a escucharle. Afortunadamente. Fueron casi dos horas durante las cuales Jon Sobrino fue desgranando lo que para muchos de nosotros constituyen los irrenunciables de la fe cristiana. 

Jon Sobrino hizo referencia a su conversión, ese momento que divide nuestra vida en un antes y un después. En su caso fue el asesinato de Rutilio Grande. De hecho, la muerte de Rutilio y sus acompañantes, Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus, ametrallados por un escuadrón de la Guardia Nacional, provocó también la conversión de Monseñor Romero, hasta ese momento un arzobispo “conservador”. Un mes antes, Rutilio había proclamado en el denominado “sermón de Apopa” que si Jesús regresara, volverían a crucificarle quienes creían estar del lado de Dios, el clan de los cainitas, tal y como el mismo Rutilio Grande los denominó. Probablemente, en ese instante Rutilio Grande firmó, sin saberlo, su sentencia de muerte. Pues bien, y a propósito de su conversión, Jon Sobrino dijo lo siguiente: “a partir de ese momento, me dio vergüenza volver a ser como antes.” 

Resulta difícil decirlo mejor. Desde la óptica de la conversión, la fe es lo contrario al mito. La fe no vive de las ilusiones que satisfacen nuestra necesidad de un final feliz, sino de la realidad. Y la realidad, tal y como nos dijo también Jon Sobrino, es que la sangre fluye (la frase, si no recuerdo mal, es de Ignacio Ellacuria). La moraleja, por decirlo así, de lo que acabamos de decir es que un cristiano es aquel que le debe su fe y esperanza al testigo, a quien dió su vida por aquellos a los que se les ha arrancado la vida antes de tiempo, por aquellos que viven como muertos. Al fin y al cabo, como dejó escrito Tertuliano, el sacrificio del martir es la semilla de la fe. De ahí que cuando nos preguntan por las razones de nuestra fe, nuestra primera respuesta, antes que a cualquier especulación teológica, tendría que apuntar inevitablemente a la vida —y probablemente a la muerte— del testigo, a quien creyó antes que nosotros (y, en términos de Pablo, por nosotros, esto es, en nuestro lugar). 

A continuación, y no casualmente, Jon Sobrino insistió en la importancia de preservar la memoria de los mártires, algo muy bíblico por otra parte: recuerda de dónde vienes, recuerda a aquellos con quien estás en deuda (al menos porque derramaron sobre ti la vida en verdad, la vida del espíritu). Pues, de lo contrario, corres el riesgo de que el paso del tiempo acabe disolviendo la incondicionalidad (y, por tanto, la verdad) del acontecimiento en el que arraiga la experiencia creyente. Pues lo incondicional no es algo que simplemente pasa y que, en cualquier caso, nos parece incondicional, sino algo que acontece en verdad, es decir, innegociablemente en medio de esa sangre que fluye. La verdad, en este sentido, cae con el peso de las piedras. Ahora bien, el carácter incondicional de lo que acontece no termina de darse sin la adhesión del testigo. Dios es en el cuerpo del creyente, de quien permanece fiel a la voluntad de Dios, incluso donde Dios guarda silencio (o, mejor dicho, sobre todo ahí: sin Dios mediante). 

Los hombres y las mujeres solemos basar nuestra esperanza —aunque quizá deberíamos decir, nuestras ilusiones— en aquello que encontramos a faltar. Así, aquello que nos falta orienta, en gran medida, nuestras búsquedas, cuanto hacemos o dejamos de hacer. Si estamos solos, buscamos compañía (y creemos que seremos felices si conseguimos encontrarla). Si nos sobran unos quilos, echamos en falta un cuerpo perfecto. Si estamos con una mujer seria, encontramos a faltar a la simpática. Esto es hasta cierto punto normal, al menos en tanto que nada es —nada tiene lugar— sin pagar un precio, sin que deje algo atrás. 

Un cristiano, aunque esto no sea patrimonio exclusivo del cristianismo, es aquel que encuentra a faltar justicia para los más pobres. La falta de justicia, como decían los antiguos profetas, clama al cielo. En este sentido, aquello incondicional que sostiene la vida creyente es, sencillamente, lo intolerable: no hay derecho a que tantos hombres y mujeres vivan como perros. Sin embargo, se trata de algo que, al menos de hecho, toleramos con mucha facilidad. Y es que nuestra vida satisfecha es posible en la medida que olvida, deja atrás —estrictamente, en tanto que abandona en las cunetas de la historia— a los que no tuvieron éxito, los desheredados, los que no cuentan. Casi me atrevería a decir que la vida espiritual comienza con un descentramiento, con un caer en la cuenta que, en realidad, el centro está fuera de ti. El deseo, aquello que nos motiva por lo común, no está lo suficientemente fuera como para desviarnos de nuestras ilusiones. Al contrario. El deseo confirma, refuerza nuestro ego. De hecho, nadie puede preferir sensatamente la vida del pobre. Puedes desear una vida más sencilla, más austera, pero no la vida que le ha tocado en suerte al pobre. 

Como nos recordó una vez más Jon Sobrino, el pobre huele mal, de hecho hiede. El olor — y estas fueron literalmente sus palabras— es un criterio fundamental para discernir quién es el Señor. Dios, en verdad, provoca nuestra náusea (aunque no solo nuestra náusea). La vida creyente, en tanto que vida trastocada, espiritual, gira, por tanto, en torno al clamor de las víctimas. Para un cristiano, el pobre es, sencillamente, su Señor. Un cristiano se encuentra sujeto a la demanda infinita que nace de los estómagos del hambre. En este sentido, lo primero —lo innegociable— para un cristiano es dar de comer al hambriento. Luego, si se tercia, hablamos de Dios. Mejor dicho: en nombre de Dios, lo primero no es Dios, sino aquellos con los que Dios se identifica. Viene aquí a cuento aquellas palabras del maestro Eckhart, en principio, nada sospechoso de defender los postulados de la teología de la liberación: “si un hombre estuviera en éxtasis y supiera que un enfermo tiene necesidad de una sopita, tengo por mejor que dejaras el éxtasis y sirvieras al necesitado con gran amor”. Pues eso. No es casual, por tanto, que Jon Sobrino nos insistiera en que aquel que no ha visto a Jesús en el rostro del pobre no ha visto a Jesús —no ha visto a Dios—, por muy intensa que sea su vivencia de Dios. Pues, cristianamente, Dios toma cuerpo —se incorpora, y este podría ser uno de los significados de la resurrección— en los crucificados de la Historia. 

Jon Sobrino será lo que sea, pero aquello de lo que ciertamente no se le puede acusar es de ser un ingenuo. El cristianismo no tiene nada de naïve. En este sentido, la lucidez de Jon Sobrino, la lucidez cristiana, consiste en reconocer que esto de la vida cristiana —esto del seguimiento— es, sin duda, muy difícil. Muy difícil. Dios nos pide cuentas de la sangre de Abel. Y nosotros, como Caín, nos hacemos los sordos. Pero aunque la indiferencia de Caín sea humana, demasiado humana en realidad, no quita que, en el fondo, seamos los llamados a responder al clamor de los Abel de la Historia. Lo dicho: es muy difícil —tan difícil que tiene algo de sobrehumano— responder a la interpelación de Dios, de aquellos con los que Dios se identifica. Como le espeta Pedro a Jesús, tras el episodio del joven rico: ¿quién podrá? Y ya sabemos cual fue la respuesta del maestro: no el hombre, sino aquel que es movido por el espíritu de Dios. Ahora bien, como las meigas gallegas, hombres y mujeres movidos por el Espíritu, haberlos, haylos. En palabras de Jon Sobrino, son aquellos que poseen el Espíritu, mejor dicho, aquellos que fueron poseídos por él, incluso contra su voluntad, los que nos permiten seguir empujando el pesado carro de la Historia, la raíz de nuestra esperanza. Ciertamente, no sabemos, pues no es objeto de saber, si al final Dios será todo en todos. Pero lo que sí sabemos es que si esto lo digo yo no es verdad, pues fácilmente obedecería, como decíamos antes, a mi necesidad de un final feliz. Pero si esto lo proclama quien no tiene motivos para confiar en que todo acabará bien, la cosa cambia: difícilmente podremos evitar la impresión, por no hablar de convicción, de que tiene que ser así, a pesar de las evidencias en contra. Desde una óptica creyente, una verdad que no esté incorporada podrá ser, en cualquier caso, motivo de especulación, pero en modo alguno nos afectaría como lo que en verdad tiene lugar. La verdad, como decíamos antes, cae con el peso de las piedras. De ahí que la declaraciones de la fe sean flatus vocis, si no las encarna quien puede proclamarlas, quien es capaz de Dios. Y ya sabemos quien es, bíblicamente hablando, capaz. 

Cristianisme i Justícia

Teresa Forcades: El ídolo mercado



En el marco del curso "Nuevas idolatrías del siglo XXI. Desenmascarando los falsos dioses de nuestros días" pudimos hacerle algunas preguntas a Teresa Forcades antes de su sesión sobre el mercado como ídolo.

Teresa Forcades es monja benedictina (Monasterio Sant Benet de Montserrat). Es también, teóloga y médica, como también fundadora del Movimiento sociopolítico Procés Constituent en Catalunya

¿Por qué podemos afirmar que los humanos se relacionan con el mercado como con un ídolo?

¿A qué inseguridad responde la pleitesía del individuo y la sociedad al "ídolo mercado"?

¿Cómo combatir este ídolo? ¿Es posible hacerlo con el actual rol que juega el mercado en nuestra sociedad?

Dificultades y Tensiones en la Diócesis de Osorno por Danilo Andrade

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Durante este año, son muchas las opiniones, declaraciones, actividades diversas y manifestaciones no violentas que se han desarrollado en nuestra ciudad, como consecuencia del inoportuno nombramiento de don Juan Barros como titular de la Diócesis de Osorno. Hemos de poner nuestra Esperanza cristiana en lo que ocurra en la próxima visita ad limina apostolorum de los obispos a Roma.

Todo el mundo –y felizmente también en Roma- sabe que la situación eclesial y administrativa en este lugar de misión y evangelización del sur de Chile, otrora ejemplar, hoy lastimosamente está cruzada negativamente por varios factores que se pueden resumir en desunión eclesial y falta de diálogo para resolver la crisis de liderazgo y praxis que  pronto cumplirá dos años.
Desunión, porque es evidente que tanto el clero como el mundo laical diocesano están faltos de unidad y confianza entre sí, además,  en algunos casos, confrontados porque algunos feligreses aceptan sin más la imposición del Obispo y, otros, estamos porque se corrija el daño causado ante el arribo –inconsulto- de don Juan Barros Madrid al obispado de Osorno.
Digo, falta de diálogo, porque desde hace tiempo y por diversos medios hemos solicitado como Organización/Comunidad de Laicos y Laicos de Osorno, un diálogo fraterno y sincero con don Juan, hasta ahora ese deseo no ha sido posible. Es más, recientemente en Punta de Tralca, quisimos hablar con él, le avisamos que iríamos a la casa de retiros, pero no nos recibió y se ausentó el día antes que culminara la Asamblea Plenaria Episcopal.  Sí lo hizo el Obispo don Alejandro Goic, que además de titular en la Diócesis de Rancagua, es el encargado del Consejo Nacional para la prevención de abusos contra menores y acompañamiento de víctimas de la Conferencia Episcopal de Chile.
Ante estos hechos y situaciones no queridas por una porción importante de la feligresía osornina, me parece importante reafirmar que la oposición a este lamentable nombramiento episcopal obedece, fundamentalmente, a un acto de conciencia. Todas las personas, miembros de Comunidades, que estamos en este compromiso de que don Juan Barros sea removido de nuestra Diócesis, lo hacemos no por causas antojadizas o revanchistas, simplemente lo hacemos .desde nuestra conciencia, porque consideramos que el Obispo en el tema abusos sexuales, silencios y complicidades con el tenebroso caso Karadima lo hacen reprochable para tan alto cargo pastoral administrativo en nuestra querida ciudad.
Convencido, al final de este año, de que los cristianos hemos de ser responsables frente a actitudes adversas o injustas, de que no podemos permanecer ni en silencio ni pasivos ante la grave crisis que arrastra la Diócesis,  me parece que llegó la hora de que la Iglesia asuma una vieja tradición; la franqueza. Franqueza cristiana para transparentar nuestras posiciones allí donde coexisten diversas lecturas de este hecho que no tiene en paz a los miembros de las comunidades parroquiales y, franqueza para corregir a algunos personajes eclesiásticos que “desde arriba” fomentan el distanciamiento y la ausencia del necesario diálogo para buscar una salida a la actual crisis para que todo vuelva a la normalidad.
Pronto los obispos de nuestra patria estarán en Roma en visita ad limina, junto al Papa Francisco, compartirán y comentarán cómo están las diferentes diócesis del país. Sin duda que esta es una oportunidad única en que el Obispo Juan Barros, pueda exponerle in situ al Papa lo que verdaderamente ocurre en su jurisdicción eclesiástica desde el momento en que arribó a Osorno. Esa actitud sincera y sanadora para todos, sería un buen paso para que se resuelva el “caso Osorno” y, por el contrario, de ninguna manera se podría utilizar esta visita para ahondar la crisis de desunión con un lenguaje y visión unilateral que, sin duda, profundizaría, aún más, las diferencias y los dolores que todos hemos soportado en estos años.
Por mi parte, siempre utilizo un lenguaje que no hiera los sentimientos religiosos del otro que no piensa como yo. Pero esta actitud de vocablo sereno no me impide decir, en conciencia, lo que muchas personas piensan sobre la permanencia de don Juan Barros en la Diócesis; que no goza de “buena fama” y que por su pasado reciente es reprochable.  No lo digo por imponer una verdad o un criterio, sino y simplemente porque los actos injustos no se pueden imponer, son un abuso de poder y eso es, precisamente, lo que limita y limitará la reconciliación de los espíritus en nuestra querida Diócesis de Osorno.
Toda conciencia, esté bien o mal informada, que se refiera a cosas que son en sí malas o indiferentes, es obligatoria; pues el que actúa contra su conciencia, peca.” (Santo Tomás: Quaestiones quodlibertales, III, a. 27).
Danilo Andrade Barrientos
(Laico Ignaciano)

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REFLEXIÓN Y LIBERACIÓN

'Sully', 'Las inocentes' y 'Hasta el último hombre', a la cabeza del mejor cine espiritual


"Recogemos un ramillete de títulos necesarios que conviene revisitar"


Cine grande y pequeño muy recomendable


(Peio Sánchez).Ha sido un año con muchas películas inspiradas por la fe pero con bastantes de ellas faltas de calidad narrativa, elocuencia estética y profundidad espiritual. Sin embargo, podemos recoger como cosecha un ramillete de títulos necesarios que conviene revisitar.
10. "Poveda" de Pablo Moreno
Comenzamos esta lista con un homenaje, en esta última plaza, al cine pequeño que hace cosas interesantes. En la pantalla la historia de un santo del convulso comienzo de siglo XX en España. Un cura pedagogo, pastor y anticipado a su tiempo, que comprendió la gran herida de una época donde la incultura abrió el abismo de las batallas. Un visionario creyente del papel de la mujer en el giro imprescindible de la violencia al cuidado. Tras la cámara un realizador que acostumbrado a la austeridad hace de la necesidad virtud y mueve los hilos de un tapiz sencillo pero donde la mirada reposa. Ante las cámaras un grupo de actores que creen en el proyecto de un montaje, más bien televisivo, al que las televisiones no quieren apoyar. Un brindis por este trabajo honesto, en sus limitaciones, que merece más oportunidades.
9. "Falling" de Ana Rodríguez Rosell
La directora de "Buscando a Eimish" (2012) filma desde la conciencia. Esto no quiere decir que sean películas concienzudas en el detalle técnico o en el guion. "Falling" es una historia de un amor perdido, olvidado, malcurado. Él llamado -como el Jesucristo de Narnia- Aslan, con un Birol Ünel que traspira autenticidad, ella llamada Alma, con una Emma Suarez grande, que está a la altura de la almodovariana Julieta. El culpable de la ruptura viene de nuevo a provocar al amor enterrado en Alma.
Cuando todo parece una operación de reconquista, los clichés de lo esperado en telenovelas saltan por los aires. Nada es ni sencillo, ni tan predecible. ¿Puede salvarse el amor? O mejor ¿puede salvar el amor? Mientras, en el duelo interpretativo, cuando los dos protagonistas, en su mano a mano, cara a cara, no pueden mirarse el uno al otro, levantan imperceptiblemente los ojos al cielo.
8. "Spotlight" de Thomas McCarthy
Película importante y dolorosa que se estrenó con el año y que cosechó los Oscar a mejor película y guion original. La historia sobre el equipo de investigación del diario Boston Globe nos presenta su indagación sobre los abusos a menores por parte de sacerdotes en una de las diócesis más importantes de EEUU. Narrada como una descripción objetiva, muestra los pasos que va haciendo el grupo de periodistas para desvelar el silencio de las víctimas y los mecanismos de encubrimiento de la iglesia católica y de la sociedad en general.
"No hay nada oculto que no haya de descubrirse, ni nada secreto que no se tenga que conocer" (Lc 8,17). La verdad siempre tiene una función curativa tanto para las víctimas como para las instituciones religiosas y para toda la sociedad. Corruptio optimi pessima, la corrupción del mejor engendra lo peor. La responsabilidad de los que tienen que velar sobre los débiles cuando encubren sus abusos exige la conversión y la reparación. En este sentido, Spotlight es un buen mensajero.
7. "Si Dios quiere" de Edoardo Falcone
Una comedia a la italiana divertida y con fondo. Un nuevo Don Camilo y Peppone en este caso con un cirujano ateo al que su hijo le confiesa que quiere ser seminarista y un cura que tiene madera de líder a pesar de un pasado difícil. La propuesta nos permite pasarlo bien y de paso repensar los prejuicios y la importancia de no dejarnos llevar por ellos. La relación entre ciencia y fe en los dos antagonista no es tanto el centro de la trama sino más bien la amistad como experiencia de ayuda mutua. Demasiado fácil el estereotipo del ateo, sin embargo, deja un sabor de verdad que hace atractivo el relato.
6. "The Vessel" de Julio Quintana
Una obra de la escuela de Malick. Uno de sus discípulos, Julio Quintana, compone este film-parábola sobre la intensidad de la desolación y el sacrificio de la esperanza. Con las mismas consideraciones formales de su mentor, cuenta con la belleza de los planos que se convierten en símbolos, la intensidad de la tragedia, el dialogo tenue contrapunteado con la voz en off y la intensidad de la banda sonora. Tras diez años de la tragedia de un maremoto una aldea portorriqueña sigue en la tristeza de la devastación.
Tras la muerte de 46 niños de la pequeña escuela, las mujeres se niegan a quitarse el luto y a tener hijos. Resistiendo el temporal el sacerdote local, impresionante Martin Sheen incluso en su castellano, intenta, tan repetida como fracasadamente, aportar un poco de luz, desde una iglesia a la que ahora ya no entra nadie. Allí un joven resucitado Leo, que cuida de su madre enloquecida, se convierte en el verdadero protagonista como una extraña imagen crística. El navío será la señal para no hundirse en el mar del dolor donde hay una salida inesperada donde lo humano se encuentra con lo divino.
5. "Human" de Yann Arthus-Bertrand
Tres son los grandes ejes de este documental del fotógrafo y cineasta Yann Arthus-Bertrand. El más significativo es el testimonio del rostro. En primeros planos van pasando mujeres y hombres, niñas y niños de todas las razas, religiones y países. Sobre un fondo negro la mirada se fija en las emociones y en las palabras que en forma de confesión nos hablan de la felicidad y el sufrimiento, de la violencia y el amor, del trabajo y de la familia. El segundo eje son las imágenes aéreas del mundo y la humanidad. En ellas se recoge la belleza de las formas del mundo, los paisajes que acompañan a los hombres, la dureza escondida del medio natural, el color deslumbrante en sus variaciones de Oriente a Occidente, de Norte a Sur.
Y sobre el fondo de la mundanidad, la comunidad, los seres humanos como colectivo que respira formando un cuerpo que va desde los aficionados al fútbol o la música a los ejércitos, de los devotos a los que levantan un "castell" humano. Los seres humanos que habitan en la tierra. El último es la banda sonora compuesta por el músico francés, de origen marroquí y nacimiento en Jerusalén, Armand Amar. Su aportación nos muestra la diversidad de las músicas del mundo traspasadas de una potente fuerza espiritual que llega a mostrar la dimensión sagrada del canto que se hace danza y que acompaña el viaje por la humanidad su supone "Human".
4. "El hijo de Saúl" de László Nemes
El joven cineasta húngaro vuelve a abrir la herida y nos trae de nuevo a visitar Auschwitz en un descenso hacia el mal radical. Sus opciones estéticas resultan de una admirable coherencia con el que dolorosamente nos muestra, la sombra alargada de Béla Tarr, de quién fue ayudante de cámara, marca estilo. La narración en primeros planes deja al fondo el horror y nos muestra sus devastadoras consecuencias en las personas. El acompañamiento de la cámara a las espaldas del protagonista deja el espectador con la muerte en sus talones. El magistral fuera de campo, no sólo señala la línea no traspasable, no harás ficción de la verdad más penetrante, sino también nos muestra que afecta más aquello que no se ve. El sonido estremece sustituyendo las imágenes para señalar la máquina de matar que tritura los seres humanos. Poderosa llamada la reconocer el misterio de la iniquidad.
3. "Hasta el último hombre" de Mel Gibson
Excesiva y genial. Mel Gibson es un hombre de extremos, pero la fe de sus personajes forma parte de su denominación de origen. El soldado sanitario Desmond Doss se niega por motivos religiosos a coger las armas durante el final de la II Guerra Mundial, pero se convierte en un héroe salvando las vidas de sus compañeros heridos e incluso de sus enemigos. Las convicciones pacifistas del protagonista, sorprendente un Andrew Garfield reconvertido de Spider-Man en un contenido y profundo objetor, brotan de una experiencia dura marcada por un padre maltratador y traumatizado por la guerra. La biblia se convierte en una bandera blanca en mitad de la sangre de los cuerpos rotos por las armas. Las lanzas pueden convertirse en podaderas. Lástima que algunos dejes patrioteros y de las concesiones al gore velan, solo en parte, un gran ejercicio de cine y de fe.
2. "Las inocentes" de Anne Fontaine
La directora francesa realiza su mejor película en este drama sobre mujeres entre el horror y la vida. Una comunidad de monjas de clausura polacas que han sido agredidas y violadas por soldados del ejército soviético al final de la II Guerra Mundial. Una enfermera agnóstica de una misión médica del ejército que se presta a ayudarles compartiendo su sufrimiento. La desorientación de la priora que queriendo soslayar el mal, lo multiplica. La vida que ayuda a la fe a salir adelante desde la maternidad como fuerza trascendente. El encuentro de cristianos, judíos (el doctor enamorado) y agnósticos entre el dolor y la compasión.
Las monjas ayudadas por la generosidad valiente de la joven sanitaria a la que reconocen como un don y ella misma bendecida por este encuentro y su relación con aquella comunidad de orantes heridas. Los pequeños recién nacidos como una irrupción de la luz que permite mirar hacia adelante antes que recordar un pasado traumático. Una canción a la vida que no solo es biología sino que sabe a eternidad.
1. "Sully" de Clint Eastwood
Nuevamente Clint Eastwood, con sus 86 años, en lo alto de la lista. No se trata de una de sus obras maestras pero es una gran película. La presentación de un modelo ético de referencia en Sully, el piloto que hizo amenizar su nave en el río Hudson. 208 segundos es el tiempo para tomar una decisión ¿fue la correcta? La investigación posterior al accidente nos permite situarnos ante lo determinante del factor humano, en su vulnerabilidad pero también en su dignidad. La actuación de Tom Hanks en el capitán Chesley "Sully" Sullenberger resulta conmovedora. El héroe humilde que sabe colaborar y que afirma que no hizo más que lo que tenía que hacer, como el siervo inútil del Evangelio.
Acaba el año con "Silencio" de Martin Scorsese llamando a la puerta. Y quizás comencemos el 2017 con la mejor película por venir, aunque de eso hablaremos en el próxima entrega.

RD

EL PAPA FRANCISCO Y EL AÑO 2016. JULIO, AGOSTO y SEPTIEMBRE

Julio 2016: La Jornada Mundial de la Juventud en la tierra de Juan Pablo II



A principios de mes de julio se puso punto y final al Proceso Vatileaks 2, durante el que fueron juzgados varios dependientes del Vaticano y dos periodistas. El único que fue a la cárcel fue el sacerdote español.
 
"...condena al imputado a la pena de 18 meses de reclusión”.
 
En julio el Papa nombró nuevos portavoces, el estadounidense Greg Burke y a una mujer, la española Paloma García Ovejero.
 
"¿Cómo les va?”
"Una gallega metida en el Vaticano...”
 
A finales de julio el Papa viajó a Polonia, para participar en la Jornada Mundial de la Juventud.
 
La primera gran visita del viaje a Polonia fue a Czestochowa, el corazón espiritual de Polonia. El Papa rezó conmovido ante la Virgen Negra; una de las devociones más queridas por Juan Pablo II.
 
La Misa comenzó con un susto, este tropiezo que no tuvo más consecuencias. Por eso, antes de que comenzara la homilía le saludaron con este aplauso.
 
Quizá el momento más intenso de su viaje a Polonia fue en el campo de exterminio de Auschwitz. Lo visitó solo y en silencio, porque no hay palabras que describan uno de los mayores horrores de la historia.
 
Saludó uno a uno a 10 supervivientes del Holocausto frente al "muro de la muerte” donde fueron fusiladas miles de personas.
En Birkenau, se escuchó el Salmo 130, el dolorido canto del desesperado que pide ayuda a Dios desde las profundidades y ´caminó ante el memorial por las personas que murieron en los campos de concentración durante la II Guerra Mundial.
 
El momento más importante de la JMJ fue esta vigilia de oración al anochecer en una explanada cerca de Cracovia, con espacio para más de un millón de jóvenes.
 
El Papa Francisco entró a través de esta simbólica puerta santa y de la mano de jóvenes del mundo.
 
En un enérgico discurso, les invitó a no ser jóvenes adormilados y les pidió que no se conformen con una vida vivida desde el sofá.
 
FRANCISCO
"Queridos jóvenes, no vinimos a este mundo a "vegetar”, a pasar por él cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca. Al contrario, hemos venido a otra cosa, a dejar una huella. Es muy triste pasar por la vida sin dejar una huella. Jesús quiere tus manos para seguir construyendo el mundo de hoy. Él quiere construirlo contigo. ¿Tú que respondes?, ¿qué respondes, sí o no?”.

Después llegó el momento de la Adoración Eucarística. El más de millón y medio de jóvenes del Campus Misericordiae se unió al Papa en silenciosa oración.
 
El Papa se marchó, pero todos ellos pasaron allí la noche.
 
La mañana siguiente, le dieron así la bienvenida, cuando llegó para celebrar una Misa sólo para ellos.

FRANCISCO
"No os dejéis anestesiar el alma, aspirad a la meta del amor hermoso, que exige también renuncia, y un "no” fuerte al dóping del éxito a cualquier precio y a la droga de pensar sólo en sí mismo y en la propia comodidad”.

Antes de despedirse, Francisco les convocó de nuevo para la próxima Jornada Mundial de la Juventud.
 
FRANCISCO
"...Será en el 2019 en Panamá”.
 
Queda mucho tiempo, pero el Papa ya lo está preparando. Por lo pronto, con la camiseta de la selección nacional panameña, y con el sombrero de los campesinos del país que le entregaron en el avión.


Agosto 2016: El Papa invita a comer a refugiados y visita a mujeres rescatadas de la prostitución




El Papa comenzó el mes de agosto con una visita exprés a Asís, que celebraba 800 años del "Perdón”. Es la indulgencia que obtuvo el mismo San Francisco para que los peregrinos que el 2 de agosto vayan a esta iglesia obtengan la misma indulgencia que los que van a Tierra Santa.
 
El Papa rezó en la Porciúncula, la iglesia que San Francisco reconstruyó con sus propias manos, el lugar en el que fundó su Orden y el lugar en el que falleció.
 
Luego, el Papa tuvo una intensa homilía sobre el profundo significado del perdón de Dios.
 
FRANCISCO
"El mundo necesita el perdón; demasiadas personas viven encerradas en el rencor e incuban el odio, porque, incapaces de perdonar, arruinan su propia vida y la de los demás, en lugar de encontrar la alegría de la serenidad y de la paz”.
 
Una vez más, pidió a las personas que se confiesen con un sacerdote, para que Dios les perdone sus pecados por graves que sean. Y para que quedara claro, se salió de la agenda prevista y se sentó a confesar a peregrinos.
 
En agosto el Papa tuvo dos importantes gestos de misericordia. Primero invitó a comer a su casa a 21 refugiados sirios. Le regalaron una dramática colección de dibujos de niños sobre el drama que ya han vivido

"Es el drama de la guerra”.
 
Otro día visitó una casa de la Comunidad Papa Juan XXIII en la que viven 20 mujeres liberadas de la esclavitud de la prostitución.
Durante más de una hora le relataron cómo se han aprovechado de ellas, las han violado y las siguen amenazando.

"Hoy os pido perdón a todas vosotras. Por todos los cristianos, los católicos, que han abusado de vosotras. Y también perdón de mi parte, por no haber rezado lo suficiente por vosotras y por esta esclavitud”.

Durante la noche del 24 de agosto un fuerte terremoto sacudió el centro de Italia y provocó unas 300 víctimas mortales y destrozos irreparables en varias ciudades.
 
El Papa, que ese día tenía previsto una catequesis, la sustituyó por un intenso rosario.
 
A finales de mes le visitó el fundador de Facebook, Mark Zuckerbergacompañado de su mujer.

"El libro trata sobre la importancia de conectar a las personas y el hecho de que una gran mayoría no tienen acceso a Internet”.

Al Papa le gustó la idea construir una cultura del encuentro que transmita esperanza a los más desfavorecidos. Y antes de despedirse pidió a Zuckerberg y su mujer algo que nadie les había pedido antes.

"Por favor, recen por mí”.


Septiembre 2016: Madre Teresa de Calcuta es santa




El mes de septiembre comenzó con la canonización de la Madre Teresa de Calcuta, la  mujer católica más influyente del siglo XX.
 
FRANCISCO
"Declaramos y definimos santa a la beata Teresa de Calcuta y la inscribimos en el libro de los Santos”.
 
Entre los cien mil peregrinos había algunas religiosas de la orden que ella fundó, acompañadas de 1.500 pobres con asientos reservados en las primeras filas.
 
FRANCISCO
"Ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes de la pobreza creada por ellos mismos”.

Cuando acabó la Misa, el Papa invitó a almorzar pizza en el mismo Vaticano a cientos de personas sin techo para celebrar la canonización.
 
Y precisamente como homenaje a Madre Teresa, que fue una firme defensora de la vida, en septiembre el Papa visitó un hospital para recién nacidos enfermos.
 
Además de estar con los bebés, les dejó en sus cunas una medalla y saludó a sus padres.
 
"Se llama Giancarlo, nació con 7 meses. Es un poco prematuro. Pero está bien. Ya nos falta poco para llevarlo a casa”.
 
También en septiembre el Papa viajó a Asís para el "Encuentro Mundial de Oración por la Paz” organizado por la Comunidad de San Egidio.
 
Allí, líderes de muchas religiones, y cada uno por su cuenta, rezaron por la paz.
 
No se trataba de diálogo teológico, sino de mostrar que lo que une a quienes creen en Dios es la certeza de que hay que construir la paz.
 
Después, todos juntos se reunieron para dar un fuerte de mensaje al mundo.
 
El Papa se comprometió a que ninguna tragedia caiga en el olvido y que los líderes religiosos les darán voz. Y pidió que no se use la religión para justificar la guerra.
 
FRANCISCO
"No nos cansamos de repetir que nunca se puede usar el nombre de Dios para justificar la violencia. Sólo la paz es santa y no la guerra. Nuestro futuro es el de vivir juntos. Por eso, estamos llamados a liberarnos de las pesadas cargas de la desconfianza, de los fundamentalismos y del odio”.

Un compromiso que pusieron por escrito, firmaron y entregaron a este grupo de niños, porque el futuro que se construye hoy, será su presente.
 

Abusos sexuales y celibato por Sergio Buenavueva, Obispo



¿Si los curas católicos no fueran célibes disminuirían los abusos sexuales a menores en el clero? 

Esta pregunta ha vuelto a ser puesta sobre el tapete, en razón de los aberrantes casos de abusos salidos a la luz recientemente en nuestro país. 
En días pasados, y en diálogo con diversos medios sobre las crisis sacerdotales, las preguntas se han centrado también en el vínculo entre celibato y abusos. Comparto ahora algunas de las reflexiones que he podido hacer en esos valiosos encuentros con los medios. Son un aporte para una discusión amplia de un tema delicado e importante. 

Las razones por las que un cura abusa sexualmente de un menor resultan semejantes a las que tiene un adulto que no es clérigo o célibe para tener la misma conducta. 

Sin negar la complejidad del asunto, los abusos sexuales pueden ser pensados, al menos en buena parte de ellos, como abusos de “poder” que, en este caso concreto, toman la forma de un comportamiento sexual. Un adulto, normalmente, busca como compañero sexual a otro adulto. En la violencia sexual con menores la asimetría entre la víctima y el victimario es un dato clave. 

Entre los rasgos que caracterizan el perfil de un abusador se destaca precisamente esta tendencia a rehuir el contacto con sus pares, prefiriendo los ambientes donde hay menores u otras personas vulnerables sobre las cuales puede hacer sentir su ascendiente. Priman la seducción, la absorción del otro y la mutua dependencia. 

La del sacerdote es una misión que, por su propia naturaleza, lo ubica en situación asimétrica con muchas personas que lo buscan como acompañante espiritual, consejero o soporte para una situación difícil de la vida. Es un referente que tiene un innegable rol de autoridad y liderazgo, tanto en la comunidad eclesial como fuera de ella. 

La cuestión es cómo se gestiona adecuadamente esa asimetría. De ahí que haya que cuidar tanto su buena salud psíquica y emocional, como las motivaciones espirituales, morales y pastorales para ejercer su ministerio. Se trata de ayudarlo para gestionar como adulto su mundo afectivo y sexual en el ejercicio de sus diversos roles de autoridad pastoral. Como ocurre, por otra parte, con otras profesiones similares: docentes, agentes sanitarios, entrenadores, etc. Sin olvidar las relaciones asimétricas dentro de la misma familia: padres, abuelos, tíos. 

La vida célibe, incluso cuando supone luchas y tensión, no es razón suficiente para que un adulto, más o menos sensato, llegue a una conducta como la que se da en el abusador, sea cura o laico. 

El celibato no es causa del abuso. Puede ser, y de hecho lo es, factor de riesgo. Es así, sobre todo, si se admite a la vida celibataria a personas con fuertes disfunciones sexuales que, dadas las condiciones, pueden llegar a la violencia sexual con menores o vulnerables. Es lo que, por diversas causas no exentas de responsabilidad, ha ocurrido en seminarios y casas de formación. 

La vida célibe puede ofrecer la ilusión de un contexto aparentemente sin sobresaltos a personas que tienen problemas relacionales como las arriba descritas. En realidad, es todo lo contrario: la vida célibe acerca más al precipicio a quienes tienen esas dificultades que, dicho sea de paso, tampoco se resolverían con el matrimonio (la mayoría de los abusos acontece precisamente en el seno de las familias). 

De ahí que, en su política de prevención de los abusos, la Iglesia esté extremando las medidas para seleccionar a los candidatos al sacerdocio y la vida consagrada, y en el acompañamiento a sus ministros, atendiendo precisamente a la capacidad de entablar vínculos adultos, libres y sanos, con todos, especialmente con los más vulnerables. 

Sobre el celibato como forma evangélica de vida, asumida por varones y mujeres, se sigue reflexionando, escribiendo y debatiendo en la Iglesia. Es bueno que así ocurra, escuchándonos e iluminándonos mutuamente. Y no solo a nivel de reflexión académica o crítica, sino también de experiencias concretas de vida por parte de quienes nos sentimos llamados al celibato por el reino de los cielos. 

La crisis de los abusos nos ha permitido comprender mejor que no se puede asumir una vida célibe de cualquier manera. Incluso si la praxis futura de la Iglesia dejara espacio para el ministerio de hombres casados, la creación de ambientes seguros para niños y personas vulnerables y la prevención de eventuales situaciones de abusos seguiría siendo una prioridad de la Iglesia, tanto para ministros célibes como casados. 

CÓRDOBA, ARGENTINA

Obispo de San Francisco y presidente de la Comisión de Ministerio del episcopado argentino

Vatican Insider