Friday, November 03, 2017

La filosofía como medicina del alma por Fernando Guevara_Riera



El quehacer filosófico nos remite siempre a la pregunta ¿qué se entiende por filosofía? Lo que reflexionamos hoy forma parte de nuestras experiencias de vida. La filosofía que brota de estas breves líneas son producto de nuestras reflexiones sobre lo que nos ha tocado vivir, sobre el dolor que esto ha significado. Sostengo, además, que en dichas reflexiones encontramos una de las más grandes fortalezas que nos dona el quehacer filosófico, a saber, que lo que sea filosofía nunca será un saber muerto, todo lo contrario, siempre ha de ser un saber vivo que nos interpele y que nos ayude a comprendernos y a fortalecernos en la vida, afirmándonos.
El pasado 20 de octubre asistí en calidad de ponente, vía Skype, al I Congreso de Dios en la Literatura Contemporánea, Madrid, 19-21 de octubre de 2017. Excelente experiencia académica y un trato muy humano entre todos los profesores participantes. Agradezco la oportunidad que me brindó el Comité organizador del Congreso de poder participar y este artículo son unas reflexiones a posteriori (1).
En nuestra intervención en dicho Congreso partimos de la filosofía griega como “amor a la sabiduría” para comprender las realidades inhóspitas que un mundo –más de las veces hostil- nos entrega para ser encaradas y resueltas en favor de lo humano. Mi aporte lo elaboré a partir de una interpretación que realicé de la primera obra de teatro de Sartre: Barioná, el hijo del trueno (2). Las páginas de esta obra proponen la ocasión de reconsiderar el papel de Cristo en la historia de los hombres concretos, el lugar del amor en las relaciones por encima de las convenciones, el compromiso existencial que tenemos como mujeres y hombres de apostar por la esperanza, aunque vivamos rodeados de vicisitudes que pretenden negar de facto la alteridad.

La filosofía como medicina del alma


De la lectura de Barioná, el hijo del trueno lo que más me enriqueció fue constatar cómo Sartre alimenta la reflexión filosófica en tanto “medicina del alma” (inspirado, quizás, en Cicerón) gracias a la cual, se pueden y deben curar nuestras almas enfermas de desesperanza, dolor y tristeza por el mundo socialmente injusto en el que vivimos. El autor francés apuesta a que somos capaces de ejercer y vivir nuestra libertad y nuestra relación con el otro desde una voluntad de sanación, no desde la punición ni de la ira, a pesar de los muchos dolores e injusticias que nos toca afrontar diariamente. Afirma que si bien es cierto que el mundo es una caída interminable en donde nadie sale victorioso, no debemos resignarnos a dicha caída, podemos decidir enfrentarla y tomar libres acciones que pongan fin al sufrimiento humano. 
A través de sus páginas, Sartre va delineando así su lectura de la Natividad: aceptar el amor del Nacimiento de Jesús es elegir luchar por un mundo más humano. El Nacimiento del Niño será, a pesar de los sufrimientos que le esperan, una apuesta por un nuevo despertar; es una nueva oportunidad de esperanza que nos otorgamos de ser entre nosotros humanos y de no estar solos aquí los unos contra los otros. Lo novedoso de esta obra de teatro respecto de El ser y la nada es el tratamiento que Sartre realiza en su recorrido al sufrimiento que padecemos por nuestra condición humana.

La desesperanza viene cuando apostamos por el dolor en el mundo

Ahora bien, concluyo de la lectura de Barioná que, a la luz de Sartre pero no limitándonos a él, optamos por la desesperanza en el mundo cuando miramos nuestras experiencias dolorosas como si fueran las únicas y nos volvemos incapaces de sentir el dolor del otro, cuando nos miramos al ombligo con una mirada carente y rencorosa desdibujando al prójimo, cuando nos encerramos en el presente con el ceño fruncido hurgando en nuestras heridas sin la más mínima pretensión de sanarlas cultivando, así, valores del resentimiento que nos convierten en “tísicos del alma”, palabras prestadas de Nietzsche.
Se trata, entonces, de cómo enfrentemos el sufrimiento: de aceptar que forma parte de nuestra condición humana como la dicha y que éste puede hacernos mejores personas, en la medida en la cual, nos sensibiliza frente al padecimiento del otro y buscamos –irremediablemente y sin excusas- la superación del dolor, tanto del prójimo como de nosotros mismos. Gracias a lo anterior, podemos incidir con mayor firmeza en la vida de nuestros semejantes, edificando esperanza en el mundo porque contribuimos a disminuir el dolor social y existencial propio y de nuestros semejantes.
Sin embargo, de la lectura de Barioná y más allá de la misma se desprende también que, podemos elegir el camino de la crueldad al regodearnos en nuestros dolores, negando al otro porque sólo nos importa nuestro sufrirculpabilizándolo de nuestros pesares, sin otorgarnos ninguna posibilidad de sanación existencial.Quiere esto decir que somos libres, entonces, de darle un significado a nuestro dolor que sea o constructivo o destructivo para las relaciones humanas y para nosotros mismos. Y he allí en donde hace irrupción la pregunta filosófica como “medicina del alma”: ¿por qué he de optar por la desesperanza, por la negación del otro en vez de optar por la sanación y construcción de Humanidad?

La apuesta constructiva por cultivar la esperanza en el mundo

He sostenido que el sufrimiento nos puede convertir en personas más sensibles frente a los dolores humanos que requieren de todo nuestro ser solidario, amor y hermandad para erradicarlo. Podemos, entonces, decidir que el sufrimiento sea constructivo al proponernos superarlo, poniéndonos en el lugar del otro y otorgarnos, así, una nueva oportunidad de vivir plenamente junto con los otros. Se trata de tener esperanzas en el porvenir y de apostar por la dicha de la vida: apostar, siempre, por la esperanza de construir mañana como el que nos otorga el Nacimiento de Jesús en Barioná, a pesar de los sufrimientos que le esperan. A fin de cuentas es cultivar, presente y futuro, para los seres que amamos, para nosotros mismos y para la Humanidad.

Estamos frente a una filosofía existencial personalista en la que el sujeto del conocimiento es el trayecto de la persona humana y sus convicciones que permitirán, posteriormente, humanizar o deshumanizar el mundo. El quehacer filosófico como “medicina del alma” me ha permitido, junto con el amor solidario de todos los que me rodean, cultivar y transitar el trayecto de la humanización del mundo, sin duda alguna.
Finalmente, en mi interpretación de las últimas páginas de Barioná como en la vida misma, he decidido apostar por el sentido del reencuentro con lo humano, por la esperanza y por la dicha de cultivar Humanidad en cada una de mis acciones.
Mi labor educativa está orientada a otorgar dichas herramientas filosóficas terapéuticas -de “medicina del alma”- en cada uno de los contenidos que me toca compartir con mis estudiantes. Y esa es mi más humilde invitación con este escrito: que entre todos construyamos un mundo con mayor Humanidad porque estamos definitivamente empeñados en sanar nuestras heridas sociales al promover -concretamente y con acciones- esperanza social para los sectores más vulnerables de nuestra sociedad y para nosotros mismos.
Muchas gracias por su gentil lectura. Hasta la próxima entrega.

Fernando Guevara-Riera
entreParéntesis
 Referencias bibliográficas:
(1)http://diosenlaliteraturacontemporanea.blogspot.com/2017/04/i-congreso-dios-en-la-literatura.html
(2) SARTRE, Jean-Paul; Barioná el hijo del trueno, Madrid, Voz de Papel, 2006.

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