El domingo 1 de diciembre, la diócesis de Punta Arenas celebró los 40 años del tratado de Paz entre Chile y Argentina, celebración que tuvo una participación muy activa de las autoridades y de toda la comunidad. La celebración se inició a las 10.30 hrs. en la Plaza “Cardenal Samoré”.
El acto cívico contó con la participación del Gobernador Regional de Magallanes y Antártica Chilena Jorge Flies Añón; el Delegado Presidencial de Magallanes y Antártica Chilena José Ruíz Pivcevic; el Embajador de la Cancillería Chilena Juan Anibal Barría García; el Cónsul de la República Argentina en Punta Arenas Germán Domínguez; el Decano del Cuerpo Consular en Punta Arenas Rodrigo Fernández Dubrock, cónsul honorario de España junto a otros cónsules honorarios; los Comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y de las Policías de la Región, estudiantes de los colegios y público en General.
Se entonaron los himnos patrios de Chile y Argentina y luego, el Obispo Diocesano, Óscar Blanco Martínez manifestó la gratitud al Señor por el regalo de la paz y el compromiso a cuidarla y trabajar por ella. También se dirigieron a los presentes el Gobernador, el delegado Presidencial y el Cónsul de la República Argentina en Punta Arenas, alocución que resultó muy significativa, en la que en parte señaló:
Se entonaron los himnos patrios de Chile y Argentina y luego, el Obispo Diocesano, Óscar Blanco Martínez manifestó la gratitud al Señor por el regalo de la paz y el compromiso a cuidarla y trabajar por ella. También se dirigieron a los presentes el Gobernador, el delegado Presidencial y el Cónsul de la República Argentina en Punta Arenas, alocución que resultó muy significativa, en la que en parte señaló:
“Es para mí un gran honor estar hoy presente junto a todos ustedes frente al monumento al cardenal Antonio Samoré para conmemorar los 40 años de la firma del tratado de paz y amistad entre Argentina y Chile. Se trata de un ejercicio de memoria, una memoria que aspiramos compartida y sentida en una narrativa común, una narrativa que dos pueblos unidos por una sensibilidad religiosa común contribuyeron a construir hace ya 46 años en vísperas de la Navidad de 1978, bajo la guía de Su Santidad el Papa Juan Pablo II, a través de su representante el cardenal Samoré. El gran filósofo y teólogo danés Soren Kierkegaard decía que el problema de la vida es la que se la vive para adelante, pero se la entiende para atrás. De allí este ejercicio necesario de memoria colectiva.
En esta parte del extremo sur de América, la crisis del 78 afectó la vida, las alegrías y las esperanzas de dos comunidades hermanadas por una larga historia de convivencia pacífica y fraterna, con intereses entonces, con familia y apellidos que se repiten tu lado y otro de la frontera desde fines del siglo XIX. En el caso particular de quien habla, recuerdo que en mayo de 1978 terminé mi servicio militar obligatorio y unos meses después recibí una convocatoria para una eventual movilización. En las escrituras sagradas de oriente hay un viejo Sutra que dice lo siguiente: “Cuando te encuentres con la adversidad no te enojes, porque tiene sentido”. Esto terrible que sucedió hace ya 45 años entre argentinos y chilenos ha de tener un sentido. Ese sentido es tal vez el llamado a una tarea diaria para salir del “yo y tú” o -peor aún- del “ellos” y ver cómo lentamente podemos construir un “nosotros”. En este contexto, el acuerdo al que se arribó en 1984 por la intercesión del Papa Juan Pablo II y la mediación del Cardenal Antonio Samoré reafirmó el valor de la diplomacia y de la solución pacífica de las controversias junto a la vocación de hermandad y compromiso con la paz de nuestras naciones. El Cardenal Antonio Samoré trabajó denodadamente para acercar a las partes, con gran paciencia y sabiduría. Algunos recordarán su frase, allá por la Navidad de 1978: “Veo una lucecita de esperanza al final del túnel”. Eran tiempos en los cuales probablemente no había paz al interior de nosotros mismos y al interior de nuestras sociedades. Por ende, muchos vaticinaban el fracaso de la negociación. Sin embargo, tanto desde la Santa Sede como en las respectivas iglesias y comunidades religiosas de ambos países se impusieron los valores que siempre vencen a la violencia ... Al término de su mediación, el Cardenal Samoré presentó la propuesta papal, en el año 1980. Lamentablemente, falleció a comienzos de 1983 y no pudo llegar a presenciar la firma del acuerdo. Este acuerdo no sólo evitó una guerra. Resolvió varias disputas territoriales y sembró las bases para preservar, desarrollar y reforzar nuestros vínculos de paz inalterable y amistad perpetua, como reza el artículo 1 del Acuerdo. Y de allí el Tratado de Maipú en 2009 que profundiza la integración entre ambas naciones en todos los campos”.
Tras las ofrendas florales de autoridades presentes en memoria agradecida al trabajo realizado por el Cardenal Antonio Samoré y la entrega de unos signos ofrecidos por las alumnas del Instituto Sagrada Familia, la ceremonia concluyó con el baile del Chamamé, expresión artística de la Patagonia, ofrecido por la Escuela República Argentina de Punta Arenas.
Eucaristía en la Catedral
Al mediodía se celebró la eucaristía en la iglesia catedral con la participación de toda la comunidad y de las autoridades presentes en el acto cívico. Particularmente significativa fue la entrega de la ofrenda de los símbolos patrios de Argentina y Chile, en una sola bandera, presentada por el Gobernador Regional y por el Cónsul de la República Argentina y, al final, la entrega del Cirio de la Paz, a las autoridades y jóvenes estudiantes presentes, para expresar la gratitud-compromiso que comporta la celebración de un tratado de paz y amistad tan importante para nuestros pueblos, expresión modélica al mundo de que la paz siempre es posible que, como expresara el Papa Francisco desde Roma: ”Un entendimiento que es un brillante ejemplo de cómo el diálogo y una buena estrategia diplomática pueden evitar el derramamiento de sangre entre los pueblos”.
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