Thursday, October 09, 2014

Y los pobres, ¿pueden comulgar? por Jorge Costadoat SJ


Es dura esta pregunta. Lo sé. Dura con los pobres. Les puede ser hiriente. Pero esta pregunta no es contra ellos. Ellos lo saben.
En América Latina, en Chile en particular, es normal que los pobres vayan formando su familia de a poco. Cuando la vida ha podido sonreírles, llegan a tener su casa propia y, si son católicos, se casan por la Iglesia. No hay nada más maravilloso que un matrimonio religioso celebrado después de haber hecho un largo camino, de sumo esfuerzo, con todo el viento en contra. El mejor de los mundos es haber llegado a este punto, habiendo educado a sus hijos y tener todavía fuerzas para cargar con los nietos.
La familia popular en un milagro. Se compone de personas que suelen venir de situaciones humanas muy precarias, salen adelante superando grandes adversidades y, como si fuera poco, soportan el desprecio de ser pobres. ¡La sociedad los mira con desconfianza y los culpa de su miseria! No viven como debieran.
Ella ya tenía un niño. Se embarazó a los quince. Él tuvo también un hijo por otro lado. Se enamoraron y se fueron a vivir juntos a una pieza que pudieron arrendar. Pero a pocos meses, la vida allí se les hizo imposible. El niño lloraba. El baño no alcanzaba para todos. En el refrigerador tenían reservado un espacio mínimo para la mamadera y nada más. Se corrió la voz de una toma de terrenos. Un partido político les ofreció un cupo. Decidieron correr el riesgo, porque era peligroso intentarlo. En el campamento nació un tercer niño. Este de ambos. Juntos los cuatro aguantaron la falta de agua, la mugre, las idas al hospital, el mal ambiente… Gracias a los dirigentes y las asambleas lucharon por una casa y la consiguieron. Nunca se les pasó por la mente casarse por la Iglesia. Por el civil, sí. Pero no quisieron hacerlo hasta no poder ofrecer una fiesta en el lugar donde vivirían para siempre. En el intertanto, ella se las arregló para dejar los niños con un vecina y así poder emplearse en una casa particular. Cuidó con esmero otros niños. Él, obrero de la construcción fue bien busquilla. Rara vez le faltó el trabajo. Pero para llegar a la faena muchas veces lo hizo en una combinación dos buses, viaje que en total le tomaba una hora y media, o dos horas.
¿Qué religiosidad es posible en estas condiciones de vida? Una muy profunda. La conozco. No es el caso hablar de ello. Tendría que alargarme. Solo quiero hacer saber que las comunidades cristianas populares se componen de personas como estas. Son ellas mismas las que consiguieron un terreno para la capilla, la construyeron y riegan el jardín. Estas mismas personas se encargan de las catequesis de sus hijos. En estas comunidades, en la misa dominical, al momento de comulgar a nadie se le niega nada.
Si los pobres no pudieran comulgar, la Iglesia no sería la Iglesia. La Iglesia de los pobres en América Latina es madre y maestra de sentido común, y testigo del Evangelio.
Jorge Costadoat SJ
Cristianismo en construcción
RD

1 comment:

Ale Luco said...

Que sencilla es la Iglesia conducida y animada por los pobres. por algo Jesús se encarno en medio de ellos, son ellos quienes nos liberan de todo lo que impide que Dios actue en la vida. Gracias por esta reflexion