Monday, July 09, 2018

«Black Mirror»: lecciones del futuro por Jorge Luis Rodríguez Oropeza

black mirror

Siempre se ha dicho que tenemos que aprender de las lecciones que nos ofrece el pasado. Pero, ¿podemos aprender del futuro? En concreto, del futuro que describe la ficción.
En este post vamos a explorar el territorio de una popular serie de TV británica, «Black Mirror», que nos plantea con crudeza y sin disimulo, una entremezcla del presente y el futuro, abordando el terreno utópico y distópico simultáneamente.
«Black Mirror» no proyecta continuidad entre sus episodios sino que sus capítulos carecen de conexión entre ellos, abordando distintos temas a través de diferentes personajes.
Dado que, no queremos destripar a la serie (hacer spoiler), hemos agrupado los temas que nos parecen más relevantes de las primeras dos temporadas, intentando evitar lo anecdótico y el detalle preciso.

El dato, la información, la verdad

Estos tres conceptos subyacen en diferentes capítulos aportando elementos que nos permiten la re-conceptualización o al menos su relativización.
Un dato, es la unidad mínima de información, el reflejo de un evento. A  efectos de los sistemas computacionales, la información es el resultado que se obtiene tras procesar esos datos  con un  mínimo  de atributos: consistencia, precisión, oportunidad, relevancia y completitud. Nótese que, la veracidad no forma parte de la lista.
Entonces, ¿qué veracidad tiene esta información? Hasta el momento, esta pregunta ha tenido dos respuestas. Desde el punto de vista de Ciencias de la Información (periodismo), una información es verdadera si concuerda con los hechos. En Tecnología de la Información (informática), la verdad obedece única y exclusivamente a la lógica, una información es verdadera si resulta de una proposición lógica cuyo valor de verdad es verdadero. Dicho de otra forma, X > 5 solo puede ser verdadero o falso, dependiendo del valor que contiene X.
En esencia, estas disciplinas no se contradicen al expresar su concepto de verdad, pero tampoco concuerdan lo suficiente como para poder elaborar una definición unívoca.
En un mundo en el que absolutamente todo es considerado información y en el que la información noticiosa se difunde fundamentalmente por redes informáticas, cabe preguntarse hoy y mañana, ¿qué es verdadero? o ¿cuándo algo es verdad?, ¿una verdad es más verdadera que otra?
«Black Mirror» en su primer capítulo («El himno nacional»), nos recuerda dos presupuestos básicos: primero, ninguna información puede ocultarse o hacerse desparecer por tiempo indefinido una vez que entra en la red; segundo, la popularidad en la red es absolutamente volátil, se puede desplomar en segundos.
Lo que viene a plantearnos la serie es que ante la imposibilidad de constatar sensorialmente un hecho y ante la posibilidad de ganar o perder popularidad en la red, una verdad puede ser lo mejor valorado, lo más votado o la pieza de vídeo más reproducida. Una verdad puede ser cualquier cosa, aunque periodísticamente no concuerde con los hechos o aunque lógicamente carezca de valor verdadero.  La carga emocional que se vuelca sobre una información o la reproducción viral de ésta, le quitan o le ponen veracidad, y la pueden hacer más verdadera que otra. En otras palabras, posverdad.
En el capítulo mencionado, el Primer Ministro de Reino Unido se ve obligado a tomar una serie de decisiones vinculadas a esta navegación entre verdad y posverdad.
En España, sin necesidad de viajar al futuro, acabamos de ver un caso que lo ilustra. Una presidenta de una comunidad autónoma, presuntamente obtiene de manera ilegal un título de master en una universidad pública, y pese a este escándalo pierde popularidad pero no el poder. Sin embargo, un vídeo que llevaba años guardado, en el que presuntamente hurta un par de tarros de crema en un supermercado, se populariza de tal manera que en menos de 7 horas le obliga a dimitir.

La transformación de la esfera pública

De la vida pública de los personajes, en diferentes capítulos, queremos abordar tres temas que aparecen esbozados en situaciones del futuro: el trabajo, la justicia y la política.
El trabajo, tal como le conocemos hoy desaparece («16 millones de méritos» Temporada 1, Episodio 2). En este caso, deja de lado el tema de la sustitución de la mano de obra por robots y, nos plantea la instauración de una economía informacional en la que desaparece el dinero para ser sustituido por un sistema de puntos; puntos que se obtienen mediante trabajo físico repetitivo y que se gastan para obtener bienes físicos (comida), bienes virtuales (accesorios para el avatar) y bienes intangibles como la popularidad.  El sistema, además tiene una particularidad muy importante, la negativa a consumir ciertos contenidos (mediante la escucha o el visionado) es penalizada restando puntos de la cuenta del ciudadano.
Esta economía determina que la sociedad se estructure alrededor de tres clases sociales: la clase poderosa que coincide con la de los famosos(extrapolando podríamos decir que es la clase de los influencer), la clase media que está compuesta por quienes realizan el trabajo físico y  la clase de los expulsados del sistema, aquellos que fracasan al no satisfacer las expectativas que el sistema ha puesto en ellos y son obligados a realizar labores de limpieza en los centros de trabajo.
En varios capítulos de «Black Mirror» se nos plantea el tema de la justicia, sobre todo en «Oso blanco» (T2 E2) y «Blanca navidad» (T2 E3). Episodios en los que se nos da a conocer sistemas de justicia que se apoyan en la tecnología, pero sobre todo, sistemas de justicia que distan mucho de los que conocemos actualmente;  fundamentalmente porque: no son garantistas, se basan en la venganza, no pretenden la reinserción del reo en la sociedad sino su humillación permanente y son muy crueles.
La política, por el contrario, es abordada por la serie sin mayor toque futurista. Tanto en el primer episodio «El himno nacional» como en «El momento Waldo» (T2 E3) aparecen un cóctel satírico en el que se mezclan el espectáculo, el humor y la política, siempre acabado con un barniz tecnológico en el que lo más atrevido es plantear la posibilidad de que un dibujo animado, que cobra vida mediante la informática y la robótica, pueda participar en unas elecciones regionales.

Evolución protética

En materia de dispositivos la serie es prolija, dándonos a conocer nuevos artefactos que permitan la interacción del hombre con el ordenador o con la red de manera más transparente.
Si bien en la actualidad la prótesis por excelencia es el teléfono móvil, «Black Mirror» nos adelanta que en un futuro no muy lejano dicho aparato volverá a servirnos para lo que fue originalmente concebido, para hacer llamadas.  En su lugar, bien podrán aparecer implantes en la retina, chips incrustados en la piel y conectados al cerebro, o pequeños mandos a distancia que interactúen con las redes inalámbricas.
Los pilares tecnológicos por los que apuesta la serie son: ingente acumulación de datos disponibles en la red (Big Data), procesamiento inteligente de estos datos prescindiendo del ser humano (Inteligencia Artificial) y nuevos gadgets que nos sirvan como prótesis externas e internas.
En cada episodio, esta serie nos plantea la posibilidad de observar el posible cambio que podría apreciarse en la sociedad. De allí podemos extraer nuestras lecciones, del planteamiento hipotético de lo que podemos llegar a ser tras la introducción de evoluciones tecnológicas verosímiles. El creador de la serie, Charlie Brooker lo resume de la siguiente manera:  …«todo se trata de la forma en que vivimos ahora, y la forma en que podríamos estar viviendo en 10 minutos si somos torpes».
En nuestra próxima entrega hablaremos de las siguientes dos temporadas de  «Black Mirror» intentando descifrar alguna lección del futuro.
entreParéntesis

No comments: