En su obra clásica, La Imitación de Cristo, Tomás de Kempis exhorta al lector a "disfrutar de ser desconocido y mirado en menos". Lo que significa es la habilidad de persistir frente al tedio, a sobrevivir sin el oxígeno de la alabanza y el aplauso, y a realizar buenas obras, cada día, que sólo serán observadas por Dios.
Muchos de nosotros comenzamos nuestras vidas como centros del universo, cuidados y rodeados de cariño. Cada sonrisa o llanto de un bebé es atendido. Es una experiencia adictiva, y hace difícil llegar a ser solo uno o una más en la familia, y más adelante uno o una más de la clase del colegio. Cuando de niño se sufre de abandono o angustia, los efectos se pueden revelar en la vida adulta.
Algunos, como las estrellas pop, nunca se recuperan de la adicción, nunca pueden salir de ese nivel infantil. Encuentran imposible subsistir sin ser noticia o ser aplaudidos, y gastan sus energías buscándolos. No se adaptan a niveles sociales superiores, donde el oxígeno de la apreciación es más tenue, y deben sobrevivir, como dice de Kempis, desconocidos y apenas detectados.
Salvo en sus últimos tres años, Jesús fué feliz de llevar una vida de bajo perfil; en esa vida es donde el mayor bien se realiza, por padres, enfermeras, cuidadores, y todos los que continúan con su diaria entrega de servicios desconocidos para la gran mayoría.
De Espacio Sagrado
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