Tercero de cuatro hermanos, José María Rivas Conde nació en Madrid en 1931 y en la capital vivió las penurias de la Guerra civil. A los 10 años, emigró con su familia a Marruecos. Estudió el bachillerato e ingresó en la Compañía de Jesús. Tras 17 años de jesuita, se hizo cura diocesano y, más tarde, se secularizó. Casado y con dos hijos, nunca perdió su instinto de buscador de la verdad en medio de sus ocupaciones en Hacienda y en importantes embajadas. Acaba de publicar “Parábola del pecado original” (Entrelíneas Editores). Un libro iconoclasta, pero serio y fundamentado. Su objetivo: “luchar contra las supersticiones religiosas que amargan la vida a la gente”. Por ejemplo, que “Dios no manda el infierno”.
El objetivo fundamental de su obra es “que la gente se libere de exigencias y prescripciones de tipo religioso, para que pueda vivir con el corazón esponjado y dedicada a lo fundamental del mensaje de Jesús: el amor”.
A su juicio, el “creyente español es como un sembrado, en cuyo corazón hay trigo y cizaña” y, por eso, hay que respetarlo, pero ayudándolo a crecer. “He conocido gente de pueblo de una fe extraordinaria y, al mismo tiempo, embutidas en creencias que son pura superstición. Y esas supersticiones les amargan la vida”.
Creencias supersticiosas que son muy difíciles de superar, porque “están muy ancladas en la conciencia y, además, la gente siente un recelo tremendo a caer en herejías”. Por eso, ante cualquier cuestionamiento de esas supersticiones, “la gente se pone en guardia, pensando que quieres tirar por tierra sus creencias”. En cualquier caso, según el teólogo, “hay que ir a una personalización de la fe”.
La tesis del libro
La principal tesis que mantiene en su libro José María Rivas es que “no podemos llegar a la plenitud de la salvación a través de cosas temporales, sino de la aceptación de la palabra de Dios”, dejando de lado “tantas angustias de conciencia que han atormentado durante tanto tiempo a muchos sacerdotes y muchos fieles”. Y añade: “No se llega a Dios por dejar de comer carne, ayunar o cumplir el Ramadán”.
Por ejemplo, en contra de lo que suele creerse, a su juicio, “el pecado original es una alegoría de un hecho: que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios”. Y, desde entonces, “Dios nunca es un ogro para el hombre”. Más aún, “Dios no manda al infierno. Dios espera siempre con los brazos abiertos. En el infierno, si es que lo hay, habrá muy poca gente”.
Además, “el purgatorio es un invento de la Edad Media y, aunque exista, no sirve para nada”. Y no digamos el limbo.
Fuente: El Periodista Digital
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