Tuesday, August 11, 2020

Abran juego, y repartan culpas por José María Rodríguez Olaizola sj

 

Repartir culpas es ya deporte nacional y se ha convertido en el arma defensiva de los irresponsables. Nunca mejor utilizado el concepto. Irresponsables son los que no se consideran responsables de lo que ocurra, incluyendo sus propios actos. Ni de su salud, ni de la del prójimo. En esto del virus podemos elegir cómodamente a quién cargar con el peso del contagio, en función de convicciones e ideologías. Abran juego: Wuhan, los chinos por un laboratorio descontrolado –para fans de teorías conspiranoicas–, el gobierno, porque no gestiona, Simón y su moto, la oposición porque no deja gestionar, los vecinos que no usan mascarilla (pero nunca uno mismo cuando no la usa, que siempre hay excusa); Trump, Putin, los turistas extranjeros que traen el virus sin hacerse PCR; los de Madrid; los catalanes; los aragoneses; los navarros (siempre se elegirá la comunidad a la que uno no pertenezca). Los jóvenes. Los viejos... Los del botellón, los de las celebraciones deportivas, los de... Siempre hay alguien a quien culpar. Y a veces las culpas son más que reales.

Salvo que pudiéramos ser honestos, por una vez, y dejarnos de discursos auto-exculpatorios para reformular la pregunta. Abandonar el: «¿de quién es culpa?» y mirar a la cara al: «¿qué puedo hacer yo?». Y sí, cada uno podemos hacer algo muy básico. Respetar y cuidar al máximo las medidas que se nos están pidiendo. Distancia social, mascarillas, higiene abundante, evitar el roce... También podemos exigir a quienes nos rodean que se comporten con la misma responsabilidad. Hay que seguir la información y aprender del presente. Si la mayoría de contagios se están produciendo vinculados a una forma de ocio despreocupado y veraniego, habrá que renunciar a lo que haya que renunciar, o adaptar nuestro ocio para poder vivirlo con cuidado y protección. Nunca el bien común estuvo en tantas manos. Y sí, evidentemente, esto no está reñido con exigir responsabilidades a otros, por la gestión y sus posibles deficiencias, o por comportarse como idiotas en algunas situaciones. Pero  ahora mismo lo urgente, lo imprescindible, lo esencial, es que cada uno demos de sí lo que podamos. O si no, las víctimas –sanitarias, laborales, económicas– seguirán creciendo.

José María Rodríguez Olaizola sj
pastoralsj

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