Monday, July 19, 2010

La crisis de la información religiosa


Siempre fue difícil la información religiosa. La he vivido a pie de calle. Informé de estos temas en periódicos de información general como Pueblo y Diario 16, en emisoras de radio como la cadena COPE y Radio Nacional, en revistas generalistas como Cambio 16 y otras, y en revistas especializadas como Vida Nueva, de la que fui redactor, redactor-jefe y director en tiempos posconciliares, en el tardofranquismo y durante la transición.

Las dificultades provenían entonces de la situación política, la censura y del secretismo de la Iglesia que como institución pretendía la filtración de las noticias molestas. Temas como la Teología de la Liberación, los nuevos movimientos, la moral sexual y los sectores críticos dificultaban sobremanera la libertad de información y opinión. Los tiempos de Juan Pablo II fueron especialmente arduos para este quehacer, pues, si durante el posconcilio informar de la Iglesia llegó a ser un desafío, pero apasionante y constructivo, durante el pontificado de Wojtyla se impuso un monolitismo desde arriba. Evangelizar desde los medios se identificaba sólo con exponer y defender el pensamiento jerárquico. Y el que intentaba asomarse mínimamente a la verdad quedaba fuera.

Hoy sufrimos una situación opuesta. Hoy la imagen de la Iglesia que aparece en los grandes medios se está centrando casi exclusivamente en temas de pederastia, escándalos financieros y obispos y curas encausados. También las redes sociales en Internet y los cientos de blogs se alimentan de estas historias. Por un lado es bueno que todo esto salga a la luz.
Escondido en el sótano de las miserias humanas que, como en todo sector social, también existen en la Iglesia, los recientes procesos los han sacado a la luz. El propio Benedicto XVI quiere que se procesen, se aclaren, se purifiquen.
Por otro lado la verdad de la Iglesia está siendo falseada. Es cierto que nunca ha sido noticia la viejecita que reza el rosario al puerta de su casa, los religiosos/as que socorren anomimante a los enfermos, los curas que se desviven para antender docenas de parroquias. Sin embargo esa Iglesia existe. Escuelas como la SAFA de Andalucía, Fe y Alegría en América, cooperantes cristianos o no que trabajan en silencio, luchan contra el hambre o intentan el despertar de las conciencias dormidas parecen ausentes o inexistentes.
Frente a esta avalancha de noticias. ¿cual puede ser la solución? ¿Ponerse a la defensiva desde una estricta ortodoxia? ¿Lanzarse al ataque contra los grandes medios, como acaba de hacer el secretario de la Conferencia episcopal en un artículo en Ecclesia contra El País, cavando nuevas trincheras? ¿O trabajar para mostrar el rostro cabalmente auténtico del cristianismo y la Iglesia, toda la Iglesia?
Quizás esta nueva situación tenga un lado positivo: bajar los humos de una jerarquía considerada como impecable e intocable y tomar conciencia que por llevar sotana o alzacuellos nadie es mejor que su vecino. Y que el Reino se construye hombro con hombro con los demás, a base del testimonio y no de predicadores savonarólicos o webs tremendistas. Ha llegado el maravilloso momento de que el cristiano y cualquier creyente u hombre o mujer de Iglesia sea simplemente uno más. que será conocido por sus obras.
Pedro Miguel Lamet sj
El alegre cansancio
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