No es muy seguido que me intereso en algún programa de televisión. Con “Junior Master Chef” me enganché desde el inicio. Me llamó la atención la espontaneidad de los niños, elemento en extinción en nuestra televisión actual tan pauteada y banalizada.
Tres son los aspectos que más me llamaron la atención:
- Perder no es una tragedia: para los niños no se acababa el mundo cuando eran eliminados. Lo tomaban con algo de pena, pero nada en exceso. Y, al rato, ya estaban como si nada hubiese pasado. No había grandes llanteríos como sí ocurre en los realities de adultos.
- La competencia no fue encarnizada: es evidente que todo el programa se construye a partir de una competencia. De los 34 participantes solo uno sería el “Junior Master Chef”. Sin embargo, no se dio una competencia encarnizada en la que el fin podría haber justificado los medios. Me llamó mucho la atención la capacidad de los niños para ayudarse, para ser solidarios con sus competidores, para darse ánimo.
- Esa hermosa timidez. El capítulo final hubiese sido una gran oportunidad para los grandes discursos, para las frases para el bronce, pero tanto Emilia como Clemente son tímidos. Todo el talento que tenían en la cocina no lo tenían en la retórica. ¡Qué hermosa timidez! No llevaron discursos preparados, nada fue dicho para impactar. La palabra estaba demasiado cerca del corazón. Cuando le preguntan a Emilia por qué debería ganar, ella responde: “Porque cocino rico”, punto.
Una imagen que me quedó en la retina fue el abrazo de los dos finalistas cuando ya se sabía que Emilia había ganado: ella, rodeada de la gente que buscaba abrazarla, se las arregla para encontrar a Clemente y se abrazan con cariño. Ambos esbozan una sonrisa, de esas verdaderas de los niños. Es un abrazo lleno de afecto, satisfacción, aliento mutuo.
¡Cuánto nos enseñan los niños! Tal vez en estos tiempos en que vivimos tan estresados, intentando responder a un deber ser, compitiendo encarnizadamente, enfrentando el día a día como asunto de sobrevivencia, enfermos de tristeza crónica…somos invitados a volver a descubrir el secreto de los niños: todo es juego; es decir, todo está envuelto en una atmósfera de gratuidad, siempre.
Alex Vigueras Cherres ss.cc.
SS.CC. CHILE
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