El Día Mundial de la Alimentación pretende llamar la atención cada año sobre la dramática realidad de millones de personas en el mundo sin acceso a una alimentación suficiente. La celebración de este día coincide con la publicación del informe de la FAO titulado El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2012 que además aparece con el sugerente subtítulo de “El crecimiento económico es necesario pero no suficiente para acelerar la reducción del hambre y la malnutrición.” Como podemos suponer el hambre y la desnutrición están relacionadas con el crecimiento económico pero también con la distribución de rentas, la cuestión de género, el desarrollo de las capacidades y cuestiones culturales.
Entre los datos más relevantes de este informe está el que una de cada ocho personas padece desnutrición, pasa hambre. La parte positiva es que estamos viviendo una continuada reducción de las personas que pasan hambre en el mundo. En concreto 130 millones de personas menos que hace 20 años. Si en el periodo 1990-92 eran 1.000 millones los habitantes del planeta que sufrían hambre ahora esa cifra se ha reducido a 870 millones. Con todo, 870 millones de hambrientos sigue siendo una cifra terrible.
El Objetivo del Milenio de reducir la proporción de personas hambrientas a la mitad, es decir que si en el periodo 1990-92 era de un 23,3% el Objetivo buscaría tener sólo un 11,6% de la población mundial en esa situación. Actualmente estamos en el 14,9% lo que hace posible pensar que el objetivo se podrá cumplir. Mientras que el hambre se reduce en Asia y en América Latina, crece en África. Lo que el informe confirma es que el hambre sigue siendo una realidad notable de nuestro tiempo y que necesitamos seguir haciendo esfuerzos a todos los niveles para erradicarla.
Esta año el Día Mundial de la Alimentación ha propuesto las cooperativas como modelo de organización social y productiva que puede ayudar a afrontar el reto del hambre promoviendo una forma de producción y distribución en común. Las cooperativas arrastran, en algunos lugares del mundo, la imagen de colectivizaciones impuestas por estados totalitarios. Sin embargo nada más lejos de la realidad. El movimiento cooperativo está basado en un profundo humanismo que intenta dar todo el protagonismo al productor (una persona, un voto) y que trata de favorecer la productividad mediante la integración de actividades de aprovisionamiento, de producción o de comercialización.
El Papa Benedicto XVI también ha querido contribuir a la celebración de este día Mundial de la Alimentación y en un mensaje dirigido al Secretario General de la FAO ha afirmado que:
“No se trata –escribe- sólo de dar apoyo a las cooperativas como expresión de una forma diferente de organización económica y social, sino de considerarlas un verdadero instrumento de acción internacional. La experiencia adquirida en muchos países, muestra, de hecho, que las cooperativas, además de impulsar el trabajo agrícola, son una forma que permite a los agricultores y a la población rural intervenir en las decisiones y un instrumento eficaz para lograr el desarrollo integral del cual la persona es fundamento y fin.”
“La Iglesia Católica –añade el santo padre–, como es sabido, también considera el trabajo y la empresa cooperativa como una forma de vivir una experiencia de unidad y de solidaridad que puede hacer superar las diferencias, e incluso los conflictos sociales, entre las personas y entre los diferentes grupos. Por eso, con su enseñanza y con su acción, apoyó siempre el modelo de las cooperativas, ya que está convencida de que su actividad no se limita puramente a la dimensión económica, sino que contribuye al crecimiento humano, social, cultural y moral de cuantos forman parte de ellas y de la comunidad a la que pertenecen.”
Ecojesuit
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