Reconciliarnos con el silencio
El ultimo año hemos tenido que acudir a las múltiples plataformas para conectarnos socialmente y hemos entrado en una asimilación acelerada de los nuevos códigos de comunicación. Con la misma velocidad de la conexión bien podemos intentar desconectarnos y silenciar los ruidos de nuestro entorno, incluyendo la sobre exposición de información que no nos permite pausar. El silencio podemos redescubrirlo como el rechazo de las palabras hirientes, impersonales, superficiales y autómatas en un momento en donde necesitamos hablar más profundamente.
Hemos sido testigos de miles de actos públicos que ofrecen un minuto de silencio por las víctimas de la pandemia, pero también un minuto de aplausos por quienes han dado la vida. Un poco porque el silencio es incómodo, siempre nos ganará la necesidad de bullicio, de sentirnos acompañados, así sea con la tele o con un ruido superfluo que no necesariamente refleja nuestro foco de atención. El silencio es el hogar de la palabra, mirar a nuestro interior como una pausa, disfrutar el silencio es darnos oportunidad de reencontrarnos con Dios. Para quien se anime a intentarlo, indispensable, “Los Cinco Silencios” de Luis Casalá.
Movernos a la espiritualidad de comunión
Esta Cuaresma se da en entornos donde son cada vez más claros los efectos colaterales de la pandemia. Esta emergencia sanitaria que se ha extendido más de lo esperado y ha significado un cambio de paradigma en muchos sentidos. Este tiempo de penitencia es una oportunidad de resignificar los rituales que como fieles católicos podemos ofrecer a manifestaciones más conscientes de nuestra espiritualidad. En este último año hemos aprendido que nos salvamos o perecemos juntos bajo esta tormenta. Necesitamos rescatar la espiritualidad de comunión aun en la distancia social, aun cuando no podamos reunirnos como antes, aun cuando no podamos convivir como era costumbre.
Como lo ha indicado monseñor Mejía Giraldo del Episcopado Colombiano: “Nuestra espiritualidad nos enseña que todo esta íntimamente interconectado, el mundo es un macrocosmos, que lo componen pequeños microcosmos, todos con igual grandeza e importancia, porque todos aportamos al equilibrio necesario para preservar la vida en el planeta”. [1] Es momento de entender lo que el Espíritu dice a las comunidades como lo ha hecho a través de la historia de nuestra salvación, iremos descubriendo la interconexión que hoy más que nunca tenemos en una Casa Común, el compromiso ético del cuidado mutuo y de la urgencia por crear comunidades de confianza y de esperanza.
Vivir la Cuaresma puede tener formas diversas que están marcadas por las circunstancias personales y un entorno más o menos favorable, pero que no quepa duda que darnos un espacio para hacer un plan factible es un pequeño paso en este camino.
[1] ‘Pandemia y Espiritualidad’, Omar de Jesús Mejía Giraldo, Conferencia Episcopal de Colombia.
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