Saturday, March 20, 2010

Quique Arnao: “No olvidaré los rostros entre las ruinas de Haití”


Voluntario de ‘Acoger y Compartir’
(Miguel Ángel Malavia) Hace dos meses, el mundo entero se estremecía ante las imágenes que los telediarios emitían de Haití. El país más pobre de América Latina acababa de sufrir un terremoto que había sepultado gran parte de su capital, Puerto Príncipe. Hacían falta manos: manos que ayudaran a buscar vida entre los escombros, manos que buscaran agua y comida, manos que abrazaran a quienes lo habían perdido todo. Unas de aquellas manos fueron las de Quique Arnao. Jamás olvidará lo que vio y sintió a su llegada a Puerto Príncipe: “Ya había anochecido, las casas estaban convertidas en escombros, no había electricidad y la gente deambulaba entre las ruinas, con rostros sin expresión alguna”.

Tres días antes, aquel 12 de enero de luto, este madrileño de 58 años estaba en casa cuando recibió una llamada telefónica. Era José Miguel de Haro, presidente a Acoger y Compartir (AyC), una plataforma cristiana dirigida por religiosos redentoristas, “abierta a creyentes y no creyentes” y enfocada a la acción social en países pobres. Tenía miedo: en Puerto Príncipe hacía un mes que habían inaugurado el colegio San Gerard; en las afueras, en Leogane, también contaban con un orfanato. ¿Qué había pasado con los niños y con sus cuidadores?

Quique, voluntario en AyC, no lo dudó un momento y, en el primer avión en el que pudo embarcar, llegó hasta la isla caribeña. Cuando pudieron llegar hasta el colegio… hasta lo que había sido el colegio,con espanto, comprobó cómo el edificio había caído en su totalidad, dejando bajo sus escombros la vida de casi 300 niños. Pese al desgarro, no se amilanó. Sacó fuerzas de donde no las había y no dejó de ofrecerse para ayudar en lo que fuera: “Los días transcurrieron en buscar alimentos, agua y medicinas, y en conseguir que equipos de búsqueda rastrearan los restos, por si encontraban supervivientes en el colegio. No hubo suerte. Al final, sólo dejaron marcados los puntos donde encontraban cadáveres”.

Pese a la valentía y al derroche por los demás que mostró entonces, Quique no se siente especial. Trabaja en lo que siempre soñó. Es piloto de aviación… y algo más: allí donde viaja, desparrama su afán por ayudar y conocer.
Vida Nueva

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