Monday, June 27, 2011

Promover una ética ecológica, gran desafío cristiano


Mina Marlin, en San Miguel Ixtahuacán-San Marcos (Guatemala)

El CELAM celebró en Lima un seminario sobre industrias extractivas en el continente



RAFAEL QUINTANILLA. LIMA | Arzobispos, obispos, sacerdotes, religiosas, líderes sociales, profesionales y académicos de 17 países de América Latina y El Caribe, Norteamérica y Europa se reunieron en Lima, del 14 al 16 de junio, para participar en el seminario internacional convocado por el Departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) sobre industrias extractivas (minería e hidrocarburos)

La cita culminó con éxito e importantes conclusiones en torno a la problemática de los recursos naturales en el continente y los desafíos que plantea a la Misión de la Iglesia.

Así, se sostuvo que la espiritualidad del discípulo misionero de Jesucristo tiene un compromiso que renueva y afirma la opción por los pobres, primeros perjudicados debido a los efectos destructivos ocasionados por el actual modelo económico y a los desastres naturales producidos por el cambio climático. “Los cristianos –señala el documento final– debemos participar en promover una ética ecológica, transformadora y eficaz”.

Para Pedro Ricardo Barreto Jimeno, actual presidente del citado departamento, el principal reto que salió de este encuentro es “posibilitar un diálogo transparente con responsabilidad social entre las empresas extractivas y las poblaciones que serán afectadas por la explotación”.

“Otro desafío –añadió el también arzobispo de Huancayo (Perú)– es la problemática global de las materias primas, porque estas salen de América Latina y El Caribe en una situación de imposición y dependencia muy graves, que tenemos que iluminar desde la Doctrina Social de la Iglesia”.


Minería y contaminación

Un importante testimonio fue el que brindó el padre Oswaldinho Alves Barbosa, de la diócesis brasileña de Caetité (Estado de Bahía), quien lamentó el impacto negativo que está generando la industria minera de uranio en este municipio, convertido en el principal yacimiento de combustible nuclear para la primera economía sudamericana.

“Actualmente, las diversas comunidades que viven alrededor de la mina –relató– sufren la contaminación de las aguas por la radioactividad generada de la actividad minera. La mina dice que la contaminación es producto de la naturaleza, por eso, la población está luchando para que se realicen estudios independientes que establezcan un nexo entre la extracción de uranio y la contaminación de las aguas”.

Son experiencias todas ellas que reflejan los temores y preocupaciones de la Iglesia por la contaminación medioambiental, que quedan recogidos en el documento final del reciente seminario organizado por el CELAM. “Estas actividades generan expulsión, dispersión y deposición de sustancias materiales como cianuro de sodio, plomo, arsénico, uranio, mercurio y otros metales pesados que contaminan, directamente o por infiltración, los recursos hídricos (glaciares, lagos y ríos), el aire y el suelo, cuya contaminación, en algunos casos, perdura por miles de años”, denuncia el texto conclusivo.

Vida Nueva

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