Friday, November 01, 2013

Del nudista a la anoréxica; Santos para todos los gustos



El padre Reginald Gregoire catalogó en un libro todos los santos de dudosa tradición o que aparecen descritos en hagiografías particularmente raras

Giorgio Bernardelli Milán
 
¿Los Santos? Hay algunos que son muy populares e increíblemente cercanos a la vida cotidiana de las personas gracias a la devoción. Pero entre los 20.000 nombres de la “Bibliotheca Sanctorum” aparecen muchísimos un tanto extraños. Por no decir “anómalos”. Justamente, “Los Santos anómalos” es el título del nuevo libro que acaba de ser publicado por la editoral EdB, que cuenta las «formas raras de vida cristiana». Se trata de la obra póstuma de una de las grandes plumas de la hagiografía, el monje benedictino belga Reginald Gregoire, que falleció el año pasado.
 
 
Después de muchas publicaciones dedicadas a las figuras de los santos, el padre Gregoire quiso recopilar en una especie de lista a todos aquellos santos que resultan, por una u otra razón, por lo menos problemáticos. A veces hay muchas dudas desde el punto de vista histórico, otras en las narraciones de sus vidas se encuentran ecos de las vidas de otros santos. En esta lista de Gregoire no faltan las figuras que son un tanto «anómalas» desde el punto de vista de la idea que generalmente tenemos sobre la santidad.
 
 
Recorriendo las páginas de este libro, descubrimos, por ejemplo, que a Serapione (monje del siglo IV) le decían “el Sindonita”, apodo que hoy en día respondería anuestra palabra “nudista”; efectivamente, como signo de pobreza absoluta, Serapione usaba solamente una “síndone”, es decir una camisa de lino. David de Tesalónica, también del siglo IV, pertenece a la categoría de los santos dendritas, es decir los que pasaron la mayor parte de sus vidas entre las ramas de un árbol como penitencia. Por no hablar del caso (más difundido de lo que normalmente se cree) de las santas “travestidas”: mujeres que vivieron durante años bajo una falsa identidad para huir de la violencia o por otros motivos. Particularmente extraña es la historia de “Paola la barbuda”, santa venerada en Ávila: según una leyenda del siglo XIV, para huir de las malas intenciones de un joven que la acosaba, se habría refugiado en una capilla y, tras invocar la ayuda divina, habría logrado huir de su persecutor gracias a una espesa barba acompañada de bigotes.
 
 
Si esta leyenda puede provar la sonrisa, hay otras que suscitan cuestiones más serias. Como la historia de la virgen Lidvina, mística holandesa del XIV siglo, que era completamente anoréxica. Su biografía, anota el padre Gregoire, es un documento interesante para la historia de la medicina. Y también aparecen algunas figuras cuyas historias describen esa tenue y peligrosa frontera entre el suicidio y el martirio, problema que se advertía desde la antigüedad, pues en el año 852 un Concilio cordobés tuvo que expresar claramente que no se podía ir en busca del martirio voluntariamente (prohibición que la doctrina de la Iglesia ha siempre afirmado).
 
 
Y también aparece el interesante caso de los santos llamados “cefalóforos”, es decir portadores de la propia cabeza. El padre Gregoire recopiló 80 historias de mártires cuyas cabezas habrían sobrevivido al resto del cuerpo. Una historia claramente inverosímil, pero que responde a una tradición teológica según la cual la profesión de fe tenía que ganar, de alguna manera, ante la muerte violenta del martirio.
 
 
Otro capítulo del libro se ocupa de los santos «a pesar de», los que han sido reconocidos como modelos de vida cristiana a pesar de haber sido protagonistas de historias no tan lineales. Por ejemplo los casos de los fundadores de órdenes religiosas que acabaron en manos del Santo Oficio, como Giuseppe Calasanzio; pero también hay otros santos que fueron seguidores de los anti-papas, como el dominico del siglo XV Vincenzo Ferrer.
 
 
Es decir, un libro que recuerda que la santidad es un fenómeno mucho más complejo de lo que parece. Y que en la historia de la Iglesia no han faltado casos de influencias emotivas decoradas con aureolas un poco apresuradamente. Todo ello, explica en sus conclusiones el padre Gregoire, no debe provocar una desmitificación del conjunto, sino más bien para que la efervescencia de la devoción popular ayude a que surjan entre el pueblo cristiano cada vez más santos de verdad.

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