Saturday, November 30, 2013

“Evangelli Gaudium”: La Alegría del Evangelio por Carmen Bellver


Estupenda la lectura del Evangelii Gaudiumpara este Adviento, una Exhortación Apostólica que el Papa Francisco nos ha dejado como impronta de su visión de la Iglesia. Un documento que recoge de manera didáctica y clara el camino de debemos recorrer, tal y como siempre se ha entendido, pero con ese tono familiar y cercano del Papa Francisco.
Hay muchos acentos donde reposar la mirada. Especialmente nos empuja a todos los creyentes a Evangelizar. No hay otra misión más importante dentro de la Iglesia que llevar la Buena Noticia a una sociedad enferma de soledad, egoísmo y avaricia. La alegría del encuentro con Cristo es su enseña programática. La misericordia con todos, su divisa más tierna y agradecida por los alejados y extraños. Nos enseña que es Dios quien actúa en la historia a través de los hombres de buena voluntad. Somos instrumentos en manos del Señor y debemos estar dóciles y abiertos a su llamada.
Pero explica perfectamente que sobran doctrinas encorsetadas que hacen de la fe un compartimento estanco, donde las normas impiden el gozo y la alegría de ser miembros de Cristo. No renuncia a nada de lo proclamado con anterioridad por otros papados y por ello recoge con guante de seda la tradición milenaria de la Iglesia como esposa de Cristo.
La novedad es el tono propositivo y afectuoso, alejado de las retóricas diplomáticas, de los lenguajes teológicos sesudos, se muestra tal y como se presentó al mundo en su primer día tras ser elegido. Pidiendo oraciones, exigiendo vida espiritual profunda, y apremiando a fijar la mirada en los más necesitados. Que no tienen por qué ser exclusivamente los pobres, ya que también los alejados de la Iglesia son pobres de espíritu que necesitan del soplo de la fe.
Tiene palabras duras para el mundo económico que rige los destinos de esta sociedad en crisis. Donde los valores humanos se difuminan en una guerra sin cuartel por alcanzar máximos beneficios a costa de sacrificar a miles de personas, condenándolas a la exclusión social, a la marginación del sistema. No menos duras las palabras dedicadas a obispos, sacerdotes y consagrados, a quienes apremia a salir a la periferia y no dormirse en los laureles. Un toque de atención a la espiritualidad desencarnada, pero también a la actividad que convierte a los miembros de Cristo en una ONG vacía del contenido salvífico de la fe.
No veo grandes novedades. Y sin embargo en sí misma la Exhortación Apostólica tiene un aire fresco y agradable, un balón de oxígeno dentro de una estructura milenaria, llena de rincones ocultos que son necesarios airear, renovar, limpiar, replantear. Y en eso es muy preciso, al Papa Francisco no le preocupa el futuro, se adentra en él con esperanza y mano firme, exigiendo que sepamos comprender que la Iglesia siempre se está reformando, siempre está en evolución, aún cuando mantenga firme los pilares que la sostienen. Unos pilares que no van a cambiar porque son lo que mejor nos identifica como creyentes.
Evangelli Gaudium, la Alegría del Evangelio. Una alegría que debe desbordar a los creyentes, porque la meta en la que nos basamos, está más allá de cualquier cálculo humano. Volveré a leer de manera reposada este documento. Desmenuzando esas frases sencillas e impactantes que el Papa Francisco convierte en titulares. Podemos estar seguros de que al mundo opuesto a la fe, este Papa les descoloca. No les gusta su sinceridad directa, sus recetas de Misericordina, que entroncan con lo mejor del Evangelio. No les gusta que el Vaticano se haya convertido en un referente moral en el que todos buscan iluminar su camino.
La voz de la Iglesia a favor de la vida y de los más desprotegidos de la sociedad, se enfrenta con la cultura económica que sostiene los pilares de esta crisis. Y eso, es algo a lo que muchos no están dispuestos a consentir. De manera que no debemos sorprendernos si vemos ataques directos a la Iglesia. Si, como ha hecho el presidente Obama, cierran más embajadas del Vaticano, la lectura no puede ser más precisa. El Papa Francisco ha dado justo donde más les duele.
Carmen Bellver

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