El ébola no ha dejado de existir. El virus está aún en algún lugar y las consecuencias del brote que golpeó a tres países de África occidental durante 2014 y 2015, siguen haciendo daño a muchas personas. Cuando los medios de comunicación dejaron de hablar de la epidemia, el fotoperiodista Alfons Rodríguez voló a Sierra Leona para documentar lo que no se debería olvidar. ‘Ebola, más allá del ébola’, una exposición de fotografías itinerante patrocinada por Misiones Salesianas, es el resultado de este trabajo y la oportunidad para hablar sin prisa con su autor.
Mundo Negro: ¿Alfons?
Alfons Rodríguez: Sí, yo mismo.
MN: Soy Javi, de Mundo Negro, Javier Sánchez.
AR: Ah, hola, qué tal.
MN: Qué tal, ¿me oyes bien ahora?
AR: Sí, ahora sí, perfectamente.
MN: Te quiero decir que me gustó mucho la exposición. Me parece que está genial, que explicas muchas cosas. Entras en profundidad en el tema del post-ébola de una forma muy amplia.
AR: Bueno, de eso se trataba. Creo que sacrifiqué un poco las fotos más espectaculares, más vistosas, para darle un espacio a historias más diversas, que cada fotografía explicara una historia o una consecuencia diferente. La gente estuvo durante unos meses oyendo hablar de ébola y pensando solo en la enfermedad. La enfermedad o te mata o la sobrevives, y ahí se queda. Pero eso no es así. Ya lo has visto. El verdadero calvario empieza casi cuando acaba la enfermedad. Si coges la enfermedad, está escrito que el cincuenta por ciento mueren. Y si te salvas, empieza un calvario. Las secuelas físicas son enormes: dolores musculares, los órganos principales quedan muy afectados, la vista se ve muy perjudicada… De eso luego todo el mundo se olvida. Ya hemos pasado la epidemia y ya nadie habla.
Exposición ‘Ébola, más allá del ébola’ de Alfons Rodríguez en el EFTI.
MN: Me imagino que están también los problemas psicológicos, aparte de las secuelas físicas.
AR: Por un lado está haber pasado una enfermedad, que siempre te deja maltrecho, física y psicológicamente, porque son semanas que estás incomunicado, al borde de la muerte, con delirios… Pero es que luego, en esta enfermedad, y sobre todo en esa sociedad, está el estigma que te queda, que luego ya nadie se quiere acercar a ti. No es como aquí, que pasas la gripe, cuentas que te has curado y te vas de cena con los amigos. Eso allí no es así. Has pasado el ébola y en tu entorno, en tu barrio o en tu aldea, ya estás marcado. Y eso hace que incluso tengas que desplazarte a otros sitios. Es terrible.
MN: En una de tus fotografías aparece una chica que ha pasado el ébola y sale sosteniendo en las manos un certificado que emite el Gobierno diciendo que ya estás libre del virus.
AR: Ese certificado salió por esto, precisamente. Esa es una de las medidas que tomó el Gobierno. La gente acababa de pasar la enfermedad y no la querían en ninguna parte. Ni podías volver al colegio, ni a tu trabajo. El Gobierno decidió emitir este certificado confirmando que ya estás libre de ébola, pero luego se ha demostrado que es papel mojado porque la realidad es que nadie se quiere seguir acercando a ti. En algunos casos te diría que casi justificadamente. Aunque está la cuarentena, concretamente entre los hombres ya se han detectado casos en los que hasta nueve meses después el virus permanece de forma latente en el semen. Si nueve meses después sigue estando el virus, quién te dice que un año después no pueda estar en algún caso. Nunca lo sabes, no puedes saberlo. Y eso es terrible. Así que decidieron hacer este certificado. Pero hemos visto que no sirve demasiado.
Exposición ‘Ébola, más allá del ébola’ de Alfons Rodríguez.
MN: He visto también que el estigma no afecta solo a los supervivientes, sino también al personal sanitario que ha estado en contacto con enfermos de ébola o a los enterradores.
AR: Sí, sí. Los afectados por el ébola no son solo los que han pasado la enfermedad. Es toda la gente que ha estado relacionada con la enfermedad de alguna manera. Hay muchísimas víctimas indirectas de las que no se habla. Si en un núcleo familiar hay alguien que ha pasado el ébola, toda la familia está estigmatizada. Así que ya no es uno. Son cinco o seis u ocho, los que vivan en esa vivienda. Y eso hace que las víctimas se multipliquen de una manera espantosa. Si estamos hablando de 12.000 muertes casi y 25.000 afectados, igual estamos hablando de cientos de miles de personas que indirectamente han estado relacionadas con la enfermedad. Una inmensa mayoría de la población de estos países, Sierra Leona, Guinea y Liberia, está afectada de alguna manera. También hay consecuencias económicas. Empresarios, comerciantes, que han perdido su negocio o han tenido que cambiar porque aquel en el que estaban se ha visto tan afectado por la enfermedad que han tenido que cerrarlo. Empresarios de la construcción que ya no tenían personal, empresas extranjeras proveedoras que no suministraban, el aeropuerto cerró, no recibía ni salían vuelos, los camiones no podían cruzar las fronteras…
Lungui. Centro Escolar de Don Bosco. Exposición ‘Ébola, más allá del ébola’ de Alfons Rodríguez.
MN: También aparecen en tus fotografías niños que han perdido a sus padres en la epidemia. Parece que nadie se quiere hacer cargo de ellos.
AR: A los huérfanos los intentaban reubicar en la que llaman familia extendida. Eso a priori puede parecer una solución ya definitiva. Pero es que tampoco es así. Son núcleos familiares muy pobres. Si una familia tiene ya cinco hijos, o seis, y los tiene en la calle, que venga el gobierno y te diga ‘¿Usted es la tía de este niño de ocho años? Pues le ha tocado quedarse él’, hay casos en los que ese niño podrá estar más o menos bien, pero también hay un gran porcentaje de casos en los que el niño está rechazado. Igual la familia dice sí y le acogen, pero en realidad está rechazado. Es el último que come, no va al colegio porque los gastos de manutención y de los libros son demasiados. Parece a priori una solución, pero no siempre lo es. En cualquier caso, mejor eso que dejarle en la calle abandonado.
MN: Hablas de que durante un año han estado cerradas las escuelas y eso ha provocado que los niños se pasaran el día en la calle. Hablas del aumento de adolescentes embarazadas.
AR: Hay consecuencias que son mucho más catastróficas y que se dan en un número muy elevado de la población. Por ejemplo el estigma o las secuelas físicas. Y luego hay otras que son minoritarias, como este caso. Es verdad que hubo muchas adolescentes que después de estar todo un año sin ir al colegio, por decirlo de alguna manera, vagabundeaban y pululaban por las calles con los adolescentes que tampoco iban a clase. Eso provocó no solo que se perdieran un año de colegio y en muchos casos una gran parte del proceso educativo, sino que el hecho de estar en la calle sin otra cosa que hacer desembocara muchas veces en practicar sexo sin control y la consecuencia es que un gran número de adolescentes se quedaron embarazadas. Eso implica que ya no vas al colegio, o que prácticamente no puedes trabajar. En la sociedad africana una mujer casada no es lo mismo que una mujer soltera, y una mujer con educación no es lo mismo que una sin educación.
MN: La primera foto que vi de tu exposición es la de la playa vacía. ¿Cómo ha cambiado la vida de los sierraleoneses con todas estas medidas que se aplicaron para evitar la expansión de la epidemia, como prohibir el acceso a las playas los fines de semana o prohibir el deporte en las calles.
AR: Esto ya se ha relajado bastante. Evidentemente el brote ahora no es como en las épocas en las que tuvo un pico fuerte en los años 2014 y 2015. Pero estas medidas contribuyeron a que la gente acabara estando paranoica cada vez que salía por la puerta de su casa. Y el miedo continúa. Allí ya casi nadie se toca, nadie se da la mano, nadie se abraza, a no ser que sepas quién es. Todo eso cambió para peor en una sociedad que ya había estado durante décadas en guerra, una sociedad con miedo, una sociedad con cierta desconfianza hacia el vecino. Imagínate si encima les meten esto. Al principio pensaron que no era realmente una enfermedad, que no era un virus. Muchos pensaron que era una estrategia un poco psicópata del gobierno para acabar con ciertos sectores de la población: ‘Esto no es una enfermedad que se contagia, esto es que nos meten un virus’. Y en el caso de aldeas o grupos dispersos, en un medio muy rural, se pensaba que era un mal de ojo y lo que había que hacer era protegerse entre los miembros familiares. Así que cuando alguien caía enfermo todo el mundo iba a su casa, convivían con él, lo cuidaban, lo limpiaban, lo alimentaban y eso hacía que el virus se encontrara a sus anchas y saltara de uno a otro como si fueran gacelas en la sabana. Estaba todo ese desconocimiento y toda esa paranoia que les entró por las medidas que tomaba el gobierno, que para ellos eran un sinsentido: pero por qué no vamos a ir a la playa, por qué no podemos jugar al fútbol en la calle, por qué no pueden ir los moto-taxis con gente cogida detrás… Se pensó que era una especie de conspiración del gobierno y eso no ayudó en nada. Es lógico pensar que son medidas que tienen su sentido para evitar que se propague el contagio. Pero tuvieron efectos contraproducentes. En una sociedad más informada o desde otro ángulo de visión diferente hubieran tenido un efecto mucho más positivo.
MN: ¿Estas medias siguen vigentes?
AR: Hoy en día yo no tengo constancia de que sigan vigentes. Tal vez sí en algunas zonas, porque el brote de ébola está muy controlado pero no está cerrado por completo. Hasta tres veces la OMS ha declarado el fin y antes de 24 horas se han vuelto a dar casos y lo ha vuelto a reabrir. Pero ya son casos más controlados. Ahora me consta que en total hay como unas mil personas bajo vigilancia, pero enfermos hay pocos.
Exposición ‘Ébola, más allá del ébola’ de Alfons Rodríguez en el EFTI.
MN: Te quería preguntar por el tema de los enterramientos. Fue bastante traumático para la sociedad el hecho de que no pudieran enterrar a sus muertos. Hay una foto muy dramática. Un hombre permanece en el suelo desmayado, rodeado por familiares y vecinos, mientras están enterrando a su padre.
AR: Sí, y a su lado está la foto del padre, muerto, con unos enterradores que entran. Fue una de las medidas que tomó el gobierno más drásticas, pero creo que necesarias, porque el virus en un cuerpo que ya ha muerto es mucho más virulento. Una gran parte de los contagios se dieron por manipular el cadáver, por limpiarlo, amortajarlo, abrazarlo y besarlo para decirle adiós. Es una costumbre muy arraigada en la sociedad africana la de decirle adiós debidamente a tus muertos. Cuando se prohibió, fue un shock traumático para las familias. Es como si aquí a nuestros muertos hubiera que tenerlos colgados a la puerta de casa durante dos semanas. Es una atrocidad, ¿verdad? Antes de enterrarlos, dos semanas ahí, colgados en un palo. Pues para la sociedad africana era algo parecido no poder despedirse, no poder amortajarlos, limpiarlos y besarlos. Era tal el trauma que se produjeron conflictos violentos entre los enterradores y las ambulancias, y los familiares. En algunos casos incluso los vecinos no dejaban que se acercaran las ambulancias y los enterradores, y los apedreaban. Sucedió durante el pico de la epidemia, justo cuando empezó a aplicarse la medida. Luego ya se relajó porque la población entendió que tenía que ser así, que era una enfermedad y que si tocabas a tus muertos te ibas a contagiar e ibas a morir también. La gente no es tonta ni es suicida. Pero realmente costó un periodo de tiempo en el que se pagó un precio muy alto. La gente seguía tocando a sus muertos.
MN: ¿Crees que la campaña de comunicación o de información por parte de las autoridades hacia la población fue insuficiente para evitar esto? ¿O es que realmente no había medios para hacerle entender a la gente la necesidad de estas medidas?
AR: Sierra Leona es uno de los países más pobres del mundo. ¿Qué tienen allí? Están bajo mínimos, muy por debajo de los mínimos. Pero también el problema fue que se actuó en una dirección errónea y muy tarde, no solo por parte de las autoridades locales sino también por parte de la comunidad internacional. Organizaciones como Médicos Sin Fronteras estuvieron avisando desde el principio de que se podía ir de las manos, y hasta que no se fue de las manos no se reaccionó. Esta organización consiguió de fondos privados unos 70 millones de euros, pero la comunidad internacional a nivel de autoridades y de gobiernos no actuó y pasaron meses. La enfermedad necesita poco tiempo para expandirse, y es una enfermedad que se transmite solo por fluidos internos. Imagínate si fuera una enfermedad que se transmitiera por el aire. Probablemente ahora mismo estaríamos todos afectados en todo el mundo. Y para que veas la hipocresía, la comunidad internacional reaccionó cuando hubo los primeros casos fuera, en España, Estados Unidos y Australia. Con los primeros casos fuera, y algunos muertos como los misioneros aquí, fue cuando la comunidad internacional dijo ‘cuidado, que a lo mejor estos de Médicos Sin Fronteras tienen razón’.
MN: ¿Cómo surgió tu viaje a Sierra Leona para tratar el tema?
AR: Me fui allí con un periodista, Nacho Carretero, que me acompaña en bastantes ocasiones. Mi trabajo lo baso bastante en historias olvidadas. No suelo tratar la actualidad más rabiosa, sino temas que ya se han olvidado o que están olvidados de siempre y la sociedad en general no les hace caso. Decidimos ir cuando la epidemia ya estaba al final, porque lo que queríamos era centrarnos en las consecuencias. Si hubiéramos ido en pleno brote hubiéramos acabado tratando la enfermedad en sí, porque eso era algo que te arrastraba. Para qué hablar de las consecuencias si se está muriendo la gente a montones. Cuando estuvimos allí no es que no se estuvieran muriendo, todavía había un montón de casos, e ibas por la calle y el ejército te medía la temperatura en cada esquina, y tenías que lavarte las manos cada vez que entrabas y salías de una calle o de una vivienda. El brote estaba muy presente, pero ya no era el momento en el que la gente apilaba los cadáveres en los centros de atención y de tratamiento del ébola. Cuando los medios de comunicación empezaron a no hacerle caso a este tema, a dejarlo de lado, fuimos nosotros. No es que no valore lo que hacen otros compañeros en plena actualidad, claro que sí, es importantísimo. Pero ya están ellos para hacer esa fase de los acontecimientos y alguien tiene que hacer la otra. Yo siempre he preferido eso, a los más olvidados, a los que nadie hace caso, más que nada por seguir insistiendo en la necesidad de ayudarles.
MN: Visitaste proyectos de varias organizaciones: Salesianos, Unicef, Acción contra el Hambre. ¿Qué trabajo están haciendo y qué necesidades más importantes hay ahora?
AR: Todas las organizaciones han sido claves. Hablando con autoridades locales, con altos cargos que estuvieron coordinando el tema del ébola, todo el mundo coincide en que si no es por la ayuda internacional ellos no salen de ésta. Es un país que no tenía sistema sanitario. Yo creo que han muerto unas 500 personas del equipo sanitario del país, y no había mucho más. Había dos o tres ambulancias para todo Sierra Leona. Si no tienen recursos para otras cosas prioritarias del día a día, ¿cómo van a estar preparados y con protocolos de actuación frente al ébola?. Hasta ese momento el ébola era una enfermedad que se daba en brotes pequeños, controlables y mayoritariamente en otras zonas del continente. El primer brote del ébola se dio en el año 76, hace ahora cuarenta años, y desde el primero hasta este habían muerto mil y pico personas, cuando en este han muerto 12.000 y han sido afectadas 25.000. Nadie estaba esperando un brote de ébola así. Pues muchísimo menos ellos que tenían otras prioridades, la primera comer, poder tener un plato de comida, al menos uno al día. En cuanto a las necesidades, lo que ahora mismo se necesita es que se investigue sobre el ébola, que se desarrolle una vacuna. Ya hay algunos prototipos que parece ser que funcionan, pero no están probados al cien por cien. Estamos muy lejos de erradicar la enfermedad. También de controlarla, porque a día de hoy ni si quiera se sabe cuál es el reservorio de la enfermedad, dónde se mantiene cuando no está atacando, dónde busca refugio. Nadie sabe dónde está el virus ni quién lo transmite. Se habla de murciélagos, se habla de monos, de arañas, pero realmente nadie lo sabe. Y además hace falta trabajar mucho con programas de sensibilización para eliminar el estigma que hay con respecto a los que han estado afectados. Eso es importantísimo, porque si no, estás dejando a decenas de miles de personas desahuciadas completamente de sus vidas, expulsadas. Y eso solo va a provocar malestar social, enfermedades, revueltas, y ya sabemos en qué puede desembocar esto: en otra guerra civil. Las organizaciones tienen mucho que hacer.
Sierra Leone. Freetown. La capital es una ciudad altamente poblada. La densidad de población y los suburbios ayudaron en la propagación del virus del ébola. También contribuyó la falta de higiene y las tradiciones y constumbres ancestrales y religiosas, como la de lavar y tocar efusivamente a sus muertos. Precisamente en los cadáveres es donde más activo y virulento es el ébola. En la imagen unas mujeres comercian con carne en el suburbio de pescadores de Moa Wharf que fue el epicentro del ébola en la ciudad. Exposición ‘Ébola, más allá del ébola’ de Alfons Rodríguez.
MN: Para acabar te quiero hacer dos preguntas de corte más personal. La primera: ¿qué recuerdas de tu primera impresión al llegar a Sierra Leona?.
AR: Para serte sincero, estas cosas nunca dejan de impactarte. Te enfrentas a una situación que está mitificada previamente por la televisión. Yo recuerdo cuando era mucho más joven que leía y oía noticias sobre el ébola y se decía que era una especie de enfermedad diabólica donde la gente se volvía loca , algo tremendo en zonas de África que eran impenetrables, como el antiguo Zaire. Así que cuando llegas ahí, te impacta. ¿Cómo no te va impactar? La paranoia de la población, que nadie te toca, nadie te da la mano, nadie se acerca. ¿Cómo no te va a impactar observar a una madre contemplando que su hijo se muere o está muerto allí delante, y viene un tipo vestido de blanco, lo mete en un saco y se lo lleva sin que lo puedas tocar? Eso es lo primero que yo me encuentro al llegar allí. La paranoia de la población, el miedo a tocarse, miedo a los desconocidos, a entrar en casa de otro, a entrar en un hospital. La gente igual tenía otra enfermedad pero no iba al hospital porque pensaba, ‘ostia, yo voy al hospital e igual me contagio allí del ébola ‘, o ‘ya no vuelvo, como el vecino del al lado, que se fue y ya no ha vuelto’. Dejas que otras enfermedades se apoderen de ti, como la malaria o el cólera. Este es otro de los problemas que también se han dado, que por pensar en el ébola se olvidó todo lo demás. Esa paranoia colectiva, en ocasiones histeria, es lo que más recuerdo.
MN: ¿Qué esperas de tus fotos? ¿Qué te gustaría conseguir con tu trabajo?
AR: Mira, yo el trabajo lo he publicado en varios medios de comunicación, que era el fin, y luego también he montado esta exposición, que es itinerante, ha estado en varias ciudades y va a seguir girando por la geografía española y por algún país de Europa. Lo que se trata simplemente es de provocar un goteo continuo de información en la población para que tome conciencia de que el ébola no se ha acabado. Yo creo que va a volver a haber un brote dentro de un tiempo, porque el virus sigue ahí. Yo espero que esa concienciación haga que en ese momento, por ejemplo, en vez de los 70 millones de euros recaudados por Médicos Sin Fronteras, que sean 140. Que cuando vuelva a ocurrir algo así, la gente ayude. En definitiva el fotoperiodista es como una especie de cartero, un mensajero. Nosotros lo que tenemos que intentar no es cambiar el mundo, sino ayudar a que la sociedad lo cambie, que es quien en realidad puede hacerlo. La historia demuestra que se puede cambiar todo. Y esto es un poco lo que pretende este trabajo: concienciar y mantenernos alerta. Me da igual publicar en un medio de comunicación en el que tenga un millón de lectores que en una exposición a la que vayan quinientas personas. Son igual de importantes para mí, y eso es lo que pretendo con mis fotos.
MN: Muchas gracias, Alfons.
AR: A ti, Javier.
Javier Sánchez Salcedo
19 de mayo de 2016
19 de mayo de 2016
MUNDO NEGRO
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