Saturday, May 21, 2016

Querido divorciado I - (Lo que empecé a escribir y palpita ahora bajo la "Amoris Laetitia")


"Los católicos tenemos la obligación de preparar y mantener el matrimonio como un bien precioso. Pero no podemos expulsar a los que erraron en su emparejamiento y necesitan corregir su error". JdA.

Mi querido Andrés: Me cuentas el dolor que te causa no poder comulgar. Estás "excomulgado de hecho" por tu condición de "católico divorciado vuelto a casar".
Así llevas muchos años y, a veces, la culpabilidad te corroe las entrañas. Quieres ser fiel a la doctrina de la Iglesia y no ves salida. Esa doctrina te obliga a permanecer apartado de la Comunión y te anima -farisaica paradoja- a vivir en comunión...
¿Recuerdas quienes sufrían ese "apartheid" en tiempos del Señor? Algunos de aquellos leprosos desafiaron la prohibición y se acercaron a quien podía darles la salud y la paz. Esas experiencias evangélicas deberían darte ya alguna pista.
Las normas generales no siempre se pueden aplicar a todosPor encima de las normas está la "conciencia profunda". La propia doctrina oficial lo reconoce. ¡Menos mal!
Claro que, antes de nada, conviene distinguir dos clases de divorcios:
1) El "divorcio por capricho" o REPUDIO, que empuja a no aguantar lo más mínimo, a despreciar la adaptación y a dar rienda suelta a la satisfacción corporal y sensible. El voluble egoísmo junta y separa. La pareja no es más que un instrumento para mi satisfacción. Cuando no sirve a mis propósitos la tiro o la sustituyo como sustituyo un sofá demodé.
Señoritas
Los que hemos rebasado con creces los cincuenta conocemos perfectamente la insidiosa tentación sufrida de cambiar a nuestra cincuentona por dos de veinticinco. Desde mucho antes ya nos persigue ese diablo bizco que sólo mira lo apetitoso para el instinto.
Tengo la seguridad de que éste es el divorcio que condena el Evangelio, el que constituye un verdadero REPUDIO unilateral o recíproco.
Pero no es tu caso, ni el de muchos católicos de buena voluntad que se ven abocados a una ruptura no deseada. A los del "repudio caprichoso"les importa un pito comulgar o no.
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2) El "divorcio por necesidad", para poder seguir viviendo, porque la yunta con quien camina en dirección contraria es mortífera. Hubo un error de inicio, se formalizó una boda legal pero no real. Tal vez en una iglesia pero no por la Iglesia.
Allí no había unidad, ni amor verdadero, ni compatibilidad, ni consciencia suficiente. Como mucho fue un precipitado fogonazo de juventud provocado por carencias afectivas, inmadurez, instinto y ceguera. Ni estabas preparado, ni supiste prepararte, ni vislumbraste las espeluznantes consecuencias de tu equivocación.
¿Me voy aproximando a tu caso? ¿Condenarías a alguien a permanecer encarcelado en el "dolor del error" toda la vida? ¿No existe posibilidad de rectificación para los matrimoniados por error? ¿Les condenarías a vagar separados y solos por las estepas de la vida? Tal vez las respuestas a estas preguntas te ayudarán a comprender y comprenderte.
Aclarada esta diferencia esencial, vayamos ahora a las ataduras doctrinales que te privan de los sacramentos. Puede que la Jerarquía (o algunos de sus miembros) no quiera o no pueda variar sus esquemas.
Es muy difícil abrir ventanas en la "doctrina de hormigón" fraguada durante siglos como"autodefensa", imponiendo fronteras y seguridades, en vez de misericordia.
Es muy difícil superar las interpretaciones literales, legalistas, restrictivas, fariseas, desplegadas por dos milenios entre densas sombras.
Es muy difícil -a mí no me lo parece- interpretar el Evangelio en clave de Buena Noticia, de amor, de apertura, de libertad conquistada, de verdad y camino progresivo…

Puede que la Jerarquía no quiera o no pueda variar sus esquemas porque piense que una mayor "liberalización"perjudicaría a la ya liberal sociedad en que vivimos.
Deben advertirnos de la gravedad de los errores en la elección de parejaLa FAMILIA ha de estar protegida de la volubilidad del individuo. Y no pueden ser los hijos los paganos del poco esfuerzo de discernimiento y reconciliación de sus padres.
En situaciones extremas los católicos deberíamos acudir a la propia Iglesia para que analice y resuelva si hubo o no matrimonio verdadero. En mi opinión "hay muchas más nulidades de las que se solicitan y declaran". Los católicos acudimos a los ágiles tribunales civiles y huimos de la parsimonia eclesiástica. Lo uno no quita lo otro. El sentido común me dice que si me casé por la Iglesia, debería también someter mi error a la Iglesia.
Sé que hay circunstancias que hacen esto prácticamente imposible por el tema de las jurisdicciones territoriales y la movilidad geográfica de los separados. También sé que la lentitud procesal de los tribunales eclesiásticos, sus exigencias formalistas, su mermada fama y su imaginaria carestía, disuaden a muchos católicos. ¡Nos equivocamos!
Deberíamos, como mínimo, informarnos. Hace muy bien el Papa Francisco en promocionar"simplicidad" y "agilidad" en los procesos de nulidad. Es el primer Papa que avanza hacia la realidad, sin cerrar los ojos al llanto de los fracasados.
Me cuentas que, en tu caso, no tienes posibilidad real de acudir a esa solución, que eres un "divorciado católico" de tantos que llevan con dolor la situación en que os hemos colocado. Pero eso es compatible con procurar la REALIDAD de una "vida espiritual profunda", aún en contra de la TEÓRICA situación jurídica en que estás atrapado.
Hubo personas importantes en la Iglesia que clamaron por avanzar en la doctrina sobre los divorciados, como el Cardenal Martini que pedía un Concilio -nada menos- sobre este tema.
El Papa Francisco se ha tomado muy en serio vuestro conflicto doloroso. Pero ni un Papa puede romper el "muro de hormigón" de la doctrina tradicional en la que estamos encarcelados. Se le echarían encima y sería causa de un cisma. Hay que aprender de la historia. De ahí la prudencia de la Exhortación Apostólica Postsinodal "Amoris Laetitia" del 19-03-2016, que nada rompe pero abre horizontes nuevos.
(Continuará en unos días la 2ª Parte)
Jairo del Agua
RD

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