Los sacerdotes de las villas de emergencia argentina hacen una evaluación de su trabajo en el nuevo contexto político y social. Diez puntos para la transformación de las periferias
Un documento firmado por diez sacerdotes que tienen en común el hecho de vivir de manera estable en las villas de emergencia de Buenos Aires y del amplio conurbano que surge en torno a la capital argentina. Lleva la fecha del aniversario de la muerte del padre Carlos Mugica, el 11 de mayo de 42 años atrás, que los diez reconocen como punto de referencia ideal y del que se consideran continuadores. “Nos reconocemos en él, en su obra y en su pensamiento”, declara sin titubear el firmante número uno, José María di Paola, que desde hace tres años dedica su vida a las villas de León Suárez que llevan nombres poco conocidos: La Cárcova, 13 de Julio, Independencia y Villa Curita. El texto de diez puntos, la misma cantidad de firmantes, está dirigido “a nuestras comunidades y a todos los sacerdotes que están trabajando en los barrios populares y quieren compartir con otros su experiencia a partir de la realidad que nos toca vivir, porque la realidad –afirman haciendo referencia a la inequívoca paternidad- es superior a la idea”. Pero también está dirigido a las autoridades del gobierno, las que acaban de tomar las riendas después del terremoto de las elecciones presidenciales a fines del año pasado. Los sacerdotes de las villas reclaman la intervención del Estado en los barrios más carenciados para que se garantice “el derecho de los más pobres a una vida digna”. “Una intervención inteligente”, explicitan, dando a entender que hubo algunas que no lo fueron en absoluto. El principal referente de los curas villeros explica qué hay detrás de esa palabra. “El Estado vino a estos lugares sin inteligencia, sin seriedad”, acusa José María di Paola, padre Pepe para todos. “Por otra parte lo importante es que el poder público se haga presente con iniciativas que favorezcan el trabajo, las comunidades, los movimientos sociales organizados que se han ido formando en los barrios por iniciativa de la gente y de la Iglesia”. También en este caso resulta evidente la influencia de su antiguo obispo. “En el trabajo que se fue haciendo en estos años las tres T (tierra, techo y trabajo) que subraya el Papa en sus viajes siempre fueron la base de nuestra presencia, en realidad diría que definen nuestro horizonte. Compartimos totalmente la propuesta del Papa a los movimientos sociales y la hacemos propia como curas villeros”.
Por más extraño que pueda parecer, en épocas de inflamadas exhortaciones, críticas y denuncias, los curas de las villas no son propensos a hacer proclamas. Solo hay dos antecedentes en el pasado a los que se suma el texto de estos días. En primero sobre la integración urbana, de 2007, citado por el Papa Francisco en África, en el barrio marginal de Kangemi, en Kenia. “En ese sentido, propongo retomar la idea de una respetuosa integración urbana. Ni erradicación, ni paternalismo, ni indiferencia, ni mera contención. Necesitamos ciudades integradas y para todos. Necesitamos superar la mera proclamación de derechos que en la práctica no se respetan, concretar acciones sistemáticas que mejoren el hábitat popular y planificar nuevas urbanizaciones de calidad para albergar a las futuras generaciones. La deuda social, la deuda ambiental con los pobres de las ciudades se paga haciendo efectivo el derecho sagrado a las «tres T»: tierra, techo y trabajo”. El segundo documento es de 2009 y aborda el discutido tema de la despenalización del consumo de droga. Fue escrito para contrarrestar las presiones –sobre todo políticas- en este sentido. En el texto de estos días se vuelve a confirmar la oposición a la liberalización de la droga. “La sociedad argentina nunca ha trabajado con seriedad el tema de la prevención y de la recuperación”, explica Di Paola. “Las alquimias de la política prefieren extender la cortina de humo de la despenalización y de la legalización en vez de hacer un examen de conciencia serio y admitir que se ha hecho poco o nada en el terreno de la prevención y de la recuperación”. El padre Pepe propone un programa en base al deporte, la escuela, los centros de formación profesional, los clubes y las parroquias, “un circuito virtuoso” lo llama, “que arranca a los niños y a los jóvenes de las las garras de la droga y la violencia”.
Le preguntamos al padre Pepe qué aporta este nuevo documento de los curas villeros a los anteriores de 2007 y 2009. “Se ha dado un paso más, se ha cruzado la General Paz”, responde, la gran avenida que marca en Buenos Aires el límite de la capital con la inmensa provincia. También ha cambiado el contexto, con un Papa argentino y un gobierno de centro derecha, y era necesario hacer una intervención aclaratoria. “Nos gusta mucho la frase del Papa que habla de la parroquia como un hospital de campaña. En las villas donde vivimos queremos que la Iglesia sea eso, un lugar donde se curan las heridas de la humanidad doliente que habita en las periferias”.
La pregunta es obligada: ¿Qué posición asumen los sacerdotes de las villas frente al nuevo gobierno del presidente Macri que derrotó en las urnas la versión del peronismo que instaló en el poder durante doce años la familia Kirchner. “El capitalismo salvaje destruye una sociedad, el liberalismo fomenta un individualismo que abandona a los más débiles a su destino de degradación humana. Al mismo tiempo sabemos por experiencia que en todos los gobiernos hay funcionarios que comprenden y apoyan nuestro trabajo, tanto en el gobierno anterior como en el gobierno actual”.
Tierras de América
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