La inspiración de Vivaldi, Haydn y Mozart suscitaron intensas emociones entre quienes se encontraban en el aula Pablo VI para participar al concierto que el presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, ofreció a Benedicto XVI por el IV aniversario de su elección. Durante el discurso, el Pontífice delineó un paralelismo entre el itinerario musical del encuentro y el itinerario pascual. La Sinfonía 95 de Haydn, de hecho, comienza "en una tonalidad de Do menor, y a través de un recorrido cada vez más perfectamente equilibrado, pero no menos dramático, concluye en Do mayor". “Composiciones que hacen pensar en el itinerario del alma", subrayó Benedicto XVI, "hacia la paz y la serenidad". La Sinfonía 35 de Mozart, llegó a "ampliar y coronar la afirmación de la vida sobre la muerte". Y aún más, las voces humanas, casi "para dar palabra a lo que la música había ya querido expresar". Un círculo coral que desde Vivaldi ha encontrado la cúspide de la intensidad con el Ave verum Corpus de Mozart. "Aquí la meditación cede el paso a la contemplación, concluyó el Papa, la mirada del alma que se posa en el Santísimo Sacramento, para reconocer el Corpus Domini, ese Cuerpo que fue verdaderamente inmolado en la cruz y de la cual surgió la fuente de la salvación universal".
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