Monday, January 25, 2010

Haití resquebrajado y la vida consagrada herida


(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Héctor es un buen amigo, además de hermano de congregación y buen misionero. Es superior mayor de su organismo. Un grupo pequeño de claretianos en las Antillas. Está al final de su servicio como superior de la delegación… Creo que ni en sus noches más oscuras se imaginó lo que podía ocurrir en Haití… Va enviando noticias o, mejor, reflexiones de urgencia. Va viviendo, pensando, orando y actuando con vértigo. En sus correos se nota que faltan palabras y no acaba de concebir la tragedia… Pero lo cierto es que sus textos hablan en síntesis de desolación, hambre, debilidad y muerte…
No tengo datos nuevos para aportar sobre el desastre ocasionado por el terremoto. Estamos ya llenos de información. Nos falta saber qué… y cómo. Los estados, las ONG, las organizaciones eclesiales y las congregaciones religiosas se están moviendo. Y lo están haciendo rápidamente, con silencio y efectividad; con conciencia y responsabilidad… Hay muchos brazos dispuestos y clamor en los coros de las comunidades consagradas. Sospecho que a las congregaciones la tragedia nos ha centrado. Nos ha recordado la necesidad de estar con las lámparas encendidas, con poca seguridad y en itinerancia. Ha traído a nuestras agendas repletas la luz de lo inesperado y la muerte, nos ha recordado que este tiempo del Señor no es de parcelas privadas o seguridades ingenuas: es un tiempo de provisionalidad e intercongregacionalidad (¡qué palabra!).
Estos días sí nos llegan testimonios de pasión allí donde se da, entre los sencillos y desheredados… No quiero hacer un elenco de familias religiosas porque injustamente omitiré algunas… Pero todas, ellas y ellos, están donde tienen que estar: en los centros de pasión… Esos colegios de los salesianos y redentoristas convertidos en tumbas de la inocencia; esas iglesias de reparto de auxilios espirituales y materiales convertidas en ruinas… seminarios diocesanos y religiosos que eran fraguas de esperanza para una sociedad pobre, se han convertido hoy en escombros llenos de cadáveres… Ni siquiera aludir a los más de cien consagrados que hasta el momento han perdido la vida al lado de sus hermanos…
La vida consagrada estaba en Haití previamente al terremoto, y seguirá allí… Porque su sitio es donde la vida está cuestionada, debilitada o destruida. Los consagrados están mano a mano con infinidad de humanos, hermanos que, allí y aquí, saben/sabemos que el valor primero, que el Señor quiere, es el cuidado de la vida humana.
lagonzalez@vidanueva.es

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