Entrevista con Louis Pelâtre, vicario apostólico de Estambul
(Fran Martínez – Estambul) Louis Pelâtre es vicario apostólico de Estambul desde 1992, con una misión “igual” que la de cualquier obispo diocesano: “Me encargo de las relaciones con otras religiones y con las autoridades locales, además de ser el responsable de los padres y fieles de esta comunidad”, explica.
Pertenece a la orden agustina de la Asunción y llegó a Turquía en 1970. La Iglesia católica en este país cuenta con cerca de 35.000 fieles, lo que representa un 0,05% de la población. La presencia del clero en todo el país se reduce a 64 sacerdotes y 95 religiosas, además de cinco obispos. Sólo hay una diócesis y parte de la comunidad católica sigue los ritos armenio, caldeo y siríaco. La escasa presencia de cristianos en estas tierras contrasta con el hecho de que aquí se establecieron las primeras comunidades después de la muerte de Jesús y la predicación de san Pablo. Este mes, Benedicto XVI volvió a pedir a las autoridades turcas el reconocimiento oficial de la Iglesia. Turquía es un país laico y las religiones no tienen ningún estatus reconocido.
- Hace 50 años que Ankara y el Vaticano mantienen relaciones oficiales. ¿Cómo es actualmente la situación de la comunidad católica de Turquía?
- El establecimiento de esas relaciones diplomáticas fue muy importante para nosotros. Aunque cómo lo logramos en su momento, es un misterio. Juan XXIII lo fraguó durante su estancia en Turquía, cuando era delegado apostólico. A pesar de que han pasado cincuenta años, la situación no ha cambiado mucho. Cuando intervengo en favor de la comunidad católica, las autoridades turcas me responden que no soy el representante de los católicos, sino el del Vaticano. El problema es que no hay un estatus jurídico que reconozca nuestros derechos, como el de registrar la propiedad. Es un reconocimiento de facto pero no de iuri, porque saben que estamos aquí y cuentan con nosotros. Así, las relaciones son útiles pero insuficientes. Pese a que no me gusta la palabra, Turquía es el país de la tolerancia. Vienen a decir: no os damos derechos, pero os toleramos. Otro gran problema es la disminución de la comunidad cristiana. Nosotros tenemos cinco escuelas francesas, una italiana y otra austríaca, con clérigos dirigiendo la escuela. Cuando fueron creadas había muchos cristianos en Turquía, ahora ya no.
- ¿Cómo se desarrolla el trabajo en esta situación incierta?
- En Turquía hay cierta libertad religiosa. Todo lo que pase dentro de la iglesia es libre, pero fuera, en la calle, es ilegal. Esto supone muchos problemas para todas las comunidades. Somos cuatro las comunidades católicas en Turquía. Yo represento a la latina, pero también están los armenios, los caldeos y los siríacos. A nosotros nos consideran extranjeros, lo que en parte es verdad. Los católicos latinos cada vez somos menos. Todos han emigrado y los que ahora van a las iglesias son los filipinos, los africanos… Ellos son nuestra gente ahora.
- ¿Ve posible el reconocimiento oficial de la Iglesia católica en Turquía a corto plazo?
- El Papa ha hablado recientemente sobre eso con el nuevo embajador turco en el Vaticano. Él estudió en un colegio nuestro y nos comprende, pero será muy difícil, porque tendrían que cambiar la Constitución. Con la actual laicidad de las leyes es imposible reconocer a la Iglesia. Yo les he propuesto varias veces que lleguemos a acuerdos prácticos, no sólo buenas palabras. Si reconocer a la Iglesia es demasiado para ellos, que nos apliquen un régimen excepcional que, al menos, nos permita registrar nuestras propiedades. También he propuesto crear una comisión para buscar una solución, pero no hacen nada. Creo que queda un camino muy largo todavía; por eso es importante avanzar, aunque sea en pequeños pasos.
Vida Nueva
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