Sunday, June 23, 2013

Comentario al Evangelio por Ángel Gómez Escorial: UNA RESPUESTA DESDE LO MÁS HONDO DE NUESTRO CORAZÓN…



1.- Siempre que llega este evangelio, siempre que nos toca comentarlo nos sentimos impresionados la pregunta que hace Jesús: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. En la narración de San Lucas el Maestro ha preferido hacer una primera pregunta más general sobre su persona, más para centrar mejor la opinión de los apóstoles. Y ello, tal vez, para centrar mejor la atención de los apóstoles respecto a lo fundamental, a la opinión tenías sus amigos más cercanos.

--Es verdad que Jesús de Nazaret vivía en medio de un torbellino de opiniones. La novedad de su vida y de su mensaje eran más que evidentes. Y eso, en cierto modo, tenía muy confundidos a sus coetáneos.

--Es verdad, asimismo, que eran tiempos de espera. El pueblo judío intuía que estaba cerca la llegada la llegada del Mesías.

--Es verdad que, en tiempos de Jesús, estaba acuñada la idea de que sería el salvador de Israel, en el sentido de liberaría al pueblo escogido de la tiranía romana.

Y todo ello –claro—no era la imagen que Jesús ofrecía. Pero el portento de sus milagros, su autoridad a la hora de enseñar al pueblo todo ello estaba conmoviendo profundamente a muchos de los que habían tenido contacto con él.


2.- No es cuestión –por supuesto—de obviar esa circunstancia histórica que, por otro lado, es muy importante. Pero, ciertamente, la pregunta de Jesús: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Tiene, digámoslo así, tiene vida propia y permanencia en el tiempo y el espacio. Es una pregunta que está haciendo Jesús de Nazaret a todos con los que se han topado con Él desde que la pronunció en tierras palestinas hace más de dos mil años hasta nuestros días.


3.- Nos la hace a todos, a ti y a mí, con una cierta frecuencia. Y si no somos capaces de contestar nos la repetirá una y otra vez. Realmente, debemos contestarle. Debemos buscar una respuesta en nuestro interior que, si se puede, presida nuestras vidas. Si no sabemos que es Jesús para nosotros, probablemente, estaremos mal, estaremos en un limbo de falta de sintonía y de entrega. Difícilmente, seremos cristianos aunque nosotros nos creamos que sí.


4.- Sin duda, habrá –hay-- una respuesta comunitaria. La Iglesia a lo largo de los siglos ha intentado definir quién es Jesús. Y lo ha hecho con fuerza, con ganas de fijar ese contenido para que no haya dudas. Está definido con fuerza teológica en el Credo. Pero tendrá que haber una respuesta personal, única, exclusiva… de todos y cada uno de nosotros. No se trata, por supuesto, de que cada uno cree una versión de Jesús, del Cristo. Pero si es cierto que hemos de recibir en nuestro corazón el influjo de una respuesta, inspirada --¿y por qué no?-- por el Espíritu Santo que se convertirá en piedra angular de nuestro mundo interior que compartimos con Cristo.


5.- No creáis, ni por un momento, que esas aproximaciones a la respuesta directa del Espíritu, al incluir la vía transcendente, es un exceso de pietismo o una tendencia a lo exclusivamente místico. No, no lo es. La relación con Jesús no puede ser exclusivamente histórica o antropomórfica. No es un líder terreno tan solo. No, solamente esto, no. Es el Hijo de Dios, y es Dios, y, entonces, en algún momento de nuestras vidas transcenderá en nosotros su verdadera naturaleza. ¿Y cuándo? Pues habrá muchas personas que no les llegue enseguida esa respuesta maravillosa, como hay muchos convertidos y conversos que jamás una luz esplendorosa les ha derribado del caballo.


6.- Pero todo ello es cuestión de esperanza, de humildad y… de estar atentos. Jesús cuando hace una pregunta espera una respuesta. No pretende que la pregunta en cuestión se quede en el aire, sin más. Por ello es importante que nos dispongamos a responder, y que nuestra respuesta venga animada por una fuerza interior que no es propia del todo. Esperemos pues que Jesús, en un momento dado, nos haga la pregunta y que nosotros, con la gracia de Dios, seamos capaces de contestarla desde lo más hondo de nuestro corazón y de nuestra alma.

Betania

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