Golpe de Estado blanco y Patria Grande. Carta personal del Papa Francisco a la Presidente suspendida de Brasil Dilma Rousseff
La Presidente de Brasil, momentáneamente apartada de su cargo a la espera del juicio político que concluirá el próximo 29 de agosto, ayer, en una multitudinaria conferencia de prensa en el Palacio de La Alborada – donde reside en este momento – admitió que había recibido una carta personal “no de la Santa Sede”, sino del Papa Francisco. La mandataria, suspendida el pasado 12 de mayo, afirmó sin embargo que era una carta privada y no tiene ninguna intención de revelar su contenido. Después la señora Rousseff decidió entrar directamente en el análisis de su situación política y personal, señalando que el 29 de agosto defenderá ante sus “jueces” del Senado (algunos de los cuales se encuentran también bajo proceso) “la democracia y la justicia”. “Solo espero en la justicia”, dijo la Presidente suspendida, acusada y procesada (en 2015) por presuntos delitos de violación de la ley fiscal que regula los dinamismos contables de la Nación. En su intervención, la señora Rousseff admitió dos graves errores de su segunda presidencia: el nombramiento como Vicepresidente del actual gobernante ad interim, Michel Temer, que ella definió como un “usurpador” (acusado entre otras cosas de “corrupción activa y pasiva”) y haber reducido los impuestos al sector empresarial para ayudarlo a afrontar la crisis sin obtener la contrapartida necesaria, es decir, nuevas inversiones para reactivar la economía.
Rousseff considera que el país afronta un verdadero “golpe blanco” cuyo objetivo es atacar las conquistas sociales, económicas y políticas de los sectores sociales más humildes. La expresión “golpe blanco” ha tenido una gran difusión en los análisis sobre la crítica y difícil situación latinoamericana, desde México hasta la Patagonia, sobre todo después de las palabras pronunciadas por el Papa. Según un relato oficial de la Presidencia del Celam, después de una larga conversación con el Papa, el mismo Pontífice habría usado esta expresión con algunos obispos. En efecto, el pasado 19 de mayo, el Papa Francisco mantuvo un prolongado encuentro con los miembros de la Presidencia del Celam (Consejo Episcopal Latinoamericano). Los interlocutores del Pontífice eran seis: el cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá, Presidente; Mons. Carlos Collazzi, obispo de Mercedes, Uruguay, Primear Vicepresidente; Dom José Belisario da Silva, arzobispo de Sào Luis do Maranhão (Brasil), Segundo Vicepresidente; cardenal José Luis Lacunza Maestrojuan, obispo de David, Panamá, Presidente del Consejo para los Asuntos Económicos; Mons. Juan Espinoza Jiménez, obispo auxiliar de Morelia, México, Secretario general; y el padre Leónidas Ortiz, diócesis de Garzón, Colombia, Secretario adjunto.
Informe del Celam. En el informe del encuentro, publicado en el sitio del Celam, se afirma que el Papa, reflexionando sobre la situación actual de América Latina habló de “golpe de estado blanco”. En concreto, la expresión del Papa – “golpe blanco” – estaría incluida en el siguiente párrafo, tal como informa el Celam: “El Santo Padre mostró su preocupación por los problemas sociales que se están viviendo en América en general. Le preocupan las elecciones en Estados Unidos por la falta de una atención más viva a la situación social de los más pobres y excluidos. Le preocupan los conflictos sociales, económicos y políticos de Venezuela, Brasil, Bolivia y Argentina…De pronto se puede estar pasando a un “golpe de estado blanco” en algunos países. Le preocupan las carencias del pueblo haitiano y la falta de diálogo de las autoridades de los países que comparten la isla, Haití y República Dominicana, a fin de encontrar una solución legal a los migrantes y desplazados. Le preocupa la manera de entender lo que es un estado laico y el papel de la libertad religiosa por parte de algunas autoridades mexicanas. Al Papa le anima ver el avance que se está dando en los procesos de paz en Colombia; le anima igualmente su próximo viaje a este país para hacer la visita pastoral a un pueblo que ha sido tan golpeado por la violencia y que necesita emprender caminos de perdón y reconciliación. El Papa se entusiasma cuando comienza a hablar de la Patria Grande que es América Latina y de los esfuerzos que no deben cesar para lograr la integración de nuestros pueblos. Para esto se necesitan acercar posiciones, restablecer el diálogo social y buscar soluciones mancomunadas a los desafíos que presenta el mundo de hoy”. (1)
La prensa recogió con cierto interés las reflexiones atribuidas al Papa en ese importante encuentro con las autoridades del organismo eclesial que desde 1958 coordina las 22 Conferencias Episcopales desde México hasta Chile. Lo mismo ocurrió en ambientes políticos latinoamericanos, tanto gubernamentales como diplomáticos. El informe fue desmenuzado en detalle por analistas, observadores y expertos.
Hace un tiempo, refiriéndonos a esta cuestión escribimos: «En primer lugar llamó la atención la lista de países que habría enumerado el Santo Padre en los que se viven crisis de diversa naturaleza y relevancia, pero siempre preocupantes: Venezuela, Brasil, Bolivia, Argentina, Haití, República Dominicana, México y Colombia. En segundo lugar los analistas y observadores también relevaron una segunda lista referida a las situaciones críticas, que Francisco describió primero en términos generales, como “problemas o conflictos sociales”, y después fue definiendo de manera más específica: “elecciones en Estados Unidos, situación social de los pobres y excluidos, carencias, falta de diálogo, migrantes y desplazados, estado laico y libertad religiosa, procesos de paz, diálogo social, acercar posiciones y soluciones mancomunadas”».
Todo lo que el Papa ha enumerado no solo es cierto, sino que a menudo se trata de cuestiones que aparecen todos los días en las noticias en América Latina y en otras partes del mundo. Muchas veces se habla también de ello en la prensa internacional incrementando la percepción, sin duda cierta, de que se trata de un continente que está afrontando graves crisis sociopolíticas e institucionales que no se registraban desde la época del retorne a los regímenes democráticos. En particular, de los juicios e impresiones del Papa ha hecho y sigue haciendo discutir a políticos y diplomáticos la expresión “golpe de estado blanco”. En América Latina hablar de “golpe de estado blanco” tiene connotaciones históricas, sociopolíticas e institucionales muy concretas. Significa derrocar de hecho un gobierno, obligándolo, sin sangre ni enfrentamientos sociales, a cambiar de dirección, de programa y de proyecto; o bien la destitución de un gobierno por medio de maniobras jurídicas, parlamentarias y constitucionales de dudosa legitimidad democrática. En ambos casos, aunque las modalidades son diferentes, el denominador común sigue siendo el mismo: destitución de la voluntad democrática del cuerpo electoral.
El último “golpe” en América Latina, hace 14 años. Por esa razón muchísimas personas se han preguntado, y se siguen preguntando, a qué se refería o quería referirse específicamente el Papa Francisco. Obviamente no tenemos una respuesta para esa pregunta, legítima y oportuna. Solo podemos ofrecer algunas hipótesis, y entre ellas la más plausible lleva a considerar que el Santo Padre quería en primer lugar expresar un temor: precisamente el temor de que las crisis en curso, en vez de buscar soluciones democráticas, abiertas y declaradas, preferiblemente consensuadas, se esquiven con artificios oscuros, pseudo jurídicos, que en definitiva no resuelven nada, y remitan a nuevas crisis, aún peores, lo que no se quiso afrontar con honestidad y claridad en el momento oportuno. Cabe recordar que el último intento de golpe en América Latina fue en 2002 contra Hugo Chávez y fracasó al cabo de unas pocas horas. Después ocurrieron dos derrocamientos que ahora se definen como “golpe blanco” o “golpe blando” y tuvieron éxito: en Honduras contra Manuel Zelaya (2009) y en Paraguay contra Fernando Lugo (2012). Hubo muchos que definieron la reciente suspensión de la presidente Dilma Rousseff en Brasil como un “golpe blanco” y no pocos temen una situación semejante en Venezuela con el presidente Nicolás Maduro. Y las insistencias y las presiones, que hasta el momento han fracasado, provenientes de varias partes y acompañadas en muchos casos de declaraciones belicosas para que la OEA (Organización de Estados Americanos) aplique a Venezuela la “Carta Democrática” y declare que ese país ya no respeta el estado de derecho, se interpreta como un intento de “golpe blando”.
El poder omnívoro del dinero. Las preocupaciones del Papa Francisco por la situación general de América Latina, visible y notoriamente empeorada desde febrero de 2013, cuando él tomó un avión para asistir al Cónclave que debía elegir un nuevo Papa tras la renuncia de Benedicto XVI, son más que justificadas y fundadas. Son las mismas preocupaciones de los gobiernos de la región y de los analistas más atentos y bien informados. Son también las preocupaciones que comparten y expresan públicamente las Conferencias episcopales latinoamericanas.
El núcleo del diagnóstico es la constatación del grave y persistente deterioro de la política, de los políticos y de los partidos, que se encuentran en el nivel más bajo de popularidad y consenso. El desinterés por la lucha política es generalizado, desde el Río Grande hasta la Patagonia, y si bien puede parecer una generalización inapropiada, la percepción es que hoy las clases gobernantes latinoamericanas son sinónimo de corrupción e ineficiencia. La hermosa estación del retorno a la democracia, después de años de durísima represión militar, parece un recuerdo atávico, y las grandes movilizaciones por la libertad y los derechos humanos fueron reemplazadas por la resignación y la indiferencia.
Entonces hay cada vez más voces en toda América Latina que dicen que, sin política, sin dialéctica democrática auténtica, sin debate político y cultural, ganan los más fuertes o, lo que es lo mismo, gana el dinero, instrumento capaz de fagocitar todo. El inmenso poder de este dinero, transnacional, es lo que en definitiva toma las decisiones y condiciona la vida de los pueblos y de sus instituciones. El dinero y la corrupción sustituyen las elecciones. Las oscuras maquinaciones, dentro y fuera de la región, sustituyen los verdaderos y legítimos actores nacionales. Y los intereses de las altas finanzas y de la geopolítica ocupan el lugar de las necesidades y las prioridades de los pueblos.
Luis Badilla
Tierras de América
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