La red aparece estos días, lamentablemente, muy vinculada a la radicalización yihadista. Escuchamos cómo estos enloquecidos que asesinan fríamente a personas en un paseo, o son capaces de degollar a un sacerdote anciano interrumpiendo su celebración, o disparar a sangre fría en mitad de la calle, se conocieron a través internet, allí planearon sus macabras atrocidades, y también en la red se radicalizaron. Como en tantos otros ejemplos, el abanico de posibilidades vuelve a ser tan amplio como lo que es capaz de albergar el corazón humano.
¿Por qué se dan estos procesos de radicalización?
Sin ánimo de ser sistemático, ofrezco unas claves que hagan comprensible estos procesos.
(1) En la red se expone lo que cada uno vive. Si alguien está alegre, encontrará alegría. Si alguien está agotado por la vida, encontrará frecuentemente más y más agotamiento y huidas. En los tiempos de la red debemos comprender que siempre existe el peligro de crear un mundo paralelo de ideologías y de interpretaciones sesgadas de la realidad. Existen potentes máquinas, desarrolladas en principio con fines comerciales, que son tremendamente útiles para el espionaje y para identificar personas que se muestren absolutamente descontentos con su propia realidad. La radicalización se abre como oportunidad cuando quedan al descubierto los odios, las rabias, las frustraciones, y se fuerza más el enfrentamiento que la búsqueda de soluciones.
(2) Identificar sujetos, entrar en contacto. El siguiente paso es “amable”. Entrar en contacto con estas personas que han sido identificadas, que cuadran dentro de un determinado perfil. Y ofrecer algo de conversación, de trato, de respuestas. En ocasiones servirá simplemente tratar más con su miseria que con su bondad, provocar mayor rechazado dando alas y pábulo a sus sufrimientos, que servir esperanza y consuelo. Así el sujeto se cierra aún más en sí, piensa menos, entiende menos, busca menos. Se encuentra comprendido.
(3) La red tiende a encerrar y aislar a grupos cercanos. El mismo algoritmo de Facebook (recientemente modificado para que la red de “más amigos” sea una constante) presenta contenidos que van en dirección a lo que el sujeto piensa y busca. Si alguien piensa en zapatos, aparecen zapatos. Si alguien está pensando lo malo que es el mundo, occidente y sus valores, o tal y cual persona, constantemente se ofrecen contenidos en esta dirección. Un educador en red se vuelve doblemente educador, un vegetariano doblemente vegetariano, una persona con pensamientos de locura se enloquece doblemente. Dicho de otro modo, si alguien está muy interesado en educación estos contenidos serán los que más se repitan, pero si está pensando en una “ideología concreta”, exactamente igual. Sé que algunas redes hacen esfuerzos por paliar esta deficiencia, para que no sea extrema, pero resulta insuficiente a todas luces. En parte también porque la comunidad que un sujeto forma en internet es siempre afín a sus intereses y búsquedas, de modo que se produce una espiral que aísla y encierra.
¿Cómo prevenir la radicalización digital?
(1) Enseñar que nadie es ajeno a la barbarie. Triste es pensar que “los malos” son individuos con cuernos, a los que se ve venir. O que la maldad se ve de lejos. De un modo u otro deberíamos reflexionar seriamente sobre la terrible posibilidad de caer nosotros mismos en la barbarie, de empeorar nuestra vida hasta el extremo de perder el sentido y el norte. La primera cuestión que habría que educar sería la del cuidado de uno mismo, en el mejor sentido de la palabra y con toda su profundidad. En la red no sólo somos “buenos o malos”, sino que también nos hacemos mejores o empeoramos decididamente nuestra vida y el mundo.
(2) Priorizar el diálogo abierto. Preocuparse cuando la propia red sea tan unidireccional que sólo “los iguales” (aquellos que “piensan como yo” y “buscan lo mismo”) aparezcan en ella. Si no existe pluralidad digital, como existe en cualquier rincón del mundo libre, entonces tenemos un serio problema para pensar con amplitud y frescura, para encontrarnos sinceramente con la realidad y comprenderla. La red, además de ideas abundantes, existe gracias a las personas que hay detrás de ellas, a las que de un modo u otro se rechaza y aleja, o con las que se entabla un trato sano e inteligente.
(3) Cotejar fuentes, saber informarse. Hablamos de la necesidad de un pensamiento crítico informado frente a los procesos de radicalización, que empieza necesariamente por no reducir “el mundo” (el cosmos en el que está todo) a “mi mundo”. Ojalá aprendiésemos de una vez, y fuéramos capaces de mostrar su radical importancia, que no son pocos los que intentan alistarnos en sus batallas e intereses para que “luchemos” por ellos. Detrás de los medios de comunicación, por ejemplo, existe una línea editorial más o menos amplia que desea ganar adeptos a sus causas, y no tanto hacer pensar sobre los problemas aportando soluciones. Y esto ocurre con todo, también con aquello que se dice de… (lo que sea) o aquello que propone tal o cual forma de vida… (sea la que sea).
(4) Evitar en otros la radicalización. Creo sinceramente que los jóvenes están muy aislados en la red y poco supervisados por adultos responsables en este sentido. Sabemos, eso sí, que los más jóvenes son más proclives por su dinámica evolutiva a apasionarse irracionalemente con determinadas causas. Si fuesen zapatillas o grupos de música, podríamos valorarlo de un modo, pero siendo objetivo cada vez más directos de determinadas formas de hacer política, la atención se debería redoblar si queremos enseñarles a pensar por sí mismos antes de tomar partido y decisiones. Insistiría en que a la sociedad que defiende las libertades, poco le interesan algunas esclavitudes notorias y sangrantes. En familia, entre amigos, en la escuela también es necesario tratar de dónde vienen determinadas ideas que pululan en las redes sociales. No vale con decir lo vi en Twitter o Facebook o Snapchat, es requisito imprescindible ahondar un poco más. Cuestionar y enseñar a preguntar siempre fue imprescindible.
(5) No dar cabida a cualquiera en nuestra red, y menos en determinados momentos. Dicho de otro modo, construir una red amplia y plural no significa entablar trato y conversación con cualquiera. Y, repitiéndome, menos en cualquier momento. Algo que vale igualmente contra la pederastia, contra quien nos quiere robar información, o contra quien busca captarnos para sus campañas y alistarnos en sus filas. Los espacios y lugares de contacto se han multiplicado. Y no es oro todo lo que reluce.
José Fernando Juan
entreParéntesis
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