El sacerdote Francisco de Roux, una de las voces más autorizadas para hablar de paz, moral y perdón en Colombia, explica por qué el plebiscito servirá para sacar el país de la “fractura humana” en que ha vivido
SEMANA: Usted estuvo en el acto entre las familias de los diputados del Valle y la cúpula de las FARC. ¿Esperaba que fuera a salir bien?
Francisco de Roux: No. Los familiares temían no ser capaces de mantener el talante moral que exigía la cita y no querían subordinar a la nada la dignidad de sus seres queridos masacrados. Por su parte, las personas de las Farc con quienes nos reunimos antes de la cita no sabían si iban a ser capaces de mostrar una comprensión moral correspondiente a la actitud de los familiares.
SEMANA: ¿Cuál fue el factor fundamental?
F. D. R.: Que nadie buscó un acto político y que todos fueron muy serios en el sentido moral. Nadie quiso utilizar la reunión para el escenario del plebiscito porque todos la veían como un momento humano. Por eso se hizo sin protocolos y sin medios de comunicación en una casa privada, en una especie un retiro.
SEMANA: ¿Podría describir el momento en que usted sintió que las víctimas resolvieron darles el perdón a los guerrilleros?
F. D. R.: Difícil decir cómo se llegó ahí. El perdón no es el resultado de una argumentación lógica, sino un acontecimiento. Las cosas van ocurriendo a medida que se dan las condiciones: la gente que estuvo presente, el vigor, el coraje, la transparencia y la decisión con que hablaron los familiares… Ellos en ningún momento les bajaron a las Farc el calificativo de asesinos. En ningún momento dejaron de referirse en detalle al sufrimiento al que los sometieron. Todo eso fue preparando las cosas y preparó también la actitud de las Farc. Usted entra al plano de lo humano cuando deja de buscar prestigio o poder o soluciones jurídicas, y cuando se da cuenta de que debe enfrentar a su consciencia para recobrar su dignidad. Así, a la postre, termina contribuyendo a dignificar a toda la sociedad.
SEMANA: Usted ha dicho que ese acto fue posible “porque el imperativo moral es terco e ineludible”. Explique esa frase.
F. D. R.: Me refiero al sentimiento moral que he percibido de los hombres de la FARC. Ellos han ido dando espacio. Más allá de los alegatos y las discusiones y las razones que suelen usar para protegerse, en ellos ha ido emergiendo la consciencia de una responsabilidad enorme, de tener que responder al país por la gravedad de sus hechos.
SEMANA: ¿Cree que terminarán de asumir esa responsabilidad?
F.D.R.: Tendrán que hacerlo si quieren presentarse como seres humanos ante el país. Este proceso es, a mi juicio, quizá lo más significativo de esta nueva realidad. Y yo creo que van en esa dirección, y necesitan ser respetados y apoyados. Aunque nadie puede esperar que, de un día para otro, los de las FARC se vuelvan como la madre Laura. En esto, los seres humanos damos dos pasos adelante y uno atrás.
SEMANA: Si existe algo como un imperativo moral, ¿por qué pudo la guerra en Colombia prolongarse tanto y causar tanto dolor?
F.D.R.: Porque a los seres humanos nos toma tiempo ser conscientes de nuestros errores, o de un acto impúdico o una acción criminal que hayamos cometido. Entonces, lo importante es actuar cuando uno cae en cuenta del mal hecho. La ley y las normas pueden decir una cosa, pero algo distinto es que una persona acepte, en su conciencia y con claridad, que ha hecho el mal y que debe poner la cara y decir: Yo soy responsable. Esto toma tiempo y se da solo tras una conversión interior.
SEMANA: En pocas palabras, ¿qué es para usted el perdón?
F.D.R.: Es un acto absolutamente libre y personal. No se le puede exigir a nadie, y no significa renunciar a la justicia o a la memoria. Frente a los hechos tan graves que sucedieron en Colombia y que nunca debieron haber sucedido, significa, más bien, que las víctimas acojan la aceptación de responsabilidad de los victimarios. Visto así, el perdón significa dejar a un lado la venganza y el odio y ofrecer una mano al responsable de un crimen para construir una nueva realidad, sea familiar, social o nacional.
SEMANA: ¿Por qué el perdón no se puede exigir?
F.D.R.: Porque es su naturaleza. Usted nunca verá al perdón en un acuerdo pues es algo que no se puede negociar. El perdón es absolutamente gratuito. Uno lo regala. Por eso yo siempre he pensado que el perdón es como un milagro. Como también es un milagro que una persona pida perdón. El perdón es un hecho que emerge de la consciencia moral.
SEMANA: Para usted, como representante de una Iglesia y una fe, ¿qué es la justicia?
F. D. R.: Desde un punto de vista teológico, es Dios quien nos justifica en Jesús y nos regala el perdón, el cual moviliza en nosotros la disposición a arrepentirnos. Ahora bien, la justicia humana obviamente tiene muchos elementos, y en La Habana ha comenzado a hacerse realidad con el pedido de perdón de las FARC. Las víctimas oyeron a las FARC reconocer su responsabilidad y vieron la actitud de presentarse ante los tribunales de justicia transicional y reparar sus hechos graves. La justicia, en fin, se ha puesto en marcha con la determinación de las FARC de jamás volver a hacer lo que hicieron.
SEMANA: Si la justicia puede darse así, ¿por qué el país se enfrasca en discusiones sobre cárcel, restricción de libertad y amnistías?
F.D.R.: Porque los colombianos estamos enredados en una crisis espiritual muy profunda que no es exclusiva de la Farc. También la han vivido el paramilitarismo, el Ejercito y el Congreso. Ha estado en todas partes, y es una crisis muy honda que nos obnubila y nos hace muy difícil captar nuestra profunda dimensión humana. A pesar de que justamente esta es la que está en juego. En este país siempre buscamos protegernos: decir que el responsable es el otro y que el otro tiene más culpa. Así se vuelve muy difícil aceptar que uno también es responsable y que en el corazón de cada uno hay una contribución al mal que ha ocurrido en esta sociedad.
SEMANA: Pero es muy difícil poner a todo el mundo en el mismo nivel.
F.D.R.: Obviamente las responsabilidades son distintas. Un paramilitar que hizo una masacre es distinto a un guerrillero que secuestró y mató. Y estos son distintos a un soldado que actuó en defensa de las instituciones, y todos son distintos también a un congresista corrupto o a un maestro de escuela que no supo enseñar a sus alumnos a comprender la seriedad de los problemas graves del país. Pero todos tenemos algo en común: que hemos sido responsables, incluyendo a la gran cantidad de colombianos que hemos sido indiferentes a esto y a quienes no nos importa que los jóvenes se maten en la guerra. E incluyendo también a los medios de comunicación y su manipulación de la sensibilidad de las personas. El gran problema de los colombianos es nuestra crisis espiritual, no una religiosa. Es la fractura del ser humano entre nosotros.
SEMANA: ¿Qué les dice a quienes hablan de impunidad?
F.D.R.: Que para destruir la impunidad no basta con reconocer culpas y pedir perdón. Y que por eso el proceso de justicia transicional, que garantiza verdad, reparación, no repetición y sentencias, es absolutamente necesario. Los responsables tendrán que ir a los tribunales, y estos deberán hacer procesos jurídicos. Tendrá que haber sentencias que se cumplan, y las cortes internacionales estarán al acecho. Si los involucrados dicen la verdad plena recibirán restricciones de la libertad durante las cuales deberán ejecutar acciones de restauración de la sociedad y de ellos mismos. Si fallan a la verdad, van a la cárcel por ocho o 20 años. Esos son los acuerdos y son una formalidad jurídica necesaria. Y todos debemos procurar que se cumpla.
SEMANA: ¿Qué es para usted la reconciliación?
F.D.R.: Significa que los colombianos comprendamos que nos hemos hecho mucho mal y que no hemos entendido la grandeza humana. Dicho de forma más positiva, la reconciliación es jugárnosla toda por la dignidad y por construir este país entre todos. Tenemos que cambiar todos: los guerrilleros, los paramilitares, las bacrim, el Ejercito, la Policía, los políticos, los medios de comunicación, los empresarios, los líderes religiosos, las escuelas. Todos tenemos que cambiar.
SEMANA: Hoy la frase de que ‘Colombia está viviendo un momento histórico’ está en boca de muchos. ¿Lo cree usted?
F.D.R.: Yo soy un creyente, y creo que sí. Uno nunca sabe hacia dónde lo lleva a Dios, pero yo creo que Dios ahora nos está empujando hacia una transformación. No se cuanto tiempo nos tome todavía. Quizá por ahora solo comencemos a sacudirnos internamente hacia una transformación que tendrá que ser muy honda.
SEMANA: Para terminar, usted anunció que votará por el Sí. ¿Por qué?
F. D. R.: Lo primero que quiero decir es que creo que es una responsabilidad votar en este momento y que respeto honradamente a todos los votantes. Si yo voto por el Sí, no pienso que el voto por el Sí deba ser el voto católico o cristiano. Muchas personas van a votar en consciencia por el No y por la paz, y yo les tengo un inmenso respeto. Dicho esto, voy a votar por el Sí porque creo que es la manera de empezar a salir de la crisis espiritual de Colombia y porque el escenario de un No nos podría sumir en un mundo de incertidumbres muy profundas que durará por lo menos cuatro años más, en los que estoy convencido que se retomarían las violaciones de los derechos humanos y las victimizaciones en formas que yo jamás quisiera volver a ver.
SEMANA: ¿Por qué no se ha unido a la campaña?
F.D.R.: Desde que he estado metido en esto he visto a siete presidentes, incluidos el presidente Pastrana y el presidente Uribe, involucrados en la lucha por la paz. He visto morir a casi 4.000 personas que no querían ni a la guerrilla, ni a los paramilitares, ni la guerra colombiana y que murieron soñando con la paz. Por eso es que voto por el Sí. Pero no estoy en campaña. No quiero obligar a los demás a hacer lo mismo. Solo deseo que cada quien reflexione y que el día del voto la gente salga a la calle a decir: Esto es lo que yo pongo de mí mismo por Colombia.
SEMANA
Máximo honor para Francisco de Roux
El padre jesuita, quien como pocos colombianos ha recorrido durante años el territorio nacional en un esfuerzo por la reconciliación, recibió el jueves un doctorado honoris causa del Consejo Superior de la Universidad Nacional de Colombia.
El rector de la institución, Ignacio Mantilla, resaltó su apoyo al diálogo entre víctimas y actores armados y su compromiso por “romper la apatía y la desconfianza entre los colombianos”.
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