Te sugerimos que practiques, en tiempos suficientes, la oración personal, la reflexión, la meditación, el ponderar – como quieras llamarlo. Pero haz algo en forma regular, para entrar en un diálogo consciente con tu ser interior y con Dios. Si en cada despertar, te encuentras inundado de temas y estimulaciones, la voz de tu alma se verá ahogada por ellas. Eventualmente comenzarás a experimentar un adormecimiento espiritual… un sentimiento de indiferencia. Sin la oración, corres el riesgo de no estar preparada/o para enfrentar situaciones que te lleven a pensamientos, sentimientos y actitudes auto destructivas. No entregando tiempo para prestar atención a tu alma, cada día, es cómo manejar tu auto, con Dios sentado en el asiento de atrás, pero con la música puesta a todo volumen, con la cual no puedes escuchar nada de lo que Él está diciendo.
Una de las formas más simples de tomar contacto con tu alma diariamente, es practicar el Examen Diario, un método de oración que fue enseñado por Ignacio de Loyola. (Ver una versión del Examen). Al orar en esta forma, te darás cuenta de cómo Dios ha estado presente a tu lado en el pasado, y luego, estarás más atento cómo está actuando en el presente. Es como bajar el volumen de la radio del auto y preguntar a Dios: “Perdón, ¿me dijo Usted algo?”. Practicar este ejercicio no va a resultar siempre en una especie de éxtasis o euforia; simplemente nos coloca en contacto con lo que nuestra alma está pensando (a menudo sin que nos demos cuenta). Nos ayuda a evitar actitudes que traen sólo alivios temporales a esta constante comezón que a veces nos persigue. El resultado es que nuestra alma crece, y sentimos que estamos más vivos.
Joe Paprocki
Espacio sagrado
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