- “Él hizo de Taizé un lugar de encuentro donde jóvenes de todo el mundo se sienten respetados y acompañados en su búsqueda espiritual”, dijo sobre él el papa Francisco
Ayer se cumplieron 105 años del nacimiento del hermano Roger, fundador de la comunidad ecuménica de Taizé. “El hermano Roger comprendía a las nuevas generaciones, confiaba en ellos. Él hizo de Taizé un lugar de encuentro donde jóvenes de todo el mundo se sienten respetados y acompañados en su búsqueda espiritual”, escribía el papa Francisco en 2015, año en el que se celebraba el 75° aniversario de fundación de la comunidad, centenario del nacimiento del hermano Roger y décimo aniversario de su muerte.
“El hermano Roger amó a los pobres”, continuaba el Papa, “a los olvidados, a quienes, aparentemente, no cuentan para nada; y testimonió, con su vida y con la de sus hermanos, que la oración va de la mano con la solidaridad humana”. Era alguien para quien, además, como subraya su sucesor, elhermano Alois, “la unión de los cristianos era evidente” y, por ello, no cabía otra opción que vivir el Evangelio en comunidad.
De hecho, Roger Louis Schutz nació el 12 de mayo de 1915 en la Suiza francófona. Era hijo de un pastor protestante y en 1940, dejó a su familia movido por el deseo de llevar una “vida de comunidad en la que la reconciliación según el Evangelio, sería vivida en una realidad concreta”, dirigiéndose a Francia.
Un inocente
En medio de la II Guerra Mundial, llegó a la aldea de Taizé, donde tuvo la intuición de crear una comunidad donde las personas pudieran hallar la fraternidad, muchas veces perdida entre las distintas religiones. A ella llegaron refugiados de todo el mundo, y eso ha continuado hasta el día de hoy, cuando, cada verano, cientos de jóvenes llegan a la aldea para vivir en comunión unas semanas.
El hermano Roger fue asesinado a los 90 años. Un acto que, a día de hoy, sus hermanos siguen sin explicarse. Sin embargo, el hermano François destacaque “el hermano Roger fascinó ciertamente por su inocencia, por su percepción de inmediatez, por su mirada. Creo que él vio en los ojos de algunos que la fascinación podía transformarse en desconfianza o en agresividad. Para alguien que lleva sobre sí mismo conflictos irresolubles, su inocencia debió volverse insoportable”.
Elena Magariños
Vida Nueva
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