En unos días han salido dos noticias de impacto que nos permiten reflexionar sobre el bien y el mal. Eso que algunos no saben delimitar. Y que por fortuna para un católico está mucho más claro que para cierta gente. Me refiero a esa broma pesada del presidente Zapatero con sus niñas vestidas de góticas, que hacen dudar de su buen gusto y su nulo sentido de lo conveniente. Pues ahora tenemos otra de locos. Ni es normal una cosa ni la que ahora me propongo exponer. El mundo de la farándula se conmueve porque un violador sea detenido tras treinta años de cometer un delito. Ahí queda eso, presidentes que opinan, cineastas que protestan, la créeme de la intelectualidad escandalizada por ese atropello contra Roman Polanski. Un hombre que declaró que las relaciones eran consentidas. Como si la manipulación hacia los menores no fuera un delito.
El cineasta arrastra tras de sí una vida privada bastante escandalosa. Puede que en la actualidad a sus más de setenta años haya moderado sus excesos. No es algo que me importe especialmente. Por costumbre no sigo las aventuras privadas de actores y cineastas. Pero este caso me llama mucho la atención. Primero porque la misma implicada está empeñada en borrar el suceso, algo así como retirar los cargos y perdonar. Pero la ley sigue su curso y suele ser muy puñetera, porque violar a una menor es un delito. Así que la cuestión fundamental no puede zanjarse con miles de voces solicitando un acta de clemencia al gobierno de Estados Unidos.
Es bastante preocupante que se relativice un delito porque han transcurrido cerca de treinta años. Es como si la cosa no tuviera ya ninguna importancia, porque aquella niña ahora madre de tres hijos, siente una especie de síndrome de Estocolmo hacia el famoso cineasta. Para mí el Sr. Polanski puede ser el mejor director de cine del mundo, pero como persona huyó de EEUU tras reconocer un delito y no cumplió condena por él. Mientras no se demuestre lo contario, esos son los hechos.
De manera que no se puede relativizar. Este señor podrá pedir perdón a aquella niña, darle una compensación económica, lo que quieran. Pero la fama y el dinero no pueden eludir la justicia. Estamos ante un caso de abducción mental peligrosísimo. El Sr. Polanski, con dinero y amigos, escapó de los EEUU y ahora ha caído en una emboscada de la policía suiza. Vale, pero lo que hizo sigue estando mal, por muchas simpatías que en la actualidad tenga la víctima hacia él. Y a mí me escandaliza que la gente de la cultura sea tan no sé cómo calificarlo.
Al parecer al no haber forcejeo, al declarar que fueron relaciones consentidas, Polanski está siendo perseguido injustamente. Nadie se pone en la piel de un hombre adulto que no respeta a una menor. ¿O acaso fue la menor quien sedujo a Polanski?. Vaya lío. ¿Fue todo una trampa de los padres de la menor que le acusaron de drogarla y violarla?. No lo sé. Me quedo con la duda razonable. La que exige mayor madurez a un adulto que a una menor.
Y me parece horroroso que sólo por ser un cineasta famoso, pueda eludir a la justicia. Aun en el caso de concederle el beneficio de la duda, es decir, que todo fue una trampa, su obligación es presentarse ante la ley con las alegaciones que considere oportunas. Pero no dar esa imagen de que a un famoso se le consiente lo que sea. Porque puede permitirse el lujo de tomar un avión y escapar de la justicia. Me queda la imagen de un bufete de abogados solicitando desestimar los cargos. Y es que hay categorías también para delinquir. No es lo mismo ser Polanski que un ciudadano cualquiera.
Que todo un Ministro de Francia intervenga a favor de Polanski da que pensar. En poco tiempo las personas que representan a los ciudadanos de dos naciones vecinas, demuestran su falta de criterio. Tomen nota para las próximas elecciones, estos detalles de bulto muestran una casta política bastante desnortada. Por no hablar de economía o paro.
Carmen Bellver
Diálogo sin fronteras
RD
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