Religiosa de la Consolación
(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf- Foto: Miguel Tombilla) Clara, diáfana, como su mirada. Directa y sin rodeos. Tiene esa juventud que algunos creen que ya no queda entre los consagrados… Desprende la normalidad que a Dios gusta. Es valiente. Es una religiosa para el hoy de la Iglesia. Ana Madueño (Úbeda, Jaén) tiene 24 años. Es religiosa de la Consolación. Profesó hace unos días y, de paso por Madrid, nos concede unos minutos para compartir “su tesoro”.
- Ana, ¿qué está haciendo estos meses en Madrid?
Soy enfermera y estoy haciendo unos cursos de medicina tropical porque muy pronto me voy a Togo, donde estoy destinada. Además, estoy estudiando francés para poder defenderme.
- Aunque no hace falta preguntarlo, porque se ve, ¿está ilusionada?
Muchísimo. Lo que más necesita una persona es saberse útil. Y todos lo somos, pero no siempre nos damos oportunidades. Yo me siento útil. Con mis hermanas vamos a abrir una comunidad en Togo que esté al servicio de una maternidad… ¡Todo el día ayudando a la vida, cuidando la vida, sirviendo a la vida que viene!
- ¿Qué empuja a una joven a entrar en la Vida Religiosa?
Es un proceso que va haciéndose poco a poco. Es fundamental el testimonio de otros que viven desde esta vocación, su fidelidad y alegría. Y la Palabra de Dios. Llega un momento que integras esa Palabra, la vives para ti y la ves palpable en el día a día. Personas y Palabra, en mi caso, son los pies de mi decisión.
- Complete la siguiente frase: “La mujer en la Iglesia…
…debe tener más visibilidad. Creo que debemos encarnar el profetismo de manera decidida, cuidando la formación y haciéndonos oír. No se trata de entrar en polémicas sobre el sacerdocio; creo que la mujer tiene su sitio en la Iglesia. Una buena parte de los creyentes somos mujeres y, sin duda, nuestra manera de encarnar la fe puede servir mucho a los demás.
- ¿Qué le diría a un joven que se plantee la Vida Consagrada?
Que sea feliz. Que experimente este proceso con un acompañamiento intenso donde viva la profunda libertad que sólo Dios da. El acompañamiento de las personas es fundamental. No se puede vivir en soledad. Le diría también que no se guarde nada para sí… ¡Cuanto más generoso más feliz!
Vida Nueva
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