Al principio de la encíclica Laborem Exercens, Juan Pablo II nos plantea que el trabajo es un aspecto de la vida de hombres y mujeres, de carácter “perenne y fundamental, siempre actual y que exige constantemente una renovada atención y un decidido testimonio[1]”. Es parte de la fe cristiana el darse la tarea de observar, juzgar y actuar dentro de la realidad laboral de nuestros hermanos y hermanas con el fin de construir una sociedad de paz, justicia e igualdad.
Y en tanto cristiano es que me parece importante hoy poder manifestar desde mi fe, mi opinión y mis inquietudes sobre la Reforma Laboral que afectará a las grandes mayorías sencillas de nuestro país
Desde hace ya algunas semanas se viene discutiendo dentro del poder legislativo esta Reforma, sufriendo idas y vueltas, negociaciones, modificaciones, entre otros. Dentro de los distintos elementos polémicos de ésta, discutidos en el parlamento (y fuera de él en las negociaciones entre la DC y el gobierno), el que ha llamado la atención de mayor manera dentro de la sociedad civil chilena es la relativa al reemplazo en la huelga.
Si bien dentro de los artículos aprobados dentro del Senado se encuentra uno que plantea que “se prohíbe el reemplazo de los trabajadores en huelga[2]”, fue una de las indicaciones la cual generó mayor polémica, la cual plantea que “el empleador en el ejercicio de sus facultades legales, podrá modificar los turnos u horarios de trabajo, y efectuar las adecuaciones necesarias con el objeto de asegurar que los trabajadores no involucrados en la huelga puedan ejecutar las funciones convenidas en sus contratos de trabajo, sin que constituya práctica desleal ni importe una infracción a la prohibición de reemplazo[3]”.
Dentro de la misma Nueva Mayoría se han esbozado diversas opiniones frente a esta polémica. Conservadores como Andrés Zaldivar, de la DC, plantea que “esos trabajadores que no van a la huelga podrán seguir trabajando y podrán reemplazar a aquellos trabajadores que no están trabajando siempre que esa función esté convenida en su contrato. Aquí no hay reemplazo interno, nadie ha aprobado reemplazo interno[4]”. Por otro lado la PPD Adriana Muñoz planteó que los senadores de derecha “votaron a favor [de la reforma], porque está la convicción de que ahí hay una puerta, hay un forado a la huelga, y va a permitir el reemplazo interno. A mí nadie me logró convencer de lo contrario por eso mantuve [el voto], se lo dije a mis colegas, se lo dije al Gobierno, a los ministros y mi decisión si el artículo no recibía una modificación, iba a permanecer en contra[5]”.
Lo que a mi parecer se muestra como evidente en esta situación, es que de una u otra forma se avala un tipo de reemplazo, siempre que el reemplazante posea la misma función del reemplazado dentro de su contrato, bajo el dudoso argumento del derecho al trabajo de los que no están en huelga. En ese sentido, la posibilidad de modificar los turnos u horarios de trabajo en caso de huelga no busca beneficiar necesariamente al trabajador que no es parte de la huelga, sino al empleador, para poder adaptar la jornada laboral al escenario de conflicto, de manera tal que pueda suplir las falencias del funcionamiento de la empresa debido a la huelga, o en otras palabras, boicotear la movilización de los trabajadores. Son las palabras contradictorias del propio senador Zaldivar antes citadas, que develan que de una u otra forma si queda una puerta abierta al reemplazo interno.
Pareciera que detrás de esta propuesta legislativa se esconde algo que ya ha sido denunciado de manera profética por el Papa Francisco: La Cultura del Descarte[6], consecuencia del consumismo exacerbado y de asumir como prioridad la maximización de las ganancias. Para esta cultura “la vida humana, la persona, ya no es percibida como valor primario que hay que respetar y tutelar, especialmente si es pobre o discapacitada, si no sirve todavía —como el nascituro— o si ya no sirve —como el anciano—[7]”.
En este caso existe la intención clara de transformar en descartables a los trabajadores en huelga, lo cual es maliciosamente camuflado bajo el argumento del legítimo derecho al trabajo. Se les descarta no solo en tanto pueden otros asumir sus funciones en sus horarios de trabajo, sino también, al hacerse estas modificaciones, se debilita la huelga como figura de movilización social, lo cual viene a agudizar aún más el carácter de excluidos y descartables de los trabajadores que buscan una situación laboral más justa.
Bajo esta mirada no queda más que, primero, seguir denunciando esta situación injusta que afecta a sectores importantes de nuestra población chilena, entendiendo la necesidad de la denuncia de la injusticia como parte del rol del cristiano dentro de la sociedad, y segundo, hacer carne el llamado del Papa Francisco a salir a las calles y hacer un lío, pero no por el mero deseo de generar desorden, sino porque es urgente cambiar esta realidad llena de desigualdad e injusticia, que en este caso afecta considerablemente a trabajadores y trabajadoras, es decir, a las mayorías sencillas de nuestro país, los preferidos de Cristo.
________________________________________________________________________________ [7]https://w2.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2013/documents/papa-francesco_20130605_udienza-generale.html
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* Patricio Rubio es Estudiante de Ingeniería Mecánica Industrial UTFSM, militante UNE Chile, CVX Valparaíso.
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