Tuesday, March 29, 2016

TIEMPO PARA LA ORACIÓN




Leemos Lc. 17,11-19. Es de agradecer que personas que no tienen compromiso alguno con otras terceras, se detengan en su camino para socorrer. Algo así ocurrió en aquel encuentro de Jesús con los leprosos: se detuvo, miró su estado físico, espiritual, corporal... y los curó. Tan solo uno de ellos tuvo la gentileza de, volviendo sobre sus pasos, darle gracias por aquella curación. Hoy podemos considerar como imprescindible tener fe. Una fe que nos hace confiar en Él, esperar en Él, apoyarnos en Él, curar nuestras dolencias en Él. Hay mucho desagradecido suelto. Mucho hijo de Dios que, teniéndose como tal, olvida rezar el padrenuestro. El mundo de las prisas, del individualismo y de la factura: pensamos que todo lo bueno viene de cualquier sitio... menos de Dios

QUE NO ME OLVIDE, SEÑOR, 
de darte las gracias por lo mucho que me das, 
y de esperar, cuando tardas en llegar. 
Darte las gracias por los detalles insignificantes, 
por los dones que, de tantas personas, recibo sin saberlo, 
por las sonrisas que, por la calle, se me regalan, 
por los rostros que no me son indiferentes. 

QUE NO ME OLVIDE, SEÑOR, 
de ver tu mano allá donde solo veo el mundo, 
de abrir mi corazón a tu presencia, 
de tener mis ojos despiertos a tu paso, 
de abrir mis manos a quien lo necesita. 

QUE NO ME OLVIDE, SEÑOR, 
de cultivar la gratitud cuando tanto se me da, 
de decir “gracias” por pequeñas o grandes cosas, 
de agradecer la fe como don y como tarea, 
de pedir cuanto necesite, 
aunque no sea a la hora que yo lo espere 

QUE NO ME OLVIDE, SEÑOR, 
de cuidar el corazón con la vitamina de la gratitud, 
de fortalecer mi fe con el arma de la oración, 
de robustecer mi alma con savia de la caridad, 
de curar mi espíritu con la confianza en ti. 
Amén. 

 Javier Leoz

Ana María Pedroza FMI
Vida Marianista

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