Tuesday, December 22, 2009

Espacio Sagrado


Lucas 1:46-56
María dijo entonces: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahám y su descendencia por siempre." María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy

El Magnificat, con unas pocas interpolaciones, es claramente basado en el himno de Ana, la madre de Samuel en 1 Samuel 2:1-10. Al escuchar que su hijo será hijo de David e hijo de Dios, María lo traduce en la buena noticia para los pobres y hambrientos del mundo. Al mismo tiempo es un aviso para los ricos y poderosos. Jesús reforzará este mensaje durante su vida pública. El canto radical de María muestra lo que hará Dios: dispersará a los arrogantes, derribará a los poderosos, despedirá vacíos a los ricos. Dios también enaltece a los humildes, colma a los hambrientos y guía a su pueblo.

¿Me encuentro al lado de los humildes o, sin admitirlo abiertamente, del lado de los arrogantes?

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