Los peregrinos reunidos por países reflexionaron sobre las implicancias misioneras de esta experiencia en sus lugares de origen y el Cardenal Francisco Javier Errázuriz instó a los jóvenes a ser como los discípulos de Emaús: volver con un corazón ardiente a anunciar este encuentro con el Señor
La alegría no cesa. Los miles de jóvenes que dan vida a esta Peregrinación han hecho de estos días una verdadera fiesta de la confianza. Como los días anteriores la jornada parte en las familias acogedoras de peregrinos que se sientes como hijos muy queridos. El compartir en torno a la mesa del desayuno es el signo de la iglesia doméstica que siempre anima, contiene, abraza, espera, reza y ama. Este día no hubo talleres sino que después de la oración del medio día se dio espacio para que los participantes compartieran por países y regiones lo que esta experiencia está suscitando en cada uno. Al final de este momento los chilenos recibieron un hermoso regalo de la delegación boliviana: una visita fraterna y un poema que da cuenta del espíritu con que los jóvenes viven, entienden y sueñan la relación entre ambas naciones.
Luego, la oración de la tarde, el último momento juntos, tuvo un nuevo sentido. Conscientes del término de esta bella fiesta, los peregrinos recibieron la especial visita familias e integrantes de otras comunidades y de la imagen de la Virgen María Misionera, regalada por el Santo Padre y que pasó por todos los rincones de Chile. En este contexto el Cardenal Arzobispo de Santiago dedicó algunas palabras a los jóvenes y a la comunidad de los Hermanos de Taizé. Dio gracias a Dios y a la Virgen por el don de la vida y por el aporte de esta comunidad monástica fundada por el hermano Roger.
Invitó a los jóvenes a reconocer esta experiencia como un encuentro vital con Jesucristo que hace arder los corazones y despierta el anhelo incontenible de anunciarlo a todos los pueblos. En la víspera del día de la Virgen de Guadalupe, Monseñor Errázuriz recordó también el testimonio de Juan Diego, animando a los jóvenes presentes a vivir con esta humildad y tenacidad siendo fieles al llamado de Dios, porque Él, dijo, tiene un sueño importante para cada uno de nosotros y en esta revelación María se hace bellamente cómplice.
La oración final siguió con cantos, silencios y peticiones. El frío de la noche no impidió que los peregrinos, con sus velas encendidas, se comprometieran a ser hombres nuevos y mujeres nuevas. Todo se prolongó con abrazos de sollozos de los nuevos amigos que anhelan volver a juntarse. Nuevos hermanos de una familia que es Iglesia y que se expande cada día más gracias a la Peregrinación de Confianza a través de la Tierra. De vuelta en las comunidades de acogida, la experiencia de torno una Fiesta de la Naciones. Cada comunidad hacía eco de lo que sucedió en el Parque de la Quinta Normal con el propósito de seguir siendo una luz de paz y esperanza en cada sector, en cada barrio y en cada familia.
Fuente: Comunicaciones VEJ
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