Liturgia de la Palabra: Sf 3,1-2.9-13; Mt 21,28-32.
“Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor. El resto de Israel no cometerá maldades, ni dirá mentiras, ni se hallará en su boca una lengua embustera, pastarán y se tenderán sin sobresaltos” (Sof 3, 12-13).
“Porque para entrar en estas riquezas de su sabiduría, la puerta es la cruz, que es angosta. Y desear entrar por ella es de pocos; mas desear los deleites a que se viene por ella es de muchos.” (San Juan de la Cruz, Canciones 36, 13, declaración)
En la fiesta de San Juan de la Cruz, resuena su cántico espiritual que, lleno de amor, desvela que el camino para alcanzar el conocimiento del tesoro revelado en Jesucristo es angosto.
Son clásicas las indicaciones del místico y poeta que nos evocan la sabiduría de los humildes, del resto de Israel, de los que han comprendido cómo adentrarse en el amor de Dios por la senda de la cruz.
En los relatos del nacimiento del Hijo de Dios en nuestra carne, aparecen los pastores, los ancianos, la viuda, los extranjeros como testigos privilegiados y creyentes, que acogen y adoran el Hijo de María en Belén.
“Para venir a gustarlo todo
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a saberlo todo
no quieras saber algo en nada.
Para venir a poseerlo todo
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo
no quieras ser algo en nada.”
“Para venir a lo que gustas
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes
has de ir por donde no sabes.
Para venir a poseer lo que no posees
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres
has de ir por donde no eres.”
“… aquí nos encontramos ante el «Mensaje de la cruz» (1 Co 1,18). El Verbo enmudece, se hace silencio mortal, porque se ha «dicho» hasta quedar sin palabras, al haber hablado todo lo que tenía que comunicar, sin guardarse nada para sí.” (Benedicto XVI, Verbum Domini 12)
Ecclesia
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