Sunday, September 15, 2013

Papa Francisco a la hora del ángelus: la misericordia salva. «La alegría de Dios es perdonar»


«La alegría de Dios es perdonar»


Las palabras del Ángelus del Papa: «¡Aquí está todo el cristianismo! No es sentimiento. Al contrario, la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre»

ANDREA TORNIELLICIUDAD DEL VATICANO

«¡La alegría de Dios es perdonar! Aquí está todo el Evangelio». Y esto no es "sentimiento" o "buonismo". Al contrario, la misericordia es la «verdadera fuerza» que salva al hombre del «cáncer» del pecado. Lo dijo Papa Francisco durante el Ángelus, al comentar el capítulo 15 del Evangelio de Lucas y las tres parábolas de la misericordia. la de la oveja perdida, la de la moneda perdida y, la más larga de las tres, la del hijo pródigo.



Francisco dijo a la multitud de gentre reunida en la Plaza San Pedro, a pesar de la lluvia, que las tres parábolas «hablan de la alegría de Dios. ¡Y la alegría de Dios es perdonar! ¡Aquí está todo el Evangelio, todo el cristianismo! Pero, fíjense, no se trata de un sentimiento, no es "buonismo". Al contrario, la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del "cáncer" que es el pecado, el mal moral, espiritual. Solo el amor llena los vacíos, las vorágines negativas que el mal abre en los corazones y en la historia».



«Jesús -explicó el Papa- es todo misericordia, todo amor: es Dios hecho hombre. Cada uno de nosotros es esa oveja perdida… cada uno de nosotros es ese hijo que ha secado la propia libertad siguiendo ídolos falsos, espejismos de felicidad, y que ha perdido todo. Pero Dios no nos olvida, el Padre no nos abandona nunca. Respeta nuestra libertad, pero permanece siempre fiel. Y, cuando volvemos a Él, nos acoge como hijos, en su casa, porque no deja nunca, ni siquiera por un instante, de esperarnos con amor. Y su corazón se llena de alegría por cada hijo que vuelve». «Tal vez hay alguien que -añadió Francisco- tiene en su corazón algo pesado: hice esto, aquello… Pero Sios siempre nos espera, ¡es el Padre!».

Después Francisco habló sobre un pelirgo. «Que nosotros presumimos de ser justos, y juzgamos a los demás. Hasta juzgamos a Dios, porque pensamos que debería castigar a los pecadores, condenarlos a muerte, en lugar de perdonar. ¡Entonces sí que corremos el riesgo de quedarnos afuera de la casa del Padre! Como el hermano mayor de la palabra, que en lugar de estar contento porque su padre regresó, se enojó con el padre que lo acogió y que hizo una fiesta. Si en nuestro corazón no hay misericordia, la alegría del perdón, no estamos en comunión con Dios, aunque observemos todos los preceptos, porque es el amor el que salva y no solamente practicar preceptos. Es el amor por Dios y por el prójimo lo que cumple todos los mandamientos».


El Papa pidió a todos los presentes que guardaran silencio un momento: «Cada uno de nosotros debe pensar en una persona con la que está enojado… Pensemos en esta persona y volvámonos misericordiosos con ella».

«Si vivimos según la ley "ojo por ojo, diente por diente" -continuó el Papa-, no salimos del espiral del mal. El Maligno es listo y nos hace creer que con nuestra justicia humana podemos salvarnos y salvar al mundo. ¡En realidad solo la justicia de Dios nos puede salvar! Es la justicia de Dios se reveló en la cruz: la cruz es el juicio de Dios sobre todos nosotros y sobre este mundo. Pero, ¿cómo nos juzga Dios? ¡Dando la vida por nosotros! Este es el acto supremos de justicia que derrotó de una vez por todas al Príncipe de este mundo; y este acto supremo de justicia es justamente misericordia. Jesús nos llama a todos a seguir este camino: "Sean misericordiosos, como el Padre es misericordioso"».

Vatican Insider

Papa Francisco a la hora del ángelus: la misericordia salva





"Si vivimos según la ley del ‘ojo por ojo, diente por diente', no salimos de la espiral del mal"


Francisco vuelve a denunciar a los murmuradores y el "cáncer del pecado"


"La misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo"



(J. Bastante/RV).- Domingo lluvioso en Roma. Miles de paraguas se arremolinaron bajo la ventana del Palacio Apostólico desde donde Francisco pronunció el Angelus este mediodía. Una oración en la que habló de la "alegría de Dios, que es perdonar", frente al"cáncer del pecado" y de la lógica del "ojo por ojo, diente por diente".
En su alocución, Bergoglio recordó el Evangelio de Lucas, con las tres "parábolas de la misericordia: la de la oveja perdida, la de la moneda perdida, y la del hijo "pródigo". Y explicó que estas tres parábolas hablan de la alegría de Dios, que es perdonar. En el perdón está todo el Evangelio y el Cristianismo, dijo también el Obispo de Roma, destacando que no se trata de ostentar buenos sentimientos, sino misericordia.
Por esta razón el Papa recordó una vez más que Jesús es todo misericordia y que la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del "cáncer" del pecado, del mal moral y espiritual. Puesto que sólo el amor llena los vacíos, los abismos negativos que el mal abre en los corazones y en la historia.
El Santo Padre también advirtió acerca del peligro que implica nuestra presunción de ser "justos", de juzgar a los demás e incluso a Dios, porque pensamos que Él debería castigar a los pecadores y condenarlos a muerte, en lugar de perdonar. "¡Entonces sí - exclamó el Papa - que corremos el riesgo de permanecer fuera de la casa del Padre!". Y destacó que "si vivimos según la ley del ‘ojo por ojo, diente por diente', no salimos de la espiral del mal.
En sus saludos, hablando en nuestro idioma, el Papa Bergoglio recordó la beatificación que tuvo lugar ayer en Argentina del Cura Brochero:
Deseo unirme a la alegría de la Iglesia en Argentina por la beatificación de este pastor ejemplar, que a lomo de mula recorrió infatigablemente los áridos caminos de su parroquia, buscando, casa por casa, a las personas que le habían sido encomendadas para llevarlas a Dios. Pidamos a Cristo, por intercesión del nuevo Beato, que se multipliquen los sacerdotes que, imitando al Cura Brochero, entreguen su vida al servicio de la evangelización, tanto de rodillas ante el crucifijo, como dando testimonio por todas partes del amor y la misericordia de Dios.

RD 

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